EL LEGADO DE MANDELA.
Cuestión Pública
Por: luis lauro carrillo Soto
Tamaulipas México.- El fallecimiento de un guía, líder o dirigente político, social, empresarial o religioso suele producir conmoción entre quienes lo siguen o admiran en las comunidades que comparten y conocen su desempeño.
Viene a cuento lo anterior por la muerte de Nelson Mandela, ocurrida recientemente en Johannesburgo Sudáfrica, cuya trayectoria política es fundamentalmente local, pero proyectando una imagen universal, que generó profundos sentimientos de admiración y respeto, privando a la humanidad de uno de los personajes unánimemente más reconocidos como arquetipo de valores.
Estaba visto que la salud de Madiba (abuelo), como afectuosamente se le conocía, era frágil desde hacía tiempo. Con la muerte de Mandela desaparece una de las figuras claves del siglo XX, un símbolo de la capacidad de los pueblos para superar el pasado.
Huelga decir que fue un dirigente rebelde, con enormes capacidades de organización y unificación de fuerzas, un dialoguista, pacificador, un reconciliador, un combatiente que lucho contra la segregación racial y la discriminación. Preso de conciencia, líder del Congreso Nacional Africano, presidente de la república y premio Nobel de la paz entre otros. En suma un héroe civil.
Conviene indicar que el régimen de apartheid era un gobierno impuesto por la minoría blanca sobre la mayoría de color, que negaba derechos a los negros y ponía las instituciones en manos de los blancos. Su inspiración neonazi establecía rígidas categorías raciales y prohibía toda relación no indispensable entre los distintos grupos étnicos.
Por consiguiente los de piel oscura no votaban ni podían casarse con blancos, y su domicilio los constituían míseros guetos, bajo control policial de la minoría blanca. Podían estudiar, pero solo en universidades reservadas a gente de color.
Como queda expresado, Mandela se elevó por encima de la lucha contra el racismo, erigiéndose como símbolo moral de los derechos humanos y la igualdad entre los hombres. Fue, además, una persona que no solo defendió altas metas, sino que lo hizo a través de principios éticos.
De tal modo que cuando se aparto de esos principios, al tolerar la violencia como instrumento de lucha, supo rectificar a tiempo tras la masacre de sudafricanos negros en 1960. Mandela con su indomable voluntad y razón moral de su proeza trascendieron el ámbito sudafricano y se convirtieron en hitos del progreso social.
En ese tenor Mandela fue una personalidad que pasó décadas, y realidades en la búsqueda de libertad y justicia. Su sacrificio fue de manera profunda y noble. Al final, hasta sus enemigos lo admiraron y respetaron, y con razón. Él es uno de los hombres más notables de los últimos 100 años.
Por tanto, el legado de Mandela para México es el de un liderazgo ejemplar que enfrentó la discriminación, las desigualdades extremas, la exclusión y la represión, con perseverancia, valentía, sacrificio y capacidad política para hacer avanzar en su país la libertad, la transformación de la realidad a partir de métodos pacíficos de lucha. Su legado es de exigencia y compromiso, no de complacencia.
De ahí que los políticos mexicanos, siempre caracterizados en torpedear a sus enemigos, podrían por su país y por ellos mismos convertirse ideológicamente en algo de Mandela.
En definitiva solo nos queda recordar de Nelson Mandela su historia de inteligencia, su lucha, su intransigencia contra el racismo, la injusticia y el totalitarismo, que contribuyo a la construcción de la democracia de la república de Sudáfrica, convirtiéndose este personaje entrañable en un icono mundial de los derechos humanos.
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