Por: Mauricio Fernández Díaz
Ciudad Victoria.- Como hemos sostenido en otras entregas, la alternancia es la prueba maestra del poder de la democracia, ya que evita el enquistamiento de un grupo por largo tiempo y refuerza el valor de la pluralidad. Sus ventajas son claras aunque no definitivas. No por cambiar de partido desaparecen mágicamente los conflictos. De hecho, a veces empeoran como sucede hoy en Nuevo León y Veracruz, estados vecinos de Tamaulipas.
Juzgamos a Américo Villarreal Anaya, médico cirujano con especialidad en cardiología y medicina interna, una persona estable, madura, centrada, muy superior a Samuel García y Cuitláhuac García; no lo imaginamos inseguro ante situaciones críticas. Por lo mismo, no quisiéramos oír, como ha ocurrido con los nuevos mandatarios ya metidos en conflictos, que la culpa de todo la tienen los gobiernos pasados. La gran empresa que le espera al doctor no debe ser manejada con estas excusas.
Porque excusas y más excusas tienen fastidiados a los nuevoleoneses en nueve meses de gobierno de Samuel; le restan cinco años y dos meses y ya se les hizo demasiado largo. ¿Cómo pudo enfriarse tan rápido el optimismo que despertó la alternancia en Nuevo León? ¿No querían eso los ciudadanos, un cambio? ¿Por qué ha empeorado todo si se suponía que los malos gobiernos eran del PRI y el PAN?
Solo una palabra modula el humor social de la gente ante la autoridad: resultados. Y eso es lo que no ha dado Samuel en nueve meses de gobierno.
Considérese, antes que nada, que México vive una etapa muy diferente a las del siglo XX en cuestión de orden y desarrollo. Antaño los problemas eternos eran la crisis y la inflación. Pero el gran problema del siglo XXI en el país ya no es económico (aunque siga inquietando); es la inseguridad, y por ignorar esta verdad los nuevos gobernantes están ahogados en dificultades. La ha ignorado López Obrador, y las consecuencias están a la vista.
Samuel habló de desterrar “la vieja política” del PRI y el PAN, responsables de la corrupción y la inseguridad, y de construir un “Nuevo Nuevo León”. Sin embargo, los indicadores revelan que todo está peor que antes, principalmente en seguridad.
En el corto periodo de ocho meses, el gobierno de Samuel suma ya 543 homicidios dolosos que involucran a grupos armados, a sicarios o a armas de alto poder. Tan solo en mayo se cometieron 143, la cifra más alta registrada en Nuevo León para un indicador mensual desde agosto de 2012. En este año ha sido en varias ocasiones el estado más violento por el número asesinatos cometidos en un día. Con estas cifras, definitivamente, Samuel está por debajo de sus promesas de campaña y de las expectativas ciudadanas.
Y así como se ha disparado el delito más grave contra la seguridad, el homicidio, así tuvieron aumentos todas sus variantes, como el feminicidio, quizás el más sensible para la sociedad. En mayo, Nuevo León se convirtió en el segundo estado más peligroso para las mujeres, con 34 casos.
Ante ese cuadro los ciudadanos han salido a protestar contra el nuevo gobernador, al punto de incendiar las puertas de palacio y de ofenderlo constantemente en redes sociales. Añádase a esto la falta de agua, a someter a colonias enteras a más de 15 días sin el vital líquido, y tendremos un colapso casi perfecto.
Acosado por cuestionamientos, Samuel García soltó la patética respuesta de los gobiernos fallidos: “Es herencia del pasado. ¿Qué culpa tengo yo?”.
Otro ejemplo de alternancia política con malos resultados es Veracruz, donde Cuitláhuac García ha proyectado una imagen de debilidad, fracaso y hasta represión. Los veracruzanos creyeron que la salida de Miguel Ángel Yunes y, sobre todo, de Javier Duarte, despejaba de violencia a la entidad. Pero el mal sigue ahí y parece superar al gobernador morenista.
De enero abril, en Veracruz ocurrieron 360 homicidios culposos, pero hay muchos que se catalogan como dolosos y elevan la cifra total de asesinatos a 654 solo en el primer cuatrimestre de 2022. La tendencia apenas ha disminuido con la presencia de la Guardia Nacional.
Tampoco ha sido capaz de contener la racha de feminicidios que ya alcanza la cuarentena en la actualidad. Pero donde ocupa el primer lugar es en asesinatos de periodistas, con 11 casos durante su gobierno, una violencia a informadores nunca vista ni con Duarte.
El peligro para los periodistas en Veracruz ya es un tema internacional, razón por la cual llueven los señalamientos contra Cuitláhuac, como le ocurre a Samuel en Nuevo León. Y, una vez más, hemos vuelto a escuchar esa excusa fácil del gobernante impotente, pero ahora en boca del veracruzano: “Nosotros no somos culpables”.
Así pasan los días en los estados vecinos a Tamaulipas, donde la alternancia política fue recibida con júbilo y hoy son blanco de protestas y hasta de mentadas de madre en redes sociales.
Pensar que estos ejemplos pongan en duda el beneficio de la alternancia política es falso. Revelan más bien la inexperiencia y la falta de un plan de gobierno para mejorar la seguridad y el bienestar de los ciudadanos.
Como la esperanza de los tamaulipecos, Américo Villarreal debe observar los casos de sus vecinos y analizar la situación de Tamaulipas en el tema de seguridad. Puede aprovechar la ventaja de haber sido senador y de relacionarse con los presidentes de la Comisión de Marina y de la Defensa, que son las únicas fuerzas capaces de frenar y combatir a los delincuentes peligrosos.
Si lo hiciera desde el 1 de octubre, mejor. No queremos oír la vieja excusa “Es culpa de los gobiernos pasados”.