CENA DE NEGROS
Marco A. Vázquez
Debieron pasar 10 años para que autoridades de Estados Unidos, la PGR y otras declararan prófugo de la justicia a Tomás Yarrington Ruvalcaba, ex gobernador de Tamaulipas, ahora acusado de muchos delitos, hasta el de delincuencia organizada.
¿Es o no inocente?, el pueblo, que dicen los políticos nunca se equivoca, en su juicio sumario ya lo declaró culpable y desde hace muchos años, le habló de poquito tiempo después de que abandonara su puesto, de que empezaran a conocerse propiedades, la fortuna que dicen tiene en su poder, y hasta los 600 millones de pesos que el gobierno pidió prestados a poquitos días que se acabará su sexenio y desaparecieran todos sin dejar huella y que en aquel tiempo se dijo los ocupó en una precampaña para intentar ser el Presidente de la República.
Las autoridades, en respuesta a todas esas acciones, le habló del gobierno panista de Vicente Fox y del gobierno panista de Felipe Calderón, que eran los facultados para atacar estos delitos, guardaron silencio al respecto, no hicieron nada, es más, solo movían y removían el caso cuando lo ocupaban políticamente, cuando buscaban votos para el PAN, pronto se diluían las acusaciones o se guardaban en el cajón del olvido.
Obvio que el ex gobernador Yarrington tiene muchos amigos, muchos conocidos, mucho pueblo agradecido con sus acciones de gobierno, ellos seguramente dirán que es inocente, que se le persigue políticamente y tendrán sus razones.
Todo esto viene a colación porque los juzgados federales le han negado al ex gobernador un amparo contra una orden de detención en su contra, ocurrió apenas hace unas horas, lo que hace oficialmente prófugo de la justicia a Yarrington y lo persiguen en más de 180 países.
Por supuesto, lo más importante ahora es que la autoridad acredite la culpabilidad del acusado y más que eso, será muy interesante saber quiénes lo protegieron, quienes omitieron en su momento seguirle una investigación formal y a que sanciones se harán merecedores, digo… no se trata de capturar a un hombre 10 años después de que presuntamente cometió delitos y se nos quiera hacer saber que la tardanza fue nomás porque la justicia es lenta y por ello no se le llamaba a cuentas.
Ha pasado mucho tiempo de que Tomás dejó de ser gobernador de Tamaulipas, de su administración se pueden decir muchas cosas, desde los beneficios que dejó, las cosas que hizo bien y muy bien, hasta los excesos como ese crédito de 600 millones que presuntamente permitieron su enriquecimiento, por lo tanto, ya no se trata solo de capturarlo, meterle a la cárcel y todos tan contentos, así, como si se hubiera tratado de un delincuente solitario y que todos los demás sigan en la impunidad.
Será, por supuesto, muy complicado acreditarle cargos al ex gobernador por el tiempo que ha trascurrido y porque si algo puede presumir Yarrington es de ser inteligente, así que tendremos que esperar que ocurre al final, porque al final siempre llega el final.
Hoy el ex gobernador es prófugo de la justicia mexicana, también de la justicia de Estados Unidos el país donde vivió por largos periodos después de que dejó el poder en Tamaulipas y de que sus posibilidades de ser alguien en el gobierno federal se esfumaron, es acusado de muchas cosas, habrá que ver si por lo menos le acreditan una, o se sigue riendo de ellos acusándolos de que lo persiguen por cuestiones políticas.
Una cosa es clara, la persecución parece más política, con ganas de atraer reflectores, y con ganas de arrebatarle dinero al ex gobernador, eso más que con deseos de cumplir con la ley, si este gobierno de México, o el gobierno de Estados Unidos, hubieran estado empeñados en castigar los presuntos delitos de Tomás Yarrington habrían empezado los juicios desde hace muchos años, por lo menos nueve, o 10, o más, allá cuando realmente tenía poder y hacía y deshacía en Tamaulipas.
El llamado, ahora, es a que le abonen a la credibilidad del pueblo, a que hagan cumplir la ley aun cuando ya hayan pasado muchos años pero en ese proceso deben dejar claro que ocurrió en todos estos años y quien pagará por las omisiones, la complicidad, o el silencio que permitieron al ahora prófugo ex gobernador vivir la vida como rey.
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