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Neolaredenses que marcharon al lado de César Chávez

TINTERO

Por Francisco Pucheta

Los hermanos Rubén y Arturo Martínez, dedicaron 55 años a la recolección de uvas y hortalizas en los campos semidesérticos de California y vivieron o protagonizaron las heroicas batallas convocadas por el célebre luchador social César Chávez, para reivindicar a las masas campesinas conformadas en su mayoría por migrantes mexicanos y víctimas de la expoliación de las grandes cadenas productoras de la vid del Valle Imperial, comarcano a Los Angeles.

Rubén, de 79 años y Arturo de 76, son oriundos de la Colonia Victoria de Nuevo Laredo pero en su juventud emigraron a los Estados Unidos de Norteamérica en busca de mejores oportunidades, después de bregar en distintas faenas en su tierra natal, según narran al reportero.

En la segunda mitad de la década de 1960 se produjeron los primeros alzamientos de Chávez para condenar los salarios paupérrimos que percibían los trabajadores de las comunidades de Madera, Manteca y El Condado de Santa Clara. ´´Fue el único líder con poder de convocatoria que paralizó las labores del campo, obligando a las grandes cadenas productoras a negociar acuerdos reivindicatorios con sus trabajadores, tras el boicot que suscitó el movimiento contra ellas, expresa Arturo.

Chávez proponía una mejora salarial de 1.15 dólar la hora a 1.40 para nivelar las percepciones del campesinado y ampliar el círculo de protección a su salud al estar expuesto también a los mortales químicos de la fumigación.

La uva Moscatel para la elaboración de vinos generosos y la blanca Thompson para el mercadeo de las grandes firmas comerciales norteamericanas, se cosechaban en el periodo de agosto, septiembre, octubre y noviembre.

Se trabajaba a pleno sol en un clima a veces infernal de 43 grados centígrados, siendo factor de otro de los argumentos defendidos por Chávez bajo la famosa premisa ´´Viva la causa´´, ´´Sí se puede´´, que demandaba mejorías salariales y buen trato laboral.

Los hermanos Martínez, se ciñeron al movimiento enarbolando mantas o agitando banderines rojos con leyendas negras, dos tonos característicos de las llamadas a huelga cuyo derecho salieron a ejercer bajo la recia convocatoria de un líder bien plantado, de entrega y sensible a las causas nobles, que no medró con el poder ni cedió al chantaje o el dinero. Chávez es el arquetipo de aquellos que luchan por la igualdad y el bienestar de su raza, hasta alcanzar la justicia social.

La pizca de la uva fue el detonante de la mejoría salarial lograda a sangre y fuego en tiempos de la explotación de los braceros mexicanos y de las reaccionarias políticas centralistas, colocadas del lado del poderoso, con un presidente Richard Nixon que fue confeso enemigo de la protesta social.

Pero justo, la persistencia y el acendro de Chávez y sus seguidores pudieron remover las conciencias de millones de estadunidenses que de pronto se sintieron parte de esa gran lucha librada en una arena donde los gremialistas estaban en aparente desventaja.

Sin embargo, el boicot convocado contra los viñedos y los subproductos californianos rompieron con el bloque monolítico de las grandes productoras que cedieron a las exigencias de los consumidores estadunidenses, quienes se sensibilizaron y se pusieron del lado del movimiento gestado en los campos agrícolas californianos, bajo la tozudez de César Chávez.

Hoy los hermanos Martínez son parte de aquella leyenda conservada celosamente en un relicario junto con los otros recuerdos que se trajeron del Valle Imperial, donde el poder de los ricos potentados cedió a los planteamientos y redención de sus trabajadores, para constituirse en uno de los triunfos laborales más sonados del Siglo XX.

La mella de ese entonces pesa en el ánimo de los varones del gran capital, por lo que el fantasma de las grandes marchas y sus estridencias los condena a vivir eternamente bajo el influjo de que Chávez no está muerto, que vive entre los migrantes que pululan por los campos agrícolas de la Unión Americana.

Chávez, Rubén y Arturo junto con centenares de jornaleros anónimos abrieron brecha por donde hoy continúan desplazándose los compatriotas expulsados de México, en busca del sueño americano.

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