Columnas

Dinero, partidos y el abismo

CARLOS PUIG

n procedimiento de rutina en el Instituto Nacional Electoral, la asignación de recursos públicos a los partidos políticos ha regresado a la discusión pública el tema del dinero, los partidos y su financiamiento.

Los legisladores de Morena volvieron a decir que presentarán una reforma para disminuir el dinero público. El presidente Andrés Manuel López Obrador, ayer en la mañanera sugirió que al menos, sin cambio de ley, los partidos lo hagan por sí mismos:

“Hago un llamado a los dirigentes de los partidos políticos para que actúen de manera consecuente, no pueden estar recibiendo tanto dinero los partidos políticos, tienen que reducir sus gastos y tienen que devolver el dinero a la hacienda pública, un porcentaje de esas prerrogativas…Yo esperaría que el día de hoy empiecen a manifestarse al respecto los dirigentes de todos los partidos, quiero escuchar que sean los primeros los partidos progresistas, hoy quiero escuchar el posicionamiento de los dirigentes de los partidos, cuando menos deben de reducir sus gastos —es una sugerencia, no se vaya a malinterpretar— cuando menos en un 50 por ciento, a la mitad”.

No hay nada más popular que quitarles dinero a los partidos. Los políticos son el diablo y los partidos donde habitan, o eso cree buena parte de la población, aunque después se la pasen pidiendo que los políticos provean de todo. En fin, signo de los tiempos, ya ven quien gobierna Morelos, por ejemplo.

México ha optado por el modelo de financiamiento público para los partidos políticos. Otros, Estados Unidos, por ejemplo, no. Por eso la industria de las armas tiene el control que tiene sobre los políticos.

Hacer un sistema de financiamiento público con poco dinero puede ser la peor receta. Porque el dinero va a llegar. Porque las campañas y hacer política cuesta dinero. ¿Do dónde llegará? Pues vaya usted a saber. Si de por sí, cuántos gobernadores, presidentes municipales, diputados, llegan comprometidos con quienes financian por abajo del agua sus campañas; quitémosles dinero y otros lo cubrirán.

Más bien habría que gastar más dinero en fiscalizar de dónde viene el dinero de los partidos y las campañas y cómo se gasta.

O dejarlos a todos sin un centavo, para que el dinero negro disfrute (aún más) de comprar gobernantes.

Fuente: Milenio

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