Estado

Relatos de Colombia: Santos, Capriles y Maduro en guerra

Juan-Manuel-Santos

ESCENARIO POLITICO

Por Marco Antonio Torres De León

Comenzamos esta colaboración así:

Más allá de que aquí en Colombia a Juan Manuel Santos los venezolanos le tengan pavorosa tirria, y más allá de que los colombianos promedio, en contrarrespuesta estén casados con la prefigura casi al borde de la locura y el heroísmo juntos del rebelde HENRIQUE CAPRILES, (quien no deja a NICOLÁS MADURO ni siquiera respirar) diremos que aquí en donde comienza el cono sur los problemas socio-económicos y de violencia social son francamente parecidos, por no decir iguales a los que vivimos en México.

Más allá de que en esta región tan montañosa oigamos en medios (radio y televisión) que Juan Manuel Santos lanza desde ahora peroratas interminables preludiando su guerra en pos de la reelección, aun con el enojo de millones (la mayoría, según vemos) de colombianos que detestan que haga singular ‘amistad’ con las FARC, diremos que aquí las cosas tampoco están tan mal.

Creo francamente que en México están peor que aquí.

Y es que una cosa es el infierno de la política, tanto en Colombia como en México y otra es la hermosura de los paisajes y de su gente, sus nativos, sus naturales, esto tanto de uno como de otro país, tan hermanados en muchas cosas.

Y además, tan similares en sufrimiento, lágrimas, luto y resquebrajamiento de todas sus estructuras y ordenes sociales que los componen.

Y que no hacen sino generar incertidumbre, violencia e inseguridad.

Pero dejemos este asunto, tan envolvente y subyugante y abordemos temas más ligeros, menos pesados.

Estar metido en este terruño llamado Colombia es como vivir en el paraíso.

Esto entretanto los negros nubarrones no cubran ni tapicen su cielo por los cuatro costados, y mientras el sol y el clima templado dominen las montañas y sus pobladores.

Hasta ahí todo estaría bien, hasta ahí podemos llamarlo paraíso.

Y es que acá en Colombia, mirar negros nubarrones en el cielo significa nada más y nada menos que el preludio o anticipo de fuertes tempestades, mismos que aquí son conocidos por los lugareños como ‘huracanes’.

Así estos huracanes duren solo treinta minutos, mínimo y 2 horas máximo.

Este término ‘huracán’ se usa en ciertas regiones, como por ejemplo en la zona montañosa de Colombia, al occidente de Bogotá, a unos 2 mil 600 metros sobre nivel del mar, en ciudades o pueblitos como Santa Rosa del Cabal, Fresno, Palestina, Manizales, Pereira, Arauca o Villamaría por citar algunos.

Hace días conocí La Rochela, un centro vacacional situado cerca de Arauca, un pueblito pequeño (del corregimiento de Palestina, Caldas) situado a escasos 10 minutos por carretera y donde dicen, está siendo invadido poco a poco por el paramilitarismo, aquí llamados ‘paras’ como apócope.

Aunque es pertinente aclarar que aquí rara vez se registran sucesos de violencia, a no ser que se trate de pleitos de cantina entre borrachos.

La verdad la paz es muy cotidiana aquí, contrario a la cruel fama que desde el exterior le achacan.

Sin embargo, contra toda la buena o mala fama que los lugareños le endilgan, en este pueblito de La Rochela (y donde se asienta el centro vacacional) se vive bien, tranquilo, sin violencia aparente.

Quizá por el contrario, atestiguamos que la vida transcurre aquí con normalidad, en medio del sol ardiente, y en medio de un clima templado de 21 grados centígrados en promedio; allá de vez en cuando vemos noches tormentosas, donde con cierta frecuencia se va la luz.

Aquí cotidianamente veo pasajeros abordar los Jeeps (caben hasta 12 pasajeros en un taxi, y esto ya se llama sobrecupo), una especie de taxis rurales o de automóviles compactos que son usados tanto para caminos blandos como duros, tanto para terracería como para carretera.

Los Jeeps son los llamados 4 x 4 y gracias a su potente motor suben pendientes escarpadas, sin siquiera berrear. Los Jeeps son emblemáticos aquí en las montañas colombianas y también son el ícono de los cafeteros de la montaña y de la gente de pueblo, pues suelen usarlos para transportar sacos repletos de café que van directo a las fábricas.

Cada año acá se organizan festivales y desfiles, como el famoso festival llamado ‘Jeepao’ de Quindío, de Armenia (capital del departamento de Quindío) y de Chinchiná, Caldas.

Es aquí donde he visto los Jeeps repletos de café recién cultivado; y es una maravilla mirar un Jeep alzado sobre el aire y parado en dos ruedas mientras avanza entre las calles del pueblo, mientras su chofer hace malabares y milagros para mantener derechito el volante.

Los nervios de todo espectador que va a estos festivales son delirantes, sus miradas son de éxtasis, de tensión acumulada.

Y los aplausos a los hábiles conductores del Jeep no se hacen esperar.

Arauca, por otra parte, es un pueblo de escasos habitantes, y como ya dijimos, es un corregimiento perteneciente al municipio de Palestina.

Palestina es un pueblito donde una vez relatamos en esta misma columna hace 1 año, viven los amantes y colombianos arrancherados más fervorosos de todo Colombia pues oir la música de Vicente Fernández, Marco Antonio Solís y Tigres del Norte es de toda hora, todo minuto, todo momento.

