Columnas

DE MASACRES A MASACRES

FRANCISCO CUÉLLAR CARDONA 

El 10 de julio del 2016, alrededor de las 7 de la mañana, un grupo armado llegó a un domicilio de la colonia Ampliación López Mateos, en Ciudad Victoria y asesinó a 11 miembros de una  familia.

Nueve eran mujeres, cuatro de ellas eran menores de edad. Un mes después, en la colonia Pedro Sosa, también en Ciudad Victoria, otro grupo armado masacró a una familia más, entre ellas, una bebé recién nacida. 

La noticia, entonces, no ocupó los titulares ni los espacios en la prensa nacional como ocurrió con las masacres de Minatitlán o Coatzacoalcos, Veracruz donde igual fueron asesinadas en los dos eventos 45 personas, menos captó la atención como el multihomicidio en Chihuahua, donde este lunes grupos criminales mataron a nueve integrantes de la familia LeBarón de origen estadounidense, en donde seis de las víctimas fueron menores de edad.

Desde que empezó esta guerra contra el narco, las ejecuciones masivas, donde han perdido la vida muchos inocentes, sobre todo niños, han sido muchas y todas han quedado impunes; los responsables siguen sueltos y cometiendo todo tipo de crímenes.

Los gobiernos panistas, priístas y ahora morenistas, se acusan de todo, pero ninguno quiere asumir su cuota de responsabilidad en este delicadísimo problema. Vicente Fox, entregó el país al narco, y nunca ha tenido el valor de reconocerlo. Calderón está peor: Justifica a grito abierto su guerra, pero nunca ha admitido que se equivocó y se pasea por todo el país impunemente sin reconocer los más de 200 mil muertos de su gobierno. Peña Nieto y toda su herencia de corrupción dobló las manos ante el crimen y dejó al país en manos de éste. Y ahora Andrés Manuel, con una estrategia timorata, culpa y acusa a sus antecesores de todo lo que está pasando, y montado en su soberbia, no quiere reconocer tampoco que no puede con el crimen y las armas que muestra para enfrentarlo todos los días lo pone en evidencia. El Estado está rebasado y no solo no puede, sino que está sometido por la delincuencia, siendo el culiacanazo el ejemplo más contundente del fracaso de su estrategia de amor y paz.

La violencia está desbordada. Todos los días hay masacres que no trascienden mediáticamente como el de la familia LeBarón, Minatitlán o  Coatazcoalcos, porque el mismo gobierno los encubre. Las estadísticas son frías y crueles, pero más miserables son las mentiras oficiales que se ahogan en el silencio.

A propósito de los acontecimiento de Culiacán y de la década violenta que se ha vivido, a México, en opinión de los expertos en temas de seguridad, ya se le conoce en el mundo como el país de medio millón de muertos, y donde los grupos del crimen han arrodillado a los gobiernos y los han convertido en sus aliados a partir de estrategias de pacificación y perdones vergonzosos.

El país de la esperanza y de la paz que prometieron, se está convirtiendo en una pesadilla sangrienta. Las masacres en este gobierno, suenan más y duelen más porque las expectativas que ofrecieron fueron muy altas que se están acabando a punta de balazos. Y lo que es peor: 

la sociedad otra vez se está desencantando. La reclamación de Gael Garcia que a unos causó gracia y a otros enojo, seguramente que se queda corto, porque no basta reprochar ahora el ¿porqué se votó así?. El reclamo debe ser…¿y a ahora, quién chingados podrá salvarnos?.

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