ESCENARIO POLÍTICO
Por Marco Antonio Torres De León
Javier Villarreal Terán esperó muchos años antes de decidir lanzarse, luego de haber sido alcalde del Mante de 1999 a 2001.
Pero esta vez no lo pensó dos veces. Es su momento, lo siente, lo percibe. Así lo rumoran los vientos del peñanietismo, dispuestos a recuperar para el PRI todo aquéllo que se le fue de sus manos, como Tamaulipas, quien hace 2 años y medio perdió 6 de las 8 diputaciones federales.
Su grupo político está vivo, latente, y aunque muchos ya han envejecido dejando en la carrera burocrática sus últimos suspiros, no por eso carecen de efectividad o vínculos con la vasta, homogénea y a la vez desigual sociedad del sexto distrito.
El sexto distrito ocupa casi un 38 por ciento del territorio tamaulipeco. El territorio es vasto, vastísimo. De rincón a rincón un automóvil recorre bajita la mano unos 500 o 700 kilómetros y a buen ritmo haría unas cinco horas por carretera.
Javier Villarreal Terán, nació en 1961 y fue alcalde a los 38 años de edad luego de haber sido titular de la secretaría particular con Manuel Cavazos Lerma durante 4 años, de 1994 a 1998. De ahí brincó directo a ser candidato a alcalde y enseguida, alcalde electo.
Voy en serio, voy por todo, según nos confirmó vía telefónica el propio Javo Villarreal, para enseguida decirnos:
Estamos preparando una agenda donde visitaremos cada rincón o lugar del sexto distrito que es inmenso. Y que conocemos por haber sido funcionarios. Sabemos sus necesidades agrícolas, agropecuarias, la gravedad de sus sequías y sus complejos problemas económicos.
A cada lugar le conocemos sus necesidades porque ahí vivimos. Y voy a tener acercamiento una vez más con toda su gente, como la he tenido muchas veces’.
Aunque el reto a vencer se llame Alejandro Guevara Cobos, el auto nombrado ‘Golden boy’ de la política tamaulipeca, quien entre otras particularidades ejerce la política del ‘rompe y rasga’ y del ‘pisa y corre’.
Y la ejerce a costa de lo que sea, sin importar pisotear a todos los cristianos se le crucen en su camino.
Alejandro Guevara ejerce y practica un estilo político raro, solitario, unitario, tal como se oye.
En el entendido que unitario viene de ‘uno’, el que va solo, el que trabaja solo, el que se resiste a ser una unidad repartida en miles para bien de todos; es ególatra, es el que no necesita de más de uno, de él mismo, para triunfar políticamente.
Así pues, para redondear el ejemplo diremos que el vector de unitario es uno.
Otro ejemplo, toda fracción unitaria cuyo numerador es 1, su denominador es un entero positivo.
Eso es Alejandro Guevara, es un entero positivo, para él es inadmisible que quepan más, salvo cuando están ayudándolo a triunfar. Después se olvida de todos.
Como un aporte extra, diremos que en el pasado, el unitarismo fue una corriente teológica que criticó la Trinidad.
El ególatra (el que tiene veneración por uno mismo), el egocentrista, va casi siempre sin compañía al lado, ejerce una praxis rara, de amor por sí mismo.
En otro sentido, un hombre unitarista metido a la política ejerce -por ejemplo- un rol similar al que juega un guerrillero y su guerrilla iniciada.
Aunque el guerrillero y la guerrilla aniquilan gente, cínicamente viven del Estado y son reconocidos por el estado, aunque sean ilegales.
Un ejemplo claro son las FARC de Colombia, quienes operan con agenda propia pero se alimentan del régimen político dominante, aun cuando lleven gente a la tumba.
Es paradójico. Son delincuentes pero los reconoce el estado colombiano; y el estado colombiano les paga todo, viajes y viáticos a Cuba para que asistan a los congresos en La Habana en donde definen cuántos inocentes matarán cada año.
Aunque sean cleptómanos, invasores de tierras ajenas, el sistema gubernamental los protege.
Bien, hasta aquí con el ejemplo.
Cambiemos de tema.
El minigobierno de dos años para Tamaulipas que viene, está a la vuelta de la esquina.
El tema vuelve a ponerse sobre la mesa, se pone en el tamiz de la discusión; aunque las voces oficiales callen por ahora.
Ya lo dijo Ramiro Ramos Salinas, es una asignatura pendiente definir si el próximo proceso electoral será de dos años o de seis. Su respuesta empero dejó más dudas que aclaraciones.
Es cierto, aun no llega el tiempo. Falta casi un año para eso.
Digamos que este asunto se pondrá en boga o arrancará exactamente después de las elecciones federales (1 de junio de 2015), cuando se elegirán candidatos a gobernador por cada partido.
Se espera que antes de por mayo de 2015 el congreso vote si decide un gobernador de 2 años o de seis.
El plan generalizado cuya esencia se esconde en las reformas electorales y políticas, es empatar todos los procesos electorales habidos y por haber.
Así pues, de que el régimen paralelista de celebrar todas las elecciones ya sean presidenciales, federales, estatales y municipales ya viene, eso es indudable.
Decíamos que no es ley, pero es costumbre que se practica desde hace 4 años.
Los ajustes han venido haciéndose paulatinamente.
Hay estados como Jalisco, Tabasco entre otros, que sus procesos estatales y municipales ya se empataron con el sexenio federal.
Esperaremos.
Bien, hasta aquí por ahora, hasta pronto.
Ahora bien, si el gobernador que viene para Tamaulipas en el 2016 va a ser de sólo dos años, créalo usted que vendría con la manga extendida del gobierno de Enrique Peña Nieto, para que haga mini tareas, mini trabajos, y para que cumpla mini instrucciones porque el tiempo apremia.
No olvidar que será de dos años.
Llegaría con el sello de un típico gobierno centralista, a la orden y a la carta.
Casi casi el candidato elegido estaría siendo prediseñado, pre confeccionado por los confeccionistas oficiales de Los Pinos.
Las mangas, las solapas, el corbatín, los tirantes, la figura, el camisón, las pantalonetas, sus zapatos y sus calcetines estarían siendo hechos a la justa medida.
Hay visos que advierten que un aspirante del PRI que ya anda en la búsqueda de eso es Marco Antonio Bernal Gutiérrez; y que gozará de un cincuenta por ciento de descuento en todas sus compras si lleva su credencial de 70 y Mas a la mano.
Esperemos mejor.
