Agua turbia (es lo que hay)
Café y hasta verdoso sale el chorro por la llave, y lo peor es que será por tiempo indefinido
¡Amaaaaaaa! ¡mira el agua cómo está saliendo amá! – gritó Lupe desde el patio. – ¡Ay Lupe, ya deja estar inventando pretextos para no hacer lo que te digo! – respondió doña Chica cargando sendas bolsas de basura. – ¡No amá, es verdad mira ven a ver la lavadora! – A ver hazte pa’ alla ‘che güerca… tu namás perdiendo el tiempo, ¡en vez de aprovechar el poco rato que tenemos agua en esta colonia! – volvió a ordenar Doña Chica al tiempo que levantaba la tapa de la lavadora.
Lo que vió la dejó perpleja: la tina se había llenado de agua turbia, ensuciando todavía más la ropa que deseaban lavar. – ¿Qué hiciste Lupe? – ¡Yo nada amá! ¡así salió solita el agua de la llave!
De esta manera se enterarían Doña Francisca ‘Chica’ López y su hija Guadalupe de lo que estaba aconteciendo en toda la ciudad. – Eso se debe a la que la presa lleva muy poquita agua joven, ya hace muchos años pasó lo mismo -relataba Don Josué, esposo de doña Chica, al Caminante – siempre que hay sequía el agua que se absorbe viene muy cochina.
Don Josué trabajó en la Comapa hace varias décadas y sabe perfectamente lo que habla. – Y esa agua, ¿se puede tomar? – preguntó el Caminante. – Mire joven le voy a decir la verdad, el agua de Ciudad Victoria tiene más de 40 años que no se puede tomar, aunque mucha gente lo sigue haciendo. – Es que ahora de verdad que está saliendo bien revuelta.
– ¡Deje usted! antes de perdido podías hacer un caldo de pollo con esa agua o ponerla para un cafecito, pero imagínese así de turbia como sale ahora, ni quien se anime – respondió el viejón carcajeándose. – Y no solo eso, hay personas que usan el agua de la llave para darle de beber a sus mascotas, y he escuchado de gente que ha preferido ir a comprar un garrafón para ponerle agua a sus gatos y a sus perros.
– Eso no es nada – interrumpió dona Zenaida, dueña de la carnicería donde el Caminante se había topado con un Josué – a mi hijo en su trabajo le piden que use puras camisas blancas, y ahora con el agua así de cochina ni cómo lavar las con agua de la llave, tengo miedo de que queden todas ‘perjudidas’.
– Eso sí es de preocupar – dijo Ramiro el carnicero – ¿y no se sabe más o menos hasta cuándo va a seguir eso del agua puerca?
– Pues según leí en el periódico es ‘por tiempo indefinido’ – dijo doña Zenaida – osea que aparte de que no hay agua, no saben cuánto tiempo más va a seguir saliendo el agua igual de prieta. – Don Felipe el que vende quesos se llevó el susto de su vida – comentó don Josué – cuando vio el agua turbia pensó que era un detalle con el tinaco, se subió a la azotea y al destaparlo, haga de cuenta que estaba lleno de champurrado, chocolatosa chocolatosa el agua, hasta foto le tomó foto y la subió al ‘feis’. –
¿Y qué dicen los del municipio? – preguntó Ramiro. – Que según todo se debe a que la presa Vicente Guerrero esta al 11 por ciento de su capacidad, o sea está muy bajito el nivel como dijo don Josué, pero pues si aun tiene agua, ¿tons’ porque nos mandan lodo?
– Pues por lo mismo doña Zenaidita, haga de cuenta que el agua lo toman por un canal, ‘el canal de llamada’ le dicen, y cuando hay buen nivel de agua ese canal la recibe casi limpia, pero cuando hay bajo nivel pues esta toda revuelta, además también escuché por ahí que hubo unos aguaceros allá por rumbo a Villa de Casas y con toda el agua que bajó por los arroyos principales pues también afectó – explicó don Josué. – Pero entonces cuando pasa por la potabilizadora ¿no la limpian o que? si pa’ eso está ¿no? para hacerla potable, o sea que d6e pueda beber – dijo muy enojada doña Zenaida.
– El químico de la Comapa salió a decir hace días que el agua puede usarse igual, que ya esta desinfectada como siempre, solo que el color es diferente. – ¿Pero si la están tratando o nomas la rebombean así como viene? – cuestionó Ramiro.
– ¡Claro que la tratan con químicos y cloro y todas esas cosas Ramiro!, las máquinas de la potabilizadora siguen trabajando, pero el color turbio nomás no se va a quitar hasta que la presa suba de nivel, al menos a un 25 por ciento de su capacidad – respondió don Josué al tiempo que se despedía de sus vecinos, interesados en seguir con la “concha”.
– Pues a mi se me hace que potable potable, lo que se dice potable, pues no es – gruñó Ramiro frotando el cuchillo con la chaira – cada que me lavo los dientes y me enjuago, me queda en la boca un sabor a ‘centavito egipcio’
Los vecinos se despidieron y cada uno siguió con su trajinar, ojalá que el problema del agua turbia se resuelva pronto, y no nos agarre a medio verano, cuando las enfermedades gastrointestinales están a todo lo que dan. Demasiada pata de perro por esta semana.