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Noroña: el decir y el hacer

La Comuna

José Ángel Solorio Martínez

Gerardo Fernández Noroña está en medio de un turbulento un huracán mediático. El motivo, es de todos conocido: sus bienes son superiores a la modesta medianía que recomienda, el primero los pobres y su principal instrumentador: Andrés Manuel López Obrador.
¿Tiene razón la prensa opositora y la prensa crítica?
¿Se justifica la conducta de Noroña?
A bote pronto: la prensa tiene razón al cuestionarlo; y no es razonablemente normal, que su actitud lo lleve a actuar como un nuevo rico de este régimen.
Difícil encontrar un justo punto medio.
Noroña, está viviendo un retroceso en su carrera política; no por deshonesto: por fingir unos principios que la realidad se encargó de debilitar. En la última justa interna de MORENA -por la candidatura presidencial- quedó en un digno tercer lugar que le valió ocupar el cargo que ahora ostenta: líder de la mayoría en el senado de la república.
No lo hizo mal.
Hoy está metido en un berenjenal.
Cierto: ha logrado obtener por su paso en el Congreso de la Unión y ahora en el senado, salario que fácil puede explicar sus ingresos y sus adquisiciones de confortables inmuebles.
Donde salta la contradicción, y la duda, es que un acérrimo defensor de los desvalidos que lo hizo construir una eficaz narrativa contra los funcionarios inexplicablemente ricos haya caído en la debilidad de parecer uno de ellos.
Sus ingresos -se debe reconocer- no son inexplicables. Son el fruto de años de trabajo en el servicio público.
Lo que llama la atención es su actitud que choca con su hasta hace poco, incendiario y levantisco discurso.
Es donde la opinión pública, demanda congruencia para el senador Noroña.
Hasta donde se sabe, la presidenta Claudia Sheinbaum, no tiene casa propia. Rentaba un departamento en donde viven la mayoría de los académicos de la UNAM: Coyoacán. Ahora vive en palacio.
Y el expresidente López Obrador, ahora reside en la que fue su propiedad desde niño: la Chingada, en Palenque.
Por eso, los mexicanos los hicimos nuestros líderes: por sus sólidos principios y su honestidad a toda prueba.
La sociedad no pide mucho.
Sólo exige congruencia.
Las debilidades de nuestra clase política, ha hecho el papel de una criba precisa y necesaria para quien sueña en representarnos.
Seguramente saldrá airoso de está embestida Noroña.
Pero como los jarritos de Tlaquepaque: ya no es lo mismo cuando se rompen.

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