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El candidato intoxicado

El candidato intoxicado
Por: Mauricio Fernández Díaz

Existen entes tan tóxicos que todo lo que tocan contaminan.

Estos seres por lo común se dedican a la política, y no son exclusivos de partido alguno.

Con una enorme capacidad para engañar, comprar conciencias, inventar historias y hacer promesas que saben jamás cumplirán, desfilan por la vida parasitando al sistema, haciendo de la política un modus vivendi porque sencillamente no saben hacer otra cosa. Aman ganar dinero sin esfuerzo, tener poder, recibir halagos, disfrutar la vida y sus placeres.

Con total cinismo apuestan o a la mala memoria de sus conciudadanos o bien al enorme poder del dinero, mismo que utilizan para acallar verdades y comprar mentiras.

Esos que hoy son candidatos a diputados federales, aves de paso, nueces vanas, jamás harán algo a favor de nosotros, lo tenemos muy claro. Le deben lealtad a quien los impuso, al partido que les da la oportunidad de continuar con un tren de lujos y despilfarro que de otra forma jamás hubieran soñado vivir.

Alejandro Guevara, candidato a diputado federal por el Mante es un claro ejemplo de lo que es un ente toxico, un zángano parásito del sistema.

Al candidato ya se le olvido que una vez fue diputado federal y no movió un dedo para lograr algo que beneficiara a sus “representados”; al contrario, votó a favor leyes lesivas, amparado en la impunidad del montón, de esa masa gris que es la bancada priista, obedientes como canes entrenados para defender el cartel al que pertenecen.

Alejandro Guevara es tan contaminante que ya ha logrado inocular con su veneno a quienes antes veían en el a un ser monstruoso, con todos los defectos del mundo. Ahora, ya corrompidos, casi lo santifican, lo alaban y adoran.

Es increíble como una persona que ya demostró su ineptitud, su total indiferencia por ayudar al pueblo, hoy vaya por ahí, tratando de convencer de que “Ahora si” va a hacer algo por el distrito que ya representó antaño con más pena que gloria.

Y aún más patético es que al susodicho ente se le nombre como “aspirante” a la guberntura.

Obras son amores y no buenas razones, nos dice la sabiduría popular. Y Alejandro Guevara ha demostrado no una, sino muchas veces que a nadie, a excepción de sus amigos y parientes, ha beneficiado.

¿Por qué habríamos de creer que “ahora sí” va a hacerlo?

El pueblo, la ciudadanía nada le debe, pero Alejandro cree en su megalomanía, que todo se lo merece.

Sus bravuconerías, sus excesos de toda índole, su altanería y soberbia son los adjetivos con que lo han calificado sus antes críticos y ahora amanuenses.

Como manzana envenenada, Alejandro Guevara ya cobró sus primeras víctimas. Esperemos que el resto, los seres pensantes, los que en realidad quieren que cambie México no sucumban ante este tóxico personaje y el día de votar, lo manden como corresponde al basurero de la historia.

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