Deberá ser consensuado entre los que se fueron y el que hoy gobierna.
Podría no pertenecer a ninguno de los actuales grupos de poder.
Por: Mauricio Fernández Díaz
Finalizados los comicios electorales, viene ahora la renovación en la dirigencia priísta.
El día de hoy su presidente estatal Ramiro Ramos acaba de anunciar que en Octubre será lanzada la convocatoria para renovar la dirigencia, con el argumento de que dedicará todo su tiempo a las labores legislativas.
Este hecho solo viene a confirmar un secreto a voces, escuchado en los pasillos del poder, cafes y comederos políticos desde que se dieron a conocer los resultados finales de la elección.
Ramiro Ramos perdió 8 municipios, dos de ellos sumamente importantes, entre ellos nada menos que su tierra natal Nuevo Laredo, con lo que su salida se firmó desde el día en que se cerró la votación dando como ganador a Cantu Rosas.
Aunque trató de mil formas de minimizar este hecho, los politólogos y analistas dieron por sentado que el dirigente no terminaría su período y acertaron.
Ahora, el interés se centra en saber quién será el que dirija la nave tricolor y la lleve al triunfo en los comicios federales del año entrante, en donde se elegirán a los nuevos diputados federales que habrán de acompañar el primer tramo de su mandato al Presidente Peña Nieto.
De acuerdo a como se ve el panorama nacional, con las reformas y proyectos del actual gobierno atorados y criticados, al PRI no le queda de otra que lograr una mayoría absoluta en la Cámara para poder así mayoritear y aprobar las iniciativas que envíe el ejecutivo.
Perder diputados federales ya sea a manos del PAN o del PRD haría depender las reformas que están en la agenda de Peña Nieto de los acuerdos y negociaciones que lograra pactar con la oposición, situación nada fácil dado que ambos ´partidos están ya trabajando con la mira puesta en la siguiente elección presidencial.
Así, quien llegue a dirigir al PRI deberá reunir las suficientes cualidades como para garantizar un rotundo triunfo en contra de un panismo que viene de atrás, empujando fuerte con miras a posicionarse de nueva cuenta en el ánimo de los electores y con la consigna de refrendar el triunfo logrado en los pasados comicios federales en los que el PRI solo logró sacar dos diputaciones federales de mayoría.
Muchos son los nombres que se han venido manejando a lo largo de este mes, algunos con muchas posibilidades y otros nombrados solo para satisfacer el ego del político que paga por esas notas, aun a sabiendas de que sus posibilidades son nulas.
En el sistema político priísta la liturgia para renovar presidencia del partido se sigue al pie de la letra; todos pueden apuntarse, todos pueden aspirar pero solo hace falta el voto de uno para lograr el puesto; quien no esté en el ánimo del gobernador en turno sabe que no tiene la mínima posibilidad de ser elegido.
Claro que los poderes fácticos entran también en el juego; los ex gobernadores hacen sus propuestas y, como la política es de circunstancias nada raro sería que llegará algún personaje que logre el consenso entre los grupos de poder, por lo que bien podría ser alguien que no pertenezca a ningún grupo pero que unifique criterios.
Claro que faltando escasos dos meses para que salga la convocatoria, los nombres ya deben estar sobre el escritorio del número uno, en espera de la decisión final.
Requisito indispensable para quien sea elegido será sin duda no tener –o renunciar a ellas- aspiraciones políticas de cara al proceso electoral federal.
Hay quienes aseguran que será de ciudad Victoria, muy cercano a los afectos del gobernador actual y también del grupo matamoros.
Tomemos en cuenta que Eugenio Hernández ya colocó muchos de su equipo en la actual administración en puestos claves, por lo que no sería sorpresa la llegada de alguien que sirviera de puente entre los que se fueron y tienen fuertes conexiones con el centro (esencial para tener el apoyo logístico y económico necesario ya que la economía estatal está sumamente deteriorada) y el grupo en el poder, que ya no puede darse el lujo de que le repitan la dosis de la pasada elección federal.
