Estado

PERIODISMO A MEDIAS

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Mauricio Fernández Díaz

El gran dilema por el que pasamos los periodistas en Tamaulipas
En Tamaulipas, como en la mayoría, por no decir que todos los estados del país, se ejerce un periodismo a medias, con alta dosis de censura por parte de las autoridades y de auto censura dictada por el instinto de supervivencia.

¿Cómo informar con la obligación ética que impone nuestra profesión de periodistas en un país,en un estado convulsionado y fallido, en el que realizar una crítica, hacer un señalamiento, desarrollar un trabajo de investigación o publicar una nota puede conllevar no sólo la consabida advertencia, sino el riesgo mismo de un impune levanton?

Sabemos que tocar esa red, ese enmarañado tejido en el que ya no sabe uno quienes están inmiscuidos, es de alto riesgo, un trabajo extremo que a final de cuentas no sirve en la práctica absolutamente para nada; A quien menos le importa lo que se escribe, lo que se denuncia, lo que se documenta es precisamente a los gobernantes en turno.

¿Cuantos delitos cometidos contra periodistas han sido resueltos por nuestras autoridades?

¿A Cuantos, de las docenas de colegas desaparecidos, silenciados u obligados a
huir de su tierra les ha hecho justicia nuestro cacareado “estado de derecho”?

No somos héroes, mucho menos tenemos espíritu de mártires como para inmolarnos o sacrificar a nuestras familias en pos de una libertad de expresión conculcada, secuestrada desde hace mucho tiempo, primero por el estado, posteriormente por los poderes facticos y ahora por la combinación de ambos.

Hacemos nuestro trabajo lo mejor que podemos dadas las limitantes antes expresadas, y quienes no hemos podido aun “adaptarnos” a que nos digan que podemos escribir y que no, optamos por un silencio digno, un grito silencioso que lacera, lástima y también avergüenza.

No por ello somos cómplices del consabido “No pasa nada en Tamaulipas”; quienes pregonan semejante mentira lo hacen a sabiendas de que están engañando a la población en aras de sus muy particulares intereses.

La enorme diferencia es que ellos mienten, engañan y manipulan con la falacia del no pasa nada, pero lo lo hacen resguardados por decenas de militares, guaruras y con todo el poder del aparato de estado.

Nosotros, los que no escribimos lo que realmente sucede, los de a pie, estamos inermes, indefensos.

Nuestras vidas penden de un párrafo, de un renglón, de una teoría. Y el premio no es el reconocimiento público, sino el temor constante que se convierte en eterno acompañante.

He ahí la profunda inequidad que se convierte en descomunal ironía involuntaria por parte del gobierno al realizar desayunos, comidas, desplegados, como “reconocimiento” al trabajo del periodista.

Reuniones socialeras, en las que los organizadores vetan tocar el tema -que debería ser obligado – del entorno en que se realiza nuestro trabajo y, como un verdadero reconocimiento, informar del avance en las investigaciones que llevan los casos de los colegas quienes desafortunadamente no pueden estar en esos alegres y bulliciosos festejos.

Sin embargo el silencio ya tomó carta de naturalización en Tamaulipas. Lo vivimos como algo cotidiano a lo que desafortunadamente parece nos hemos acostumbrado.

¿Existe un periodismo verdadero basado en el miedo, acostumbrado al silencio?

La respuesta, al menos para un servidor es NO; La disyuntiva parece ser adaptarnos y a realizar un periodismo a medias o bien hacer un verdadero ejercicio periodístico desde la clandestinidad.

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