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Calabaceadas en el Congreso;Por Oscar Díaz Salazar

En el caso de la diputada maromera que abandonó a morena para sumarse (¿o sumirse?) a la fracción parlamentaria del PAN en el Congreso del Estado, aplica perfectamente esa sentencia de que en política no hay sorpresas, si acaso hay sorprendidos, y por supuesto que entre los sorprendidos no se cuenta a los que serían sus compañeros, si la legisladora saltimbanqui hubiera sido fiel a sus electores y al partido que la postuló.

Leticia Sánchez Guillermo ofreció múltiples indicios de que tenía acuerdos con la pandilla de la Vaca Salvatrucha, así lo vimos cuando se dolió de «violencia política de género», expresión grandilocuente que repiten con frecuencia las mujeres que son criticadas por sus malas desiciones, por sus actos de corrupción, por su actuación o por su omisión en el desempeño de sus obligaciones, pero que convenientemente lo catalogan como asunto de «género», para asumirse como víctimas.

Así lo observamos cuando pretendió agredir físicamente al presidente municipal de Matamoros, durante un acto político celebrado en el marco de la campaña por la reelección, en el que también participó el presidente nacional de morena, Mario Delgado.

De su negativa a participar en el grupo parlamentario de morena dio aviso previo al no participar en las reuniones preparatorias que tuvieron los integrantes de la fracción, por lo menos desde un mes antes del día previo al inicio de la legislatura y fecha en la que informó, a los medios