Columnas

Café y a Media Luz | Nuevos puentes

En la gira del 2005 por la Huasteca potosina tuve la oportunidad de entrevistar en un par de ocasiones al actual presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador. La indicación que habíamos recibido de parte de la empresa para la cual prestábamos nuestros servicios era clara: La charla debería ser de suma importancia para el interés nacional y no solo para el regional de San Luis Potosí.

De igual manera acompañaríamos en el mitin político al entonces candidato del PRD para observar, de primera mano, la respuesta de la población y así poder suponer en qué condiciones se daría la contienda en contra del rival a vencer, Felipe Calderón Hinojosa, quien estaba amparado por el Partido Acción Nacional. Del representante del tricolor, como dice el corrido, “no había ni qué discutir”.

Tres, quizá cuatro preguntas con “buscapiés” le lancé al tabasqueño. Las respuestas que me dio, me imposibilitaron a seguir cuestionándole, pues la habilidad del hombre para escabullirse de cualquier declaración que le ocasionara un conflicto posterior, era incuestionable. Con los razonamientos que le convenía contestar “a su manera”, hasta jalaba aire para que su voz fuera alcanzada por los micrófonos del sonido local y así, los asistentes, también pudieran escuchar lo que decía.

“Chispazos de imaginación en el contexto de la demagogia”. Una vez lo comentamos y hoy, lo repito. Debo reconocer que admiro esa virtud de AMLO. Uno de ellos fue el que, prácticamente, hundió la campaña de Ricardo Anaya, cuando este bajó de su pódium y, con actitud heroica, se desplazó por el estudio de Tv y se posó frente al tabasqueño para retarle, AMLO solo se abrazó en actitud de cuidar su billetera ridiculizando la conducta del joven candidato panista. Fue la victoria de uno y la dolorosa derrota del otro.

Sin embargo, en una de las últimas mañaneras, el presidente López contestó, quizá sin pensar, la interrogante de una reportera en torno al detrimento económico de la actividad turística por la supresión de los fines de semana “largos”.

¡No creo!, dijo AMLO, quien, en otras fechas, en otros momentos y en otras circunstancias hubiera gritado “¡Estamos seguros que no habrá merma económica!” o algo similar. Lo anterior me hace pensar que no tenía contemplada la queja del gremio turístico fundamentada en la actividad que registran durante “los puentes” y solamente había pensado en lo que llamó “fortalecimiento de la memoria histórica” de las efemérides respectivas.

Sostuvo que el Tren Maya – en el 2022 – y la limpieza de las playas caribeñas de sargazo eran los sustentos de su suposición. Esta “creencia” aumentó la preocupación de los actores protagonistas de la bien llamada “industria sin chimeneas”, quienes a través de diversos medios le hicieron llegar la queja al representante del Ejecutivo federal.

“La cosa” no paró ahí. Ese día por la tarde, a través de sus redes sociales, el secretario de Turismo, Miguel Torruco, publicó en sus redes sociales que se había reunido con el mandatario y jefe del gabinete económico, Alfonso Romo, para tratar este tema, aún no entiendo bien con qué intención, pero declaró que “se había llegado al acuerdo de respetar las fechas cívico–históricas del país”.

Para, posteriormente, agregar algo que, estoy seguro, colmará de alegría a los hoteleros, docentes y niños de nuestra nación. El burócrata anunció una “alternativa” y en el siguiente tweet escribió de manera literal: “Ajustar el calendario, en coordinación con el titular de la SEP para propiciar a través de nuevos puentes, el fortalecimiento familiar y los viajes a las 134 plazas turísticas del país”.

Si esto llegara a ser verdad, ¿no se estará dañando el de por sí ya lastimado nivel de calidad que tiene la educación en las escuelas públicas de nuestro país? Y antes de ofender a algún maestro que sí hace su trabajo y cumple con su labor dignamente, insisto de manera enfática que la pregunta cuestiona al nivel y al sistema educativo que no son precisamente los mejores.

Basta y sobra decir que, como respuesta a la declaración de Miguel Torruco, los usuarios le propinaron una lluvia de críticas e insultos.

Una de las respuestas que más llamó mi atención fue la de un padre de familia que le escribió “Pequeño gran detalle. En los días oficiales, padres e hijos podían descansar. Si se modifica el calendario escolar, solo los niños descansarían. ¿Qué se haría al respecto?” El usuario está respaldado por la razón.

De ser promovida esta situación, el gobierno se estaría metiendo “en camisa de once varas”, pues el obrero tendría derecho a los días de descanso en las fechas oficiales además de los “nuevos puentes”, cosa que perjudicaría en los índices de productividad. Si la industria decide no darle el derecho a disfrutar de esta nueva disposición, se vería obligada a pagar el salario extraordinario, algo que tampoco será de mucho agrado y si solo se aplica el beneficio para los menores, llegaríamos al mismo punto que inició la discusión: No habría actividad turística, ni cohesión familiar, y me atrevo a decir que tampoco “fortalecimiento a la memoria histórica”.

Dentro de las muchas decisiones tomadas por el actual gobierno, la que comentamos este día no tendría razón de ser. Los fines de semana largos estaban en un justo equilibrio entre lo que mandata la Constitución, la actividad turística y sus bondades económicas, el beneficio sociológico del fortalecimiento de la estructura familiar y el sistema educativo.

La decisión afecta directamente ese equilibrio; repararlo implica dar marcha atrás a la propuesta hecha por el Ejecutivo y, por lo que hemos visto y oído, eso no ocurrirá. Veremos, entonces, qué ocurre en esta situación, gentil amigo lector.

¡Y hasta aquí pues, como decía un periodista, el tiempo apremia y el espacio se agota!

Fuente: El sol de Tampico

Notas relacionadas

Botón volver arriba