El caso Víctor
Maremágnum
Mario Vargas Suárez
Víctor es un niño de cuarto año de primaria en una escuela pública ubicada en el cruce de las avenidas Río de Consulado y la Calzada de Guadalupe, en la colonia Ex Hipódromo de Peralvillo, de la populosa Ciudad de México.
Un día de escuela, a la hora del recreo, dos pequeñas compañeras de aula, acusaron a Víctor con su profesor de que les levantaba el vestido constantemente. El maestro molesto por la conducta de su pupilo de inmediato ordenó a dos compañeros –de los más grandes- que trajeran a su presencia al infractor.
Cargado de pies y manos Víctor fue llevado frente al joven maestro y a pregunta expresa, el escolar no fue capaz de negar la acusación. El profesor, a manera de cómplice y creando un ambiente de confianza, preguntó al niño sobre su actuar, si estuviera frente a la niña que más le gustaba.
Víctor, incrédulo por la actitud cómplice del profesor, dijo con voz muy temerosa que lo primero que haría a esa niña, sería levantarle el vestido. El profesor le felicitó por su audacia y casi en secreto, como en la “Carabina de Ambrosio”, cuando el padre pregunta a Clarita con el clásico… ¿y luego… qué más?
Víctor al ver que su maestro no lo regañó por esa confianza y quizá para satisfacer la curiosidad del maestro, pero quizá también para hacerlo su cómplice, dijo con voz casi opaca, pero muy firme: “luego le bajo los calzones…”
El profesor, felicitó a su alumno por la respuesta y siguió animando a su pupilo… ¿Y luego Víctor, qué más harías?, dijo el docente. Ante tal pregunta el alumno de cuarto grado de primaria se quedó pensando unos instantes y en una respuesta firme, rápida y muy clara dijo a su maestro: ¡Le doy una nalgada y me echo a correr!
En este 2015 Víctor debe ser ya un adulto de por lo menos 50 años de edad y seguramente sigue viviendo por los mismos rumbos por los que creció, pero el profesor no se equivocó al no haberlo castigado por imitar a los adultos.
La explicación que se antoja es que Víctor, de niño, observó a los varones adultos hacer tocamientos obscenos a las mujeres y la lógica del niño fue que era una forma de hacer enojar a las féminas, por lo que él solo quería jugar, de alguna forma con sus condiscípulas.
Sin duda que esta anécdota de la cotidianidad escolar reafirma que el niño es imitativo de la conducta de los adultos y en este caso, teniendo en cuenta el contexto social en el que Víctor se desarrolló, nos da una idea de un nivel sociocultural en el que Víctor creció.
Lo anterior viene a colación por la nota periodística que se originó en el Puerto de Tampico, cuando la prensa regional y nacional publicó que unos niños de segundo grado de la Escuela Primaria “Herman Harris Fleishman”, en la Colonia Las Américas, al norte de la ciudad, intentaron violar a una compañerita dentro de la misma aula de clases.
La pequeña fue escogida por ser la más bonita del salón y “los niños violadores” la tiraron al suelo, le cubrieron la boca, la sometieron y le levantaron la falda, incluso, le quitaron los zapatos.
Todo se interrumpió cuando la maestra del grupo entró al aula y de inmediato “los violadores” suspendieron “su juego”
Las autoridades de la escuela, así como el Jefe del Centro Regional de Desarrollo Educativo en Tampico, Pablo Argüello Castillo, aceptaron el hecho ocurrido desde el día 25 de mayo pasado y reportaron que los “niños violadores” están siendo atendidos por especialistas.
Desde luego que el caso de la niña de Tampico y el de Víctor que aquí se reporta son patrones de conducta de los adultos y con seguridad son los padres de familia quienes “cargan” la responsabilidad de lo que sus hijos aprenden.
Hay más ejemplos, como el del niño secuestrado y asesinado por otros infantes en Chihuahua.
Pero todavía más:
Los medios de comunicación, sobre todo los que manejan imágenes, son responsables de los programas que transmiten, desde las noticias hasta las telenovelas y dibujos animados, donde se maniobran escenas de violencia y no solo a la mujer. Es cierto que los padres debieran controlar la programación de tv de sus hijos, pero también sabemos que ellos tienen que trabajar y muchas veces los niños pasan muchas horas solos.
Finalmente responsabilizo al Estado, -como ente reguladora- por permitir la trasmisión de escenas que de una forma u otra son vistas por mentes infantiles a quienes les influye y no siempre es para bien, como en el caso de la escuela tampiqueña.
Comentarios: mario.vargas@starmedia.com