SE BORRO LA SONRISA DE GEÑO
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Eugenio Hernández Flores cometió varios pecados de monaguillo: el principal es no haberse auto exiliado y abandonado Tamaulipas el último día que fue gobernador en 2010, pero sobre todo cuando el año pasado el PRI perdió la gubernatura y creyó que sería intocable en el gobierno del PAN.
“Geño” confió que el actual ejecutivo le iba a devolver la copa de 2007, cuando pudo haber apretado el botón de la justicia para poner a varios funcionarios y otros contra las cuerdas, porque en la alcaldía y en la
Comapa de Reynosa se estaban surtiendo con la cuchara grande.
Pero a Hernández Flores le tembló la mano como gobernador. Seguramente fingió demencia y volteó hacia otros intereses.
“La tuvo en sus tachones, pero la dejó ir”, como el delantero que está sólo frente al portero rendido y manda el balón a las tribunas.
Perdonó y el perdonado no fue recíproco.
Se confió y olvidó que en la política no hay amigos: hay fuego amigo y, peor, francotiradores o carniceros de presas en el bando contrario.
Quien fue el encargado financiero en la campaña de otro ex gobernador tamaulipeco tras la rejas -pero comiendo pastas y pizzas en Florencia, Italia-, este jueves 12 fue notificado del auto de formal prisión por un juez dentro del reclusorio de Ciudad Victoria, acusado de peculado y de operaciones con recursos de procedencia ilícita.
“Geño” seguramente nunca se imaginó estar en esta situación, porque se movía libremente entre Monterrey, la CDMX y la capital de Tamaulipas, mientras una mujer regia ligada a su ex esposa Adriana, en los prósperos tiempos cuando fue gobernador, está “soltando la sopa” ante fiscales texanos.
En Houston está abierta una investigación sobre presunto lavado de dinero a través de empresas que recibieron millones de dólares procedentes de México. Y existe la posibilidad que su permanencia en la cárcel tenga que ver con la petición de su extradición hacia el país vecino.
Hernández Flores nunca dejó de sonreír durante los últimos siete años: seis del gobierno de Egidio Torre Cantú y uno del actual, cuando alguien tuvo que haberle recomendado que cumpliera con la máxima de la política mexicana: no le jales la cola al león. ¡Desaparecer de Tamaulipas!