Pues a toda cantina a la que vas o por la que pasas, oyes este género musical.

Es aquí en Palestina donde adoran a Vicente Fernandez y a su vástago Alejandro Fernandez, así como a Lucha Villa, a Cuco Sánchez (y su canción El Mil Amores), a Miguel Aceves Mejía, inclusive a la centenaria Lucha Reyes, a quien muchos mexicanos de la actual generación jamás oímos.

Acá la música mexicana, créanlo, no conoce ni pasado ni presente.

Pareciera que sobrevivió al túnel del tiempo.

Acá oír música con mariachi (sobre todo para llevar serenata) es caro, muy caro, es otro cantar, es cosa elevada, como los mismos colombianos lo admiten con franqueza.

Pero volvamos al tema de La Rochela.

Se encuentra bien metido entre la serranía y entre los escarpados valles del departamento de Caldas. A lo lejos alcanza a mirarse por entre las montañas la gran capital Manizales.

La Rochela se localiza a unos 18 kilómetros del pueblo de Arauca y es el ejemplo vivo de cómo un pueblito puede ser presa de calor severo y de un clima tan caliente, tan solo por el hecho de estar asentado entre cuencas u hondonadas.

Como un dato, diremos que Arauca sobrevive diariamente a unos 28 grados centígrados de temperatura promediada y su elevación sobre nivel del mar (aunque está situado a escasos 30 minutos de Chinchiná, Caldas, que tiene 2 mil 600 metros sobre nivel del mar) es de apenas 853 metros.

Esto es, solo para que nos demos idea de cómo es de accidentada y profunda esta cordillera de Los Andes, en su región Colombia.

Quizá fue por eso, por sus cuencas y hondonadas por que el gobierno colombiano planeó crear cerca de aquí varios centro vacacionales, modestos, económicos de buen gusto y con todos los elementos que tiene todo gran hotel.

Un centro vacacional aquí no le pide nada a un hotel cinco estrellas, sobre todo por una razón: porque a todo paseante le subyuga la idea de mantener contacto con la naturaleza, factor que encuentra aquí. Estar cerca de la naturaleza realmente no se paga con nada.

Estos centros vacacionales, verdaderos paraísos terrenales, son subsidiados casi totalmente por el gobierno, aunque su talón de Aquiles son sus bajísimas cuotas de recuperación, según nos relató una fuente informativa confiable.

Asimismo, esta región del departamento de Caldas es una región rica en agro.

Caldas debe su nombre al prócer independentista Francisco José de Caldas y Tenorio, un sabio, periodista, militar, botánico, científico, geógrafo, astrónomo, prócer y mártir colombiano.

Por cierto, decimos a propósito que Francisco José de Caldas fue un mártir, solo para dejar en claro que este prohombre luchó por la emancipación de los colombianos de hace 300 años (1750 aproximadamente) y que murió asesinado por la misma causa, su búsqueda constante de justicia.

Volviendo al asunto, en lo personal debo decir que fue en La Rochela donde por primera vez comí mangos recién caídos del árbol, como siempre lo he hecho en ciudad Mante, Tamaulipas, mi pueblo.

Y los comí al más puro estilo de como lo hago en mi tierra, tumbándolos a pedradas.

Solo baste añadir que aquí en La Rochela no hubo un mango maduro, delicioso, exquisito que llenara mis ojos, que se resistiera mis pedradas.

Tengo la fortuna de haber estado en algunas regiones de Valle del Cauca, departamento.

Aquí los cañaverales son emblemáticos y el calor es extenuante, pues contrario a la zona montañosa de la cordillera de los andes en la región occidental, aquí el calor alcanza los 34 grados centígrados casi a diario.

Es el clima, siempre lo digo, que más me recuerda al Mante, en donde un lugareño puede cocinar huevos sobre el capote de un auto.

Parece que sale sobrando que los vallunos (gentilicio de los nativos en el Valle del Cauca) son gente cálida, extremadamente amable y bastante relajada.

Este departamento (Valle del Cauca) ocupa hasta donde sabemos el primer lugar en producción de caña de azúcar a nivel nacional; tanto así que una ciudad hermosa de Valle del Cauca llamada Cartago, prácticamente está rodeada de cañaverales.

En el departamento de Caldas, por otra parte, el movimiento carretero es tan intenso que el ojo más distraído se da cuenta perfectamente de que vive en un país riquísimo, por el multimillonario movimiento de trailers (tractomulas, les llaman acá) que cruzan todo el país.

Estar en Colombia obliga románticamente a tener pensamiento provinciano y alma de campesino.

Pues con todas las ventajas del mundo que la modernidad tiene, nunca podrá vencer la sencillez que tiene el colombiano promedio, habituado tanto a decir colombianismos enriquecidos y enriquecedores, que tiempo le faltaría a todo extranjero para conocerlos de ‘pe a ‘pa.

Debemos escribir por último que en Colombia nadie conoce las cuatro estaciones del año, primavera, verano, otoño e invierno, a menos que alguien venga y se los explique, pues aquí, por estar cerca, muy cerquita del ecuador, no existen estaciones del año ni modificaciones en la posición del sol.

Diríamos que aquí los climas dependen del piso térmico en que te estés parado, y que igual puedes pasar del frío que te cala hasta los huesos hasta quitarte tu camisa, ponerte un short y meterte al agua fría en un santiamén.

Esto es Colombia, en parte.

Bien, por ahora es todo, nos leeremos pronto.

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