La UAT: de la patada
Veintiocho millones trescientos mil doscientos treinta y tres pesos (28,300,233.00) es la merma que tuvo la Universidad Autónoma de Tamaulipas, con la transferencia de esos recursos públicos destinados a la educación superior, para el negocio del futbol profesional, concretamente en el financiamiento del equipo Correcaminos de la segunda división.
Veintiocho millones, a los que habría que agregar el uso del estadio de futbol «Marte R. Gómez» de Ciudad Victoria, con lo que esto implica en gastos de energía eléctrica, agua, mantenimiento, vigilancia, salarios de los afanadores, jardineros, etc., etc., es lo que destinaron en 2017 las autoridades universitarias, para apuntalar un espectáculo deportivo, que por supuesto no es una inversión en el deporte, porque no debemos confundir el «show», con la práctica de la disciplina deportiva.
La sangría de los siempre magros e insuficientes recursos para la educación superior pública, que llegó a niveles de escándalo en el sexenio anterior en el que se derrocharon millones de pesos para la diversión y el atraco de Egidio Torre, su alcahuete Guillermo Martínez, y su cuñado Basave, ha tenido continuidad en una administración universitaria que es fiel representante del status quo que ha imperado en la UAT desde hace varias décadas.
Veintiocho ocho millones de pesos reconocidos y consignados en el reporte que encontramos en la página de transparencia de la propia Universidad Autónoma de Tamaulipas, en el capítulo de «Personas físicas y morales a quienes se asignan recursos públicos», se complementan con otros cuatro millones cuatroscientos mil pesos autorizados para que se «gasten» en el negocio del basquetbol profesional.
Miles de jóvenes en Tamaulipas se quedan sin posibilidad de estudiar la preparatoria o una carrera profesional, y si logran acceder a las aulas universitarias, en el caso de los muchachos de Reynosa, se deben conformar con elegir una opción de las pocas que se ofrecen en su ciudad, en donde no hay posibilidad de estudiar carreras del área médica, ni de la ingeniería metal mecánica ni de las ciencias sociales, y mucho menos de las ciencias puras o la filosofía.
Está visto que los directivos de la UAT, y para precisar: el Rector José Andrés Suárez Fernández, están más interesados en el negocio, en el entretenimiento y las frivolidades, que en cumplir con la tarea más importante de las instituciones de educación superior: educar.
Por Oscar Díaz Salazar