Se anuncia granizada sobre el cielo de Acción Nacional
Ciudad Victoria.- Se avecina una tormenta más cruda que el invierno para Acción Nacional. Otra vez quedará expuesto a la vergüenza como partido y como proyecto de gobierno, uno que resulta enemigo de la ley, la paz y el orden. Se trata del proceso judicial contra figuras elevadas del PAN involucradas en el cobro de sobornos a través de la empresa brasileña Oderbrecht. Esta investigación ha marcado con hierro candente al panismo nacional, y lo ha influido negativamente en las últimas elecciones. El exsenador Jorge Luis Lavalle, compañero de Francisco García Cabeza de Vaca en la Legislatura 63, pasó la navidad en el penal por esta causa.
En México, la política penetra al sistema judicial hasta manejarlo a su modo. Lo sufrió en carne propia Andrés Manuel López Obrador en el juicio de desafuero de 2005, entonces adversario del régimen. Hoy, los papeles se han invertido, y aquellos que perseguían al tabasqueño corren a esconderse de su revancha.
Quien no podrá permanecer demasiado tiempo en su escondite es Ricardo Anaya, el excandidato del PAN a la presidencia, acusado de los delitos de delincuencia organizada, sobornos y lavado de dinero por la Fiscalía General de la República del gobierno de López Obrador. Debe acudir a la audiencia en persona el próximo 31 de enero.
El grupo de Anaya, representado hoy por Marko Cortés, dirige todavía la marcha del PAN y carga con el fardo de la corrupción del sexenio de Enrique Peña Nieto, principalmente el de Petróleos Mexicanos y su exdirector general, Emilio Lozoya Austin, quien acusa a Anaya y a un grupo de senadores panistas (entre ellos Cabeza de Vaca) de exigir un total de 80 millones de pesos en sobornos a cambio de aprobar la reforma energética.
Con videos de un asesor de los senadores del PAN en posesión de fajos de billetes como presunto pago de sus votos, con la ampliación de pruebas de Lozoya Austin, ya preso, el panismo ha vivido sus peores años desde que pintara de azul a México en el 2000. La Cuarta Transformación lo tiene contra la pared, y hay un público sediento de sangre, sediento de justicia y sediento hasta de rencor por todos los abusos cometidos a los débiles, a quienes nunca suben al carro del desarrollo.
No es de extrañar, por tanto, que la FGR pudiera solicitar la prisión preventiva justificada de Ricardo Anaya cuando comparezca el 31 de enero, a las 9 de la mañana, del mismo modo que lo hizo con Emilio Lozoya. La fiscalía lo acusa de recibir un soborno de 6.8 millones de pesos.
La imagen de Anaya detrás de las rejas es el trofeo de caza con el sueña desde hace tiempo un amplio sector del lopezobradorismo. Son los radicales, los doctrinarios, los intolerantes que piden a las personas definirse estar con la Cuarta Transformación o en su contra. El objetivo de este grupo no se limita a defender las políticas del Presidente sino que busca aplicar un escarmiento a los supuestos promotores del neoliberalismo, así como a sus beneficiarios.
Anaya ha declarado a medios internacional, como el Wall Street Journal, que el proceso en su contra es un invento del gobierno para impedir su siguiente registro como candidato presidencial en 2024.
De acuerdo con una encuesta publicada por el diario Reforma, el 52 por ciento de las personas considera que las acusaciones de la Fiscalía General de la República contra el panista Ricardo Anaya tienen sustento, mientras el 31 por ciento cree se debe a su confrontación con el Presidente.
El verdadero fiscal de yerro de este y los otros grandes expedientes judiciales se llama Andrés Manuel López Obrador. Para el tabasqueño, el repudio social que ya cae sobre el panista es bien merecido.
El Presidente ha mostrado una injerencia poco respetuosa o nada republicana hacia la autonomía de instituciones vitales para la vida del país, como la propia FGR, el INE o el INAI. Sus dardos buscan denigrar a los consejeros electorales, a los del Instituto de Acceso a la Información y, en ocasiones, a los integrantes del Banco de México. Torpemente, desde las conferencias de prensa, da órdenes al fiscal para que informe o agilice expedientes a riesgo que afectar el debido proceso o de entorpecer las investigaciones; no ha habido, hasta ahora, una consecuencia mayor de su deslenguada intervención.
Consecuencias legales no tendrán sus palabras, pero sí políticas. López Obrador es uno de los líderes más experimentados en el manejo de la agenda pública para sus propios fines, incluso subordinando temas de mayor importancia. Todo lo politiza a su favor, y en eso no hay quien lo alcance. El tabasqueño volverá este año a fustigar a sus adversarios, al PAN, al PRI y al PRD; volverá a culparlos de la pobreza y la desigualdad, del poder del crimen organizado y del rezago social. Los exhibirá en fotos con Peña Nieto, con Salinas o con Fox. Le dará a México lecciones de política para que nunca vuelva a cometer los mismos errores.
Los nombres del PAN y Ricardo Anaya son ya presencias permanentes en estos discursos del Presidente. He aquí al elector mayor, el que pone señales de advertencia a los candidatos y partidos que laboran contra los intereses del pueblo. Él lo justifica con su derecho a la libertad de expresión y de opinión. En Tamaulipas, andan muchos panistas alzando la voz contra Morena sin sopesar la nueva realidad.
Ya no son los vientos del cambio.