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A 48 horas del día D, priva la incertidumbre entre los candidatos

Por:Mauricio Fernández Díaz

El candidato con más carisma ganará la elección en Tamaulipas

Ciudad Victoria.- En 60 días de campaña ninguno de los candidatos supo plasmar una visión de conjunto del desarrollo de Tamaulipas bajo su mando ni de la nueva sociedad, más justa, a la que llevarían sus políticas públicas. Hicieron montones de promesas, eso sí, algunas netamente frívolas; hablaron cientos de horas y nada claro dijeron. Al final, mucho ruido y pocas nueces.

En los otros estados donde también celebrarán elecciones se duelen de lo mismo y no hay razón para sentirnos personalmente desdichados como tamaulipecos. Es el signo de los tiempos, el dominio de las redes sociales, donde cunde lo viral y desaparece lo intelectual. Con esa nos ha tocado bailar, pues.

El hecho de que las campañas se empobrezcan intelectualmente no significa que la gente ya no se interese en ellas. Al contrario, hay una nueva efervescencia en la competencia política, una participación masiva de la gente en los debates y opiniones gracias a las redes sociales y las nuevas plataformas. En algunos países se ha vuelto normal la segunda vuelta electoral debido a la mínima ventaja del ganador, consecuencia de una votación elevada. Eso no lo tenemos acá, pero desde ahora podemos predecir una alta participación ciudadana en los comicios de este domingo.

Aunque se perciba una fuerte impulso ciudadano por las elecciones, los partidos políticos no pueden arrogarse este entusiasmo. Las multitudes congregadas en torno al proceso no se motivan por el PAN, por Morena, por el PRI, por MC ni por sus partidos satélites; repetimos, son las multitudes. Casi no queda nada de las corrientes ciudadanas que orgullosamente se afiliaban a un instituto entre los años 2000 y 2006, lapso en el que transición democrática vivía sus mejores momentos. Hoy nadie parece identificarse con una ideología y ponerse al servicio de esta, sin esperar premio ni beneficio, como un mártir o un apóstol de la democracia. Claro, algunos deshonestos dirán lo contrario, pero eso no cambia la realidad de este distanciamiento entre públicos numerosos y partidos.

Y a pesar de la frialdad que despiertan estos partidos, en Tamaulipas se vive un momento intenso en la elección de gobernador que se cumplirá este domingo 5. La gente está lista para ir a votar, y las autoridades electorales esperan un participación histórica. El aire está cargado presagios y pasiones políticas; nadie quiere perderse la ocasión.

Si tanto es el deseo de los ciudadanos de votar, si abundan las charlas y discusiones sobre el tema, ¿cómo es que los partidos están marginados del interés de la gente? Parece una contradicción, pero no lo es. Las personas buscan al candidato, no al instituto que los postula. Se exaltan con el personaje, con su historia o su mitología. Hasta se pelean por él y se comprometen con él.

Aquel candidato que haya entusiasmado más al electorado, Arturo Díez, Américo Villarreal o César el “Truko” Verástegui, será el nuevo gobernador de Tamaulipas. Los militantes del partido, siempre pocos, nada tienen qué hacer aquí. Son las amas de casa, los trabajadores y los abuelos, los jóvenes recién casados y los solicitantes de empleo, ellos, por simpatía y afinidad, elegirán al sucesor de García Cabeza de Vaca. El voto razonado no está ausente en esta decisión, pero el voto masivo y leal viene de los apasionados.

La prueba viviente de esto es Andrés Manuel López Obrador, un político genial, imposible de comparar con nadie, quien ha sabido manejar los sentimientos de las masas para su causa. Sólo necesitó un nuevo partido para ganar la elección presidencial de 2018. Los dirigentes morenistas dirán que el pueblo le dio el triunfo porque se identifica con la doctrina partidista, pero eso es falso. Lo que llaman pueblo son en realidad fanáticos de López Obrador; millones de fanáticos.

Aunque nadie pueda compararse con el tabasqueño, todos practican el juego de la popularidad y la simpatía para obtener apoyo de la gente. Tratan de parecer naturales, espontáneos, sencillos; hablan a los ciudadanos como si lo hicieran a un amigo, a un hermano o a un familiar, con afecto, con calidez.

Cuando exageran hacen chistes pésimos, usan palabras altisonantes e incurren en poses ridículas para tomarse fotografías con personas humildes y parecerse a ellas. Pero a veces aciertan, y es ahí cuando entran los votos a las urnas.

En muchas ocasiones, por más sencillez y maneras amables que un candidato ensaye, apenas si llama la atención del público. Pudiéramos decir que se nace simpático, no se hace ni se aprende. Aceptémoslo: la naturaleza hizo aburridos, grises o amargados a algunos.

Con el carisma que traen de nacimiento Verástigui, el doctor Villarreal y Díez Gutiérrez sumarán sus votos este domingo. Las campañas han quedado muy atrás; incluso, ya nadie las recuerda ni se aferra a determinada promesa para elegir a cualquiera de los contendientes.

En esta elección, la gente podrá diferenciar con facilidad quién es el candidato de su preferencia, ya que solo concursan tres. El resultado del lunes quizás pueda verse como una prueba de talento entre los candidatos. Porque hay que decirlo: algunos no nacieron para políticos.

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