Por:Mauricio Fernández Díaz
Ciudad Victoria.- Por más que aparente fortaleza, Francisco García Cabeza de vaca está acabado como figura del panismo tamaulipeco. Lo saben en el partido, lo sabe la gente y lo sabe la familia García Cabeza de Vaca; todos, menos él. Por primera vez desde 2016, cuando alguien recibe una llamada de su parte, le responden “Dígale que le llamo después”. Le queda, es cierto, el Comité Directivo Estatal, donde impuso a Luis Cantú de presidente, pero es como recibir un edifico y un letrero que dice “PAN”. En espíritu, su liderazgo ha desaparecido.
Y si bien fue un liderazgo pernicioso, se necesitaba para capitanear la nave de Acción Nacional en Tamaulipas. Como partido vivió su mejor época en 2019, con Kiko Elizondo como presidente, cuando ganó 21 de 22 diputaciones locales de mayoría. Después se fue hundiendo lentamente hasta el colapso total del 5 de junio, con la derrota de la gubernatura estatal.
Acción Nacional es un partido conservador, y su pensamiento halla miles de seguidores en la sociedad tamaulipeca. Por lo tanto, siempre contará con el apoyo de sus simpatizantes, aunque no alcancen mayorías, pero esto no es una tragedia pues las mayorías se construyen. Claro, se construyen con credibilidad, pero alguien como García Cabeza de Vaca las destruye.
La nave del PAN vaga ahora sin rumbo ni mando ya que la militancia no trabajará más con el reynosense. Han desconocido al capitán y dejan el barco a su suerte; esto es injusto para miles de personas que promueven las siglas panistas casa por casa y entregan sus brazos y su tiempo al partido. No están en contra de Acción Nacional, sino de Francisco García Cabeza de Vaca.
Por eso, grupos de la frontera y del sur han intercambiado mensajes para colocar a Chucho Nader Nasrrallah al frente del partido. Lo proponen para que canalice esa energía política que aún tiene el conservadurismo en Tamaulipas y que podría esfumarse si no encuentra un líder que la desarrolle.
Esta decisión parte de realidades que deben reconocerse en la situación actual de Acción Nacional.
Francisco García Cabeza de Vaca representa la decepción y la derrota; Chucho Nader significa resultados y triunfos.
El reynosense es sinónimo de autoritarismo y corrupción. Nader abandera el diálogo y la transparencia.
Francisco es nepotista y excluyente. Chucho es plural y abierto, porque entiende que la rivalidad política termina el día de las votaciones. No vive con enemigos en la cabeza.
Para sumar a empresarios, jóvenes e incluso clase trabajadora, se requiere de un interlocutor con credibilidad y preparación, y solo ven así a Chucho Nader.
Estas son las razones que cruzan entre grupos panistas para formar una columna alrededor del tampiqueño, con la finalidad de reconstruir al PAN. Cada minuto perdido agrava la enfermedad del instituto y lo puede conducir hacia su muerte política. Apremia reaccionar.
Pero si las palabras resultan insuficientes, están los hechos para probarlo. Las acciones de Chucho Nader como alcalde de Tampico han hecho historia desde 2018. En los últimos cuatro años, se han pavimentado más de 560 cuadras en la ciudad, y ha alcanzado la mayor inversión en infraestructura deportiva, de 90 millones de pesos, en obras como el nuevo complejo para la práctica del tenis, con cinco canchas y un recinto con butacas, de características oficiales para organizar competencias nacionales e internacionales.
Para el año 2023 tiene ya una bolsa asegurada de 250 millones de pesos en varios proyectos, entre los que destacará un mantenimiento profundo en las principales avenidas de entrada y salida al puerto para realzar la imagen de la ciudad durante los festejos de su primer bicentenario de fundación.
Como trofeos en vitrina luce los títulos de la ciudad con la mejor percepción de seguridad del país, y el del mejor alcalde de México, obtenidos en 2022. Ha despertado la envidia de la competencia y de sus correligionarios.
Los panistas tienen un enemigo enfrente que tratará de frenar la llegada de Chucho a la dirigencia del partido. Tendrán que retarlo, ya que esta es la única posibilidad de llenar el vacío que padece la institución. A este adversario no hay que buscarlo en Morena ni en López Obrador: es el propio Francisco García Cabeza de Vaca.