Estado

Los cuentos del diablo y La Adelita

ESCENARIO POLÍTICO

Marco Antonio Torres De León

“Popular entre la tropa era Adelita”

Cuando oigo decir que ‘popular entre la tropa era Adelita’, yo no creo -como muchos quizás- que Adelita fue una puta.

No…yo me niego rotundamente a creerlo.

Más bien pienso que fue una vieja calzonuda, chingona, una mujerona altiva, atrayente, seductora y orgullosa.

Creo que fue todo esto, además de digna.

Y hasta pienso que fue una mujer de faldas largas ajustadas por entre sus generosas nalgas; asimismo ataviada de blusones metidos casi a la fuerza en medio de sus turgentes y jugosos pechos. Senos nectarinos, exquisitos.

También pienso que fue una mujer de armas tomar.

La imagino con su carabina 30-30 al hombro y con sus escasas fuerzas en comparación al hombre, apuntando decididamente directo a los huevos de éste.

Justo en medio de sus pantalones, en donde bifurcan sus dos extremidades, abajito del ombligo.

Pienso que por esa razón nadie se sobrepasó con ella.

Nadie deseaba perder sus joyas.

Bueno, creo esto a menos que me equivoque. Aunque equivocarse sea de humanos…

Pasemos a otro tema.

El origen de las palabras es sorprendente y muchas veces es producto de ‘camaleonismos’ propios de la psiquis humana.

A fin de cuentas todas las expresiones, términos, léxico y palabras que existen en el mundo provienen del vulgo, del hombre común y corriente.

Mientras que las expresiones cultas provienen de los cultos, obvio.

Como la expresión ‘uta’, que se usa particularmente en el sur de Tamaulipas y que tiene un origen curioso a mi parecer.

Es una especie de apócope de ‘puta’ que cuando niños, lo usábamos para reducir el enojo de nuestros padres.

Decíamos la expresión disfrazada, para no ser víctimas de la mítica y legendaria ‘chancla voladora’, o ‘el huarache supersónico que vuela por el aire’, y que iba a pegarnos justo en medio del hocico, entre quijada y oreja.

Un ‘Uta madre’ o ‘uta máquina’ era mil veces mejor decirlo frente a la vigilante mirada de mamá, que un ‘Puta madre’. Interjección ofensiva de por sí.

Cierto, nos ganamos coscorrones, tirón de orejas o levantones de patilla, pero nunca tan fueron tan severas como cuando decíamos ‘Puta madre’.

En tal caso un cachetadón resolvía la controversia.

Todo problema acababa cuando oíamos:

-‘Ya,párate de ahí, no estés chillando y vente a cenar’.

Igual -pienso- ocurre con la expresión ‘no manches’, que comenzó a ser usada cambiándola por la palabra ‘no mames’.

Y aquí en México, decir ‘no mames’ es comidilla de todos los días, parte del menú verborréico vulgar y cotidiano…

Vamos a abordar otro asunto. Es hora.

“En donde gira el remolino, baila el diablo”.

Mi Mante es el pueblo de lo inusual y de lo extraordinario.

Aunque vivan en él unos cien mil seres humanos, diseminados en miles de kilómetros cuadrados y que van desde los linderos del río Guayalejo hasta los límites con Tamuín y Ebano, San Luis Potosí.

Esta es la comarca que yo llamo, la región de los fantasmas come-tierra, la zona temporalera.

Y es que más allá de Los Aztecas y la Nueva Apolonia, en cada verano caliente se forman remolinos endemoniados que hacen juego con el sequedal y los matorrales.

Creando así figuras fantasmagóricas, bajo el candente sol.

Los lugareños ya saben cómo llamar al punto exacto por donde gira -y avanza- un remolino de tierra.

La llaman zona del diablo. Y la marcan con índice de fuego.

-‘Por ahí anda el diablo, tengamos cuidado, no pisemos el lugar, al menos hoy, no’, se dicen unos a otros.

Los lugareños de la zona temporalera, de antepasado michoacano y jalisciense, y al fín viejos paisanos del escritor Juan Rulfo y su universal obra El Llano en Llamas creen en los fantasmas con exageración.

Y creen en las almas benditas o malditas del purgatorio y hasta en las ánimas.

Parece que son sus genes. Lo llevan en la sangre.

Aquélla parece tierra de zombies, aunque en realidad no es.

Gente más cálida, afable y receptiva no se ha visto en El Mante jamás, excepto allá.

Pero volvamos al tema.

Del Mante han salido grandes hombres, y grandes ladrones también.

Han nacido pillos que en un abrir y cerrar de ojos acumularon riquezas y multiplicaron ranchos.

Ejemplo de ello, por citar un solo caso, Abelardo Osuna Cobos, quien con sus múltiples convenios a hurtadillas con el PRI y con el gobierno se volvió multimillonario en un instante, en un abrir y cerrar de ojos.

De poseer una camada vieja de láminas rodantes generadoras de la enfermedad del tétanos, pasó a ser un millonario pueblerino.

De tener -en la década de los 60s- ocho viejos carcamanes llamados ‘Galgos del Bernal’ hoy tiene más de 300 lustrosos Transpaís, mejor conocidos por el vulgo como autobuses Trampa-is o, Transa-is.

Mismos que corren gozosos por todas las carreteras de México.

Aunque a Mister Osuna Cobos le averguence decir que nació en El Mante y haya preferido dar empleo a miles de victorenses y tamaulipecos del centro, trasladando de aquí sus andantes ‘garraletas’ para allá.

Por eso El Mante es tierra de magos y alquimistas.

Además, es El Mante el único pueblo donde a los niños les enseñan que los galápagos (bebés) hay que capearlos desde el cielo, no desde ríos o charcos.

Constantemente -los papás recomiendan a sus niños- miren al cielo y eviten que les caigan en sus cabezotas.

Los galápagos son una especie de tortuga con dura caparazón.

La creencia dice que son muy pequeños, pequeñisimos cuando bebés, pero enormes, inmensos como huevos prehistóricos cuando crecen y alcanzan edad.

Dicen que los absorbió el vapor de agua desde la tierra y que sus huevecillos, al fragor del viento volaron en el aire. Y se protegieron en medio de nubes de algodón.

Es cuando una vez abiertos y una vez que las nubes revientan, azotan en tierra.

Creando grave peligro para los humanos, sobre todo para los niños.

Fábulas, juegos, lo que sea. Pero esta es una cara del pueblo mantense.

Y es que el mundo de los mantenses está muy cercano a la naturaleza, al agua, al fuego, al viento y a la tierra. Todo eso hace que eche a volar su imaginación.

Y hasta hace que su imaginación sobrepase su natural capacidad.

Aclaración: Hasta hoy nadie ha visto caer un galápago desde el cielo.

Mucho menos una tortuguita o un champujón (rana).

El champujón es un embrión de aspecto infantiloide y acuoso (lleno de mucosidad en sus diminutas membranas) sobre quien circulan interesantes leyendas.

Creíbles o increíbles, no lo sé. Pero leyendas al fín.

Eso sí, como mantenses nos consta que desde niños oímos el maravilloso canto de las ranas y sapos. Y quedamos enamorados de sus sonidos.

¿Quién que no fundó una colonia o barrio de la periferia no fue recibido por sus cantos?

Sus candorosos y románticos sonidos, eran interminables cada noche, máxime si la tormenta y lluvia arreciaba.

Quizás el croac-croac de las ranas los mantenses lo conocimos antes que al glorioso himno nacional mexicano.

Pero bien, por ahora es todo, en breve nos leeremos.

Notas relacionadas

Botón volver arriba