Política

La Comuna

Las dichas de Nuevo León

José Ángel Solorio Martínez

El más grande de los éxitos de las élites de Nuevo León, México, no es haber sido beneficiados en el régimen del Presidente José López Portillo, con un crédito de Banobras –banca para el desarrollo social del país, y no para el desarrollo de las factorías privadas– por 10 mil millones de pesos con el objetivo de salvar empresas como Vitro, Cervecería, Fundidora y otras; ni mucho menos, el ser beneficiadas con el regalo más caro del Presidente, Ernesto Zedillo: FOBAPROA, que inyectó miles y miles de millones de pesos a negocios de los potentados nuevoleoneses –aún pagamos todos los mexicanos–; y ni se diga, el trato generosísimo del Presidente Carlos Salinas que les entregó las aguas federales –recordemos El Cuchillo– para uso recreativo cancelando el desarrollo y crecimiento agropecuario de la planta productiva primaria de Tamaulipas.
Nada de eso.
El principal logro de esa burguesía apapachada por los jefes del estado mexicano, fue el proyecto para crear un sistema político –lo menos político posible– sin el menor sentido social y sin el menor sentimiento socialmente benefactor.
Nuevo León, desde el siglo XX se significó por tener un proletariado activo y combativo por sus derechos económicos, sindicales. Trepidantes huelgas, atemorizaron a los potentados nuevoleoneses ante esa creciente fuerza. El movimiento popular –estudiantil y de colonos– a la par de ese actor potentemente emergente, exhibió que la forma de organizar la producción en esa región y sobre todo el proceso de educación de las masas, no era el adecuado para el florecimiento de un polarizado mundo de explotados y explotadores.
A partir de la muerte de Eugenio Garza Sada, los grupos económica y socialmente hegemónicos, decidieron tomar bajo su control, los aparatos ideológicos del estado –decía Louis Althusser–: escuelas, medios de comunicación, líderes sociales, y representantes empresariales cuyas narrativas fueron construidas en las aulas de escuelas particulares.
Fue entonces que la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), pasó a manos de los actores dominantes. Se liquidaron los planes de estudio de pensamiento crítico en Facultades como Economía –se estudiaba como libros de texto, los escritos de Marx y otros filósofos humanistas– de Medicina –un tiempo grupos docentes y estudiantes, lanzaron el proyecto de Médicos Descalzos, que en el fondo era un llamado para que los egresados empezaran sus prácticas profesionales en las comunidades más marginadas– y en Agronomía, se borró cátedras como Economía Política, cuyos libros eran autoría del mismo Carlos Marx, al tiempo de fortalecer instituciones educativas privadas como el Tec de Monterrey; en tanto desde el gobierno del estado, se inició una cacería de militantes de una Izquierda que encontró condiciones objetivas propicias para su discurso ante la ebullición social en la entidad.
Al original ocio del pueblo –decía Marx– sumaron otro de mayores potencias: el fútbol. Fue negocio redondo: aletargaban a las mayorías, al tiempo de acumular sus capitales con los Rayados y los Tigres. (Más con los últimos: la UANL, cubre salarios de los jugadores, pone el estadio, paga a la seguridad y mantenimiento del coloso de San Nicolás mientras que el Patronato, –medio centenar de millonarios– administra las ganancias de los felinos. El negocio con los Rayados, es de otra naturaleza: se presume que es utilizado para esconder impuestos).
Ese triunfo –el sistema político a su gusto y semejanza– ha dado líderes de opinión de relevancia inusitada y de perfiles bizarros: Chavana, Alfonso De Nigris, Mario Bezares, Pato Zambrano, el Bronco, Samuel García, Mariana Rodríguez, y otros no menos idolatrados por un conglomerado social bastante amplio en la región.
¿Ahora podemos explicarnos, el porqué, actores sociales como el Bronco y Samuel, arrasaron con las gubernaturas?
¿Ahora, tenemos más datos para saber quién va a suceder en el cargo al Sammy?
Ante una Izquierda invertebrada aún para proponer un proyecto alternativo de gobierno local, y las potentes presencia e influencia de los entes hegemónicos en Nuevo León, sólo resta esperar que aquella se desarrolle y éstos, sigan en la fiesta que ellos mismos se han delineado con el paternalismo burgués regalo de los gobiernos estatal y federal.
¿Importa que pierdan las mayorías nuevoleonesas?
No mucho.
Es más importante, que ganen Tigres y Rayados.

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