JUVENTUD Y CRISIS: LA GENERACION PERDIDA.
Tamaulipas México – La situación desventajosa en la que se encuentra la juventud mexicana es el reflejo de las condiciones de precariedad que padece la mayoría de las familias del país. La pobreza, la educación y el empleo son entre otras las causas fundamentales que generan la falta de oportunidades para los jóvenes.
La población de México en los albores del siglo XXI en términos de potencial de crecimiento económico ha permitido al grueso de los habitantes ubicarse en edades productivas. Se trata del llamado bono democrático que no fue aprovechado para detonar el desarrollo debido al modelo económico neoliberal.
Viene a cuento lo anterior por la llegada de millones de jóvenes a la edad productiva en un escenario de lento o nulo crecimiento de la economía con pocas posibilidades de desarrollo, que conjugado con la deficiencia del sistema educativo los vuelve vulnerables, provocando la exclusión temprana de las generaciones que lleguen a la edad adulta en la segunda década del presente siglo.
Apuntado en esa dirección las previsiones demográficas del Consejo Nacional de Población para la década de 2010 a 2019, en México llegaran a cumplir 18 años, 20 millones 500 mil personas, de tal suerte que México tendrá el más grande desafío para satisfacer la demanda de salud, educación y empleo a esa población en edad de estudiar, trabajar y producir riqueza. Llamada la Generación perdida.
Tengamos presente que en la educación existe el problema de abandono temprano, debido a dificultades económicas en los hogares de los adolecentes para costearles estudios, así como la necesidad de trabajar y sobre todo la pérdida de legitimidad de la escuela como vehículo de movilidad social.
Es importante subrayar que la escuela ya no despierta expectativas para el futuro, tampoco ganas de aprender, ni sentido de pertenencia. Asociado a esto está la ineficiencia del sistema educativo que arroja un saldo de deserción anticipada que es la antesala a la vulnerabilidad de los jóvenes y de su exclusión permanente.
En ese tenor el sociólogo Gonzalo Andrés Saravi escribe: “El consumo adquiere cada vez mayor preeminencia como valor y eje de la vida individual y social e incluso como factor clave de integración -exclusión, al mismo tiempo los jóvenes en particular los más desfavorecidos perciben que la escuela no presta utilidad en este sentido”.
Por lo hasta ahora visto la educación no se ha convertido en un igualador social, ni en un espacio de cohesión.
De tal suerte que la educación superior a la que podrá llegar en el mejor de los caos uno de cada tres jóvenes y en la que tiene que costear su educación con recursos familiares, constituye un modelo de reproducción de las asimetrías en las oportunidades de la población, cuando la escuela ha perdiendo legitimidad ante los propios jóvenes.
Por otro lado el desempeño de la economía mexicana caracterizada por el bajo o nulo ritmo crecimiento y un profundo desequilibrio en el mercado de trabajo, donde la población económicamente activa (PEA) aumenta sistemáticamente a una velocidad muy superior a la creación de empleos formales.
De ahí que la escasez del empleo formal hace que la experiencia laboral de la juventud sea insatisfactoria, en vez de representar el inicio de una ruta de trabajo este se convierte en frustración continua y duradera, porque la incorporación al mercado de trabajo no contribuye a construir la identidad y la autoestima juvenil.
Pongamos como ejemplo a los jóvenes menos favorecidos, que luego de las primeras experiencias laborales comienzan a percibir la precariedad de su empleo y la escasez de posibilidades de obtener otros mejores.
Conviene señalar que el ritmo de creación de empleos de la década anterior registró un promedio de 140 mil puestos de trabajo formales al año, lo que a todas luces es insuficiente para dar cabida a miles jóvenes que continuaran llegando al mercado laboral en los próximos años.
He aquí algunos datos: de los 20 millones de personas que accederán a la edad adulta entre 2010 y 2019, del 70% uno de cada diez podrá contar en algún momento con un puesto de trabajo que cuente con toda las prestaciones legales (1.4 Millones). En la década mencionada nueve de cada 10 jóvenes engrosaran a las filas del autoempleo, la informalidad y el empleo precario o el desempleo.
No pasa inadvertido que los Jóvenes poseen deseos de consumo, por tanto la escuela y el trabajo están compitiendo con otras alternativas de ingreso como son las actividades delictivas y violentas de la delincuencia organizada, circunstancias que evidencian la crisis económica, de seguridad y de institucionalidad incapaz de interpretar y satisfacer las demandas del sector juvenil.
Sobra decir que no hay mejor política de seguridad pública, ni estrategia anticrimen que la inclusión social de los jóvenes que hoy habitan las calles. En esta materia no hay razón para recortar el gasto hay que ampliarlo para ellos.
En definitiva mientras México no crezca y genere oportunidades de educación y ocupación formal creciente y sostenida, nuestros contingentes juveniles seguirán siendo un amplio ejercito delincuencial activo y de reserva y con ellos el resto de la sociedad.
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