Política

La alianza desesperada

Opinión por Héctor Garcés

Tras los resultados electorales de la histórica jornada del pasado 6 de junio, algunos analistas llegaron a la conclusión de que si hubieran ido en alianza el PAN, PRI y PRD en Tamaulipas, Morena no hubiera ganado la misma cantidad de municipios importantes.

Es bastante fácil sumar los números al final de una elección y llegar a presuntas ‘conclusiones’, pero es muy diferente realizar las proyecciones estadísticas antes de firmar una coalición electoral ya que las variables y los factores en juego son múltiples.

Al respecto, existe una lección básica: la política no es una ciencia exacta. Por tanto, de arranque, es muy complicado pronosticar las cifras y los porcentajes que aportará cada uno de los partidos que firmen una alianza.

En base a los antecedentes, es muy probable que Acción Nacional haya considerado que, en un escenario de polarización, el Revolucionario Institucional se desplomaría a un solo dígito y la Revolución Democrática si acaso alcanzaría el uno por ciento de la votación total.

Así sucedió: el PRI no alcanzó el 10 por ciento de la votación y el PRD se quedó por debajo del punto porcentual. En apariencia, el análisis de prospectiva no estaba tan errado. Además, influyó un factor que contó muchísimo en su momento: los panistas evitaban negociar posiciones con priistas y perredistas, ya fueran las candidaturas a alcaldes, así como las nominaciones a diputados locales y regidores.

Ante ese escenario, el panismo prefirió ‘piratearse’ algunos militantes del tricolor, como fueron los polémicos casos de Yahleel Abdala, Oscar Almaraz y Jaime Turrubiates. De los tres, solo el victorense salió adelante y ganó la diputación federal del Quinto Distrito, aunque perdió en la cabecera, en Ciudad Victoria.

Es decir, la estrategia del ‘pirateo’ de candidatos priistas resultó fallida. ¿El motivo? Esos movimientos generan mucho ruido mediático en un ambiente de controversia y, por tanto, suman pero también restan simpatías y preferencias. Va de nuevo: la política no es una ciencia exacta.

Aunque hubieran establecido una coalición electoral panistas, priistas y perredistas, como quiera no hubieran ganado ni de chiste las alcaldías y las diputaciones locales de Reynosa, Matamoros y Ciudad Madero, los verdaderos bastiones de la Cuarta Transformación en el estado.

Vaya, Morena y PT como quiera se hubieran llevado la mayoría del Congreso del Estado o, por lo menos, la elección del Legislativo hubiera derivado en un empate, aun y cuando el PAN, PRI y PRD hubieran pactado una alianza.

Aquí, en esta columna, se ha escrito muchas veces: cada elección es distinta, cada proceso electoral es diferente. Nunca se dan las mismas circunstancias, las condiciones son diversas, el contexto cambia, se modifica por las variables y factores que entran en juego.

La siguiente elección, la contienda del 2022, es distinta a la del pasado 6 de junio por algo elemental: solo se disputará la gubernatura del estado. ¿Eso qué plantea? Para comenzar, los candidatos a gobernador tendrán que convencer por sí mismos. No habrá candidatos a alcaldes o diputados locales o federales que les ayuden en cierta ciudad o distrito. Nada de eso. Es una batalla a una sola urna.

La próxima elección no tendrá posiciones qué negociar o repartir en candidaturas a los Ayuntamientos, las planillas de síndicos y regidores, o en el Congreso del Estado. La mesa de negociación se limitará a los puestos del gabinete y ciertas áreas de gobierno… en caso de ganar.

La elección de 2022 es una especie de referendum: es un juego a todo o nada, es un mano a mano entre los candidatos a la gubernatura con el respaldo de los partidos que los impulsen, pero es un escenario donde no hay más.

Bajo ese panorama, quienes promueven la alianza entre PAN, PRI y PRD deben considerar que no hay más posiciones a repartir el siguiente año, salvo las áreas del Ejecutivo, las que ahora detentan las elites de l

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