Política

La niña de Guatemala murió de tuberculosis y no de amor

Por: Vicente Hernández

“Ella dio al desmemoriado, una almohadilla de olor, el volvió, volvió, casado ella se murió de amor…”
‹José Martí›

Los que somos amantes de leer poesía, nos es difícil sustraernos a una en especial, compuesta por el literato cubano José Martí sobre un suceso ocurrido entre los años 1877-1878, y publicado años después (1891) en el libro “Versos sencillos” como “Poema IX La niña de Guatemala” en él, Martí nos relata un hecho real que vivió muy de cerca. Esta historia comienza un 26 de marzo de 1877 cuando José Martí llega a Guatemala procedente de la ciudad de México, donde Porfirio Diaz había establecido un régimen militar, y donde las ideas libertarias y progresistas de Martí no tenían cavidad.

En el mes de junio de ese mismo año, el joven poeta es invitado a impartir lecciones de arte, redacción y composición en la “Academia de Niñas de Centroamérica” cuya Directora era la también cubana Margarita Izaguirre, y es en este platel educativo donde José Martí conoce a María García Granados, segunda de cinco hijas del general Miguel García, quien había sido Presidente de la Republica de Guatemala y gozaba de gran estimación social, oficial y popular, así esta amistad se extiende hacia todos los miembros de la familia del general, quien lo recibe como un miembro más, y en este ámbito Martí se siente cómodo ya que le recuerda a su también numerosa familia dejada en México integrada igual por numerosas mujeres.

Cabe resaltar que en este viaje que realiza José a Guatemala tiene la finalidad de visitar a Carmen Zayas Bazán, con la cual está comprometido y la que más tarde será su esposa pero, el destino a veces juega con las personas y con sus sentimientos de maneras caprichosas, y en uno de esos giros se establece un vinculo sentimental entre el “profesor Torrente” como le llamaban a Martí y su alumna María García quienes contaban con 24 y 16 años respectivamente, y de su hermosura tenemos constancia escrita de acuerdo a la descripción con detalles precisos que hace el patriota y pedagogo cubano José María Izaguirre, quien la conoció de cerca; “Entre las hijas del general, había una llamada María, quien se distinguía de sus hermanas como la rosa se distingue de las otras flores.

Era alta, esbelta y airosa, su cabello negro como el ébano, abundante, crespo y suave como la seda; su rostro sin ser soberanamente bello, era dulce y simpático, sus ojos profundamente negros y melancólicos, velados por pestañas largas y crespas, revelaban una exquisita sensibilidad, su voz era apacible y armoniosa, y sus maneras tan afables, que no rea posible tratarla sin amarla, tocaba el piano admirablemente, y cuando su mano resbalaba con cierto abandono por el teclado, sabia sacar notas que parecían salir de su alma, y que pasaba a impresionar el alma de sus oyentes”.

De esta platónica relación entre José Martí y María García, Izaguirre lo explico de la siguiente manera: “Tenía 16 años de edad, y hasta entonces había permanecido insensible a los tiros del amor, su familia era su encanto, y a ella consagraba los tiernos afectos de su corazón, sin embargo desde que Martí frecuentaba la casa se noto en ella cierta tristeza que nadie se explicaba, así como el silencio en que se encerraba delante de él, era evidente que algo pasaba en su interior, pero ese algo nadie se lo explicaba, y quizás ella misma ignoraba la causa de lo que le pasaba, lo que si sabia ella, era que cuando veía a Martí experimentaba un deleite supremo, y que cuando el estaba ausente su tristeza aumentaba, su ansiedad de verlo era mayor y no cesaban estos tormentos hasta que él se hallaba de nuevo en su presencia.”

Lejos de aprovecharse de esta intensa pasión que María sentía por José Martí, el propio Izaguirre aclara: “Este sentimiento desconocido para ella, fue creciendo de día en día, hasta tomar los caracteres de una pasión, y aunque ella lo disimulaba por el recato propio de una joven educada, en el amor a la honra, bien comprendía Martí lo que le pasaba, caballero ante todo, y ligado por igual sentimiento a otra mujer a quien había jurado ser su esposo, se abstuvo de fomentar con sus galanterías o con demostraciones de afecto aquella pasión que parecía próxima a tomar las proporciones de un incendio, su papel se limitó desde entonces a tratarla simplemente como amigo, y fue separándose poco a poco para que María comprendiese que no debía entregarse al sentimiento que la dominaba, porque por más que el reconociese sus merecimientos, como los reconocía, y que simpatizase con ella, no podía corresponder a su pasión.”

Días más tarde María le envió una misiva donde le decía que necesitaba volver a verlo, hablar con él, sentirlo cerca, y quizás también sentirlo suyo. “Hace días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tu siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas Bazán. No hubo respuesta…

“Ella por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador:
el volvió con su mujer
ella se murió de amor

Como de bronce candente
al beso de despedida
era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida

Se entro de tarde en el rio,
la saco muerta el doctor
dicen que murió de frio
yo sé que murió de amor

de acuerdo a los estudios de la obra poética de José Martí, María García Granados “La niña de Guatemala” murió realmente de tuberculosis, una enfermedad tan grave en esos tiempos que no permitía adentrarse a las frías aguas de un rio sin que hubiese fatales consecuencias, (prácticamente un suicidio) un poema anterior al IX de “Versos Sencillos” hace sospechar que José Martí ya conocía el padecimiento de la joven, y lo escribió para consolarla y halagarla.

“Terrestre enfermo que a sus solas llora el furor de los hombres, la extrañeza de su comercio brusco, y su odiadora feraz naturaleza -Siento una luz que me parece estrella, oigo una voz que suena a melodía, y alzarse miro a una gentil doncella, tan púdica, tan bella que se llama – ¡María!”.

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