LA CRISIS DEL PAN ¿PODRAN REVERTIRSE LAS CAUSAS?
Acción Nacional se debatió entre ser congruente con sus principios, mientras intentó adaptarse a una lógica política que le era ajena –si bien no desconocida. No deben de ser pocos los panistas que quisieron –y, de hecho, aplicaron a su modo—seguir ciertas recomendaciones de Maquiavelo. El punto es que, al final, acabaron dejando el poder. Y no es que ése haya sido el problema. Como bien declaró Calderón en su momento, la competencia y la alternancia son propias de la democracia. La cosa es en qué condiciones se abandona el poder. No es raro escuchar que quienes optaron por colocar, no sólo a Peña Nieto en Los Pinos, sino al PRI en la inmensa mayoría de los gobiernos estatales y municipales, así como en el control de ambas cámaras del Congreso de la Unión, lo hicieron en reconocimiento a la “experiencia en el gobierno” de los tricolores.
Esto tiene lógica si aceptamos que proseguimos en un sistema que poco cambió en doce años de panismo, donde la corrupción no sólo se sofistica, sino que se redistribuye; donde el corporativismo parece un muro infranqueable pero necesario; donde la transparencia es una práctica condicionada; donde la rendición de cuentas es sólo para quienes no son capaces de evadirla; donde ahora todos pregonan la reivindicación de la política, pero pocos se atreven a emprenderla; en suma, donde todos son oposición y, al mismo tiempo, todos son gobierno. Con todo esto en mente, el PAN terminó mezclándose, perdiendo una identidad teórica de dignificar la política, y ganando una imagen práctica de ineptitud operativa. De cara a lo inmediato –y probablemente a su futura supervivencia—, Acción Nacional deberá contemplar lo que le muestra su verdadero reflejo en el agua, y no permanecer “sulibellado” por un proyecto de nación que, a la fecha, han fracasado en construir.
la crisis del PAN es más compleja que un resultado electoral adverso. Incluso podría estar más allá del desvirtuado desempeño de su último representante en Los Pinos. A primera vista, la a todas luces fallida estrategia de lucha contra el crimen organizado que emprendió el ex presidente Calderón, eclipsó casi cualquier logro de su gestión. De acuerdo con la encuesta BGC-Excélsior publicada el 12 de noviembre de 2012, Calderón habría sumado el menor número de simpatías entre los últimos cuatro mandatarios mexicanos –incluido él— con 49% de aprobación de su trabajo, mientras que también acumularía el mayor porcentaje de antipatías (49%, lejos del 31% que tuvieron Zedillo y Fox, o del 18% de Salinas). Aunque ello no abonó de manera positiva en la causa panista en los comicios del verano pasado, tampoco sería justo achacarle todo el peso de la culpa a ese factor. No obstante, el “estilo” panista de gobernar sí debe ser evaluado con mayor cuidado, quitando rostros y nombres –a fin de evadir (en lo posible) rencores y facilitar (de preferencia) la conciliación