NO CIERRA LA HERIDA
Tiempo de opinar
Raúl Hernández Moreno
Con la frente en alto. Siempre intente ser útil. A cerrar ciclos, escribió en su muro de facebook, Rafael Nolasco Ornelas.
A su vez, Javier Lozano Rodríguez escribió: “Es amplia y profunda la inconformidad, es claro el atropello y el abuso de poder; es expresa la falta de voluntad política que vivimos en el PRI.
Es lamentable la factura que se tendrá que pagar por parte de quienes hemos puesto todo nuestro corazón y trabajo en campaña y más aún que defendemos al partido que queremos, porque creemos en los ideales y en la gente buena y con ganas de servir que militamos ahí”.
Advierte de los riesgos de represalias: “Si expresar mi preocupación y compartir con muchos el sentimiento de inconformidad ante la imposición de un dirigente me cuesta no ser tomado en cuenta para una candidatura, sobre todo en estos tiempos donde la derrota ha sido la constante, pues, ¡que así sea!
No pienso cambiar la aspiración de ser candidato, en esta o en cualquier elección futura, por la dignidad que como un militante más de PRI nos merecemos todos.
Les dejo una pregunta, ¿Cómo pretendemos defender el triunfo, si no podemos defender nuestra dirigencia local?”.
El sentir de los dos ex dirigentes juveniles del PRI refleja el desánimo que existe entre los priistas por el futuro que viene. Los felices son pocos y lo están porque saben que perdiendo ganan. Es cómo cuando Jorge Valdez iba en el primer lugar de la planilla de regidores del PRD y por los pocos votos obtenidos no llegó. Desanimado, la noche misma de la elección, le dijo a Víctor Martell: “¡Perdimos, perdimos!”, a lo que este le dijo: “¿Perdimos?, perdiste tú”.
Si en estos momentos fuese la elección, el PRI estaría perdido. Lo peor es que no se ve que el panorama pueda mejorar de aquí al 1 de julio del 2018, porque la división interna cada vez es más profunda.
Pero además, el PRI ha perdido cuatro de las últimas cinco elecciones realizadas en Nuevo Laredo: En el 2012 perdió la elección de diputado federal; en el 2013 la presidencia municipal; en el 2015 se perdió Nuevo Laredo, pero con los votos de la ribereña se pudo gana el distrito; en el 2016 nuevamente la presidencia municipal, sin contar que en el 2012 perdió la de presidente de la república y de senador.
Los números del PRI se han mantenido en 50 mil votos en los últimos procesos electorales, algunos más, algunos menos, frente a 84 mil del PAN en el 2013 y 76 mil en el 2016. No ha habido competencia.
Como si todo esto no fuese poco, el PAN con Enrique Rivas parece invencible. ¿Por qué?, porque es el alcalde en turno, porque tiene el respaldo del gobierno estatal, porque entregar miles de apoyos mensuales como despensas, becas, medicamentos, entre otros, lo hace muy fuerte, porque su nombre y su imagen aparecen miles de veces cada mes en los medios de comunicación tradicionales y digitales.
Con cualquier otro candidato el PRI se vería favorecido, pero no con Enrique Rivas.
El desanimo priista podría ser la crónica de una derrota anunciada para el PRI, a 233 días de la elección, y eso es terrible para cualquier partido, cuando ni siquiera tiene candidato ni hay campaña.
A la mejor al PRI le conviene hacer lo que hizo el PAN en la elección presidencial de 1976: no participar en la elección, ¿para qué, si las posibilidades de ganar cada vez se reducen más? De esa manera, no se gastaría dinero, ningún político cargaría en la espalda el dolor de la derrota, los militantes no se desanimarían más.
Por supuesto el PRI va a participar, a fin de cuentas si los aztecas no tenían dificultades para conseguir víctimas para ofrecerlas como sacrificio a sus Dioses, para el PRI tampoco será problema conseguir esas víctimas. Y además llegaran sonrientes: saben que perdiendo, ganan.