Osorio noquea a López Obrador
Si el líder de Morena es el hombre probo que dice ser, si no miente, debe aceptar el desafío del secretario de Gobernación
Andrés Manuel López Obrador nunca imaginó que su capacidad para mentir, que tanto le ha redituado en política, lo colocara en un encordado en el que no tiene manera de ganar. Miguel Osorio Chong lo noqueó en los primeros segundos del encuentro.
No es el diablo, pero sí su posible contrincante en la lucha por la Presidencia, quien se le apareció ayer a López Obrador. El secretario de Gobernación le exigió presentar pruebas ante el Ministerio Público de la Federación, si las tiene, de la supuesta participación del Ejército en la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa.
Desde luego que el candidato presidencial de Morena no lo hará porque no las tiene; si fuera lo contrario, hace tiempo que habría acudido a tribunales o, por lo menos, ante los micrófonos de sus periodistas de cabecera, proverbialmente dispuestos a creerle.
Acusar al Ejército de lo ocurrido en Iguala la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre sólo es uno de los elementos de su retórica elemental para mantenerse vigente en el tercer intento por ser Presidente de México; igual que cuando habla de complots, de la mafia del poder, que hará crecer la economía del país a 4 por ciento anual, que en su gobierno no habrá hambre ni pobreza, etcétera.
El problema consiste en que no obstante que sus mentiras están a la vista, nunca faltará quien le crea.
Han pasado 3 años de los hechos sangrientos de Iguala y Cocula y, hasta donde es posible saberlo, nadie, ni siquiera los expertos extranjeros que han desfilado por Iguala y Cocula, ha ofrecido prueba de que elementos del batallón de infantería del Ejército mexicano acantonado en aquel rumbo estuviera involucrado en uno de los episodios más amargos del sexenio.
Pero aceptando, sin conceder, como dicen los abogados, que la verdad fuera lo contrario, si López Obrador es el hombre probo que dice ser, si no miente, debe aceptar el desafío del secretario de Gobernación y acudir a entregar sus pruebas ante la autoridad competente, la PGR.
Si no lo hace quedará en papel de encubridor de los soldados que, según él, desaparecieron a los normalistas, o de mentiroso.
Y todo indica que lo último es el calificativo que merece, dado que todo se le ha ido en palabrería, como en 2006, cuando se dijo víctima de fraude electoral y no pudo aportar un solo elemento probatorio de que Felipe Calderón le ganó con trampa, por más que así ocurriera.
López Obrador debe saber que no es suficiente con su dicho, por mesías que se sienta y algunos crean que lo es, porque en cuestión penal se requiere el ofrecimiento de pruebas. Un juez no puede dar su veredicto basado en el pálpito de alguien, por santo que sea; en la sospecha de alguien que vive creyendo que el mundo conspira en su contra y que todos, excepto él y lo suyos, son malos, o en una versión de oídas de alguien que dice que el primo de un amigo le dijo que otro amigo, a su vez, le dijo lo que escuchó por ahí.
Ahí está el reto de Osorio Chong; a López Obrador sólo le queda tomarle la palabra o eludirlo, y quedar como mentiroso o cobarde.
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