¿De verdad hay lealtad en los políticos?
VIDA DIARIA
Por: Rosa Elena Gonzalez
La lealtad es virtud, la firmeza en los afectos, ideologías, es no engañar, no traicionar por más tentador que pueda ser el momento, el contrato, o el nombramiento y así debería ser en todos los aspectos, en la política y en la vida diaria.
Pero lamentablemente es un valor muy escaso que tristemente tiende a desaparecer y esa tendencia se nota con mayor frecuencia es en los políticos, más en tiempos electorales, todo lo hacen de acuerdo a conveniencias, cuando se les atraviesa algo que huela a dinero, negocios, o poder, la lealtad desaparece por arte de magia, valen más los intereses, lo que se adquiere por espacios de tiempo, sexenios o trienios.
En algunos políticos parece que la traición es parte de su naturaleza, el irse con el mejor postor, ya que lo mismo da azules que tricolores, amarillos o incoloros, ellos al calor de sus deseos son capaces de morder la mano que les da de comer o desacreditar el partido que les dio todo.
Esa es la razón por la que constantemente escuchamos, ya sea en broma o con conocimiento de causa, que los perros son más leales o fieles que el hombre, puede ser real, muchos animales conservan el sentido de pertenencia y nunca olvidan quien les trata bien, quien les da de comer, menos la casa donde crecieron mientras la mayoría de los políticos se guían por sus cuentas bancarias y sus ganancias de poder.
Generalmente muchos políticos, cuando no son beneficiados con lo que esperan, buscan donde calentar sus ilusiones y olvidan la casa donde crecieron, desconocen a quien les brindo cobijo, son capaces hasta de morder la mano que les dio de comer durante varios años.
Muchos, después de jurar que primero están sus ideologías, de pelear férreamente contra todos queriendo defenderlas, de pronto cambian, así, mientras estén encumbrados o con posibilidades de seguir creciendo dentro de sus institutos políticos se mantienen muy leales pero cundo el viento no sopla a favor se les olvida hasta su partido y las ideologías que aseguraban tener para rápidamente adquirir las que mejor les convengan.
Otros políticos son fieles mientras no estén seguros de que todo les favorecerá en otra parte, hasta que consiguen sus objetivos o son deslumbrados por el resplandor de una nueva nomina, lo que menos importa para ellos es el color, por poder y recursos son capaces de tirar la lealtad en cualquier caño y la fidelidad la cambian por oportunidades de oportunistas.
Se les olvida que sus actos no quedan ocultos, que las traiciones resurgen, que serán señalados, ya no serán dignos de confianza pues la gente sabe que quien traiciona una vez lo hace siempre, que solo esperan tiempos o la ocasión para ejecutar la otra traición.
Con esto queda claro que la lealtad es un valor infinito, más quien sabe de ella muchas veces la subasta al mejor postor porque se le pone precio de acuerdo al interés político, económico, y hasta social.
Hay quienes perciben la lealtad como un contrato, un convenio con cláusulas aplicables por tiempos, espacios, y conveniencias y a condición de que les vaya bien, con una duración de tres o seis años, regularmente prescriben meses o días antes de lo pactado sin que los contratantes puedan hacer nada, sabedores que es la ley de la política.
Tristemente, pero queda claro que en política la lealtad solo es un artículo de compra-venta y de eso usted tendrá constancia próximamente, ningún partido se escapara de esa práctica, muchos políticos ofertaran su amor al mejor postor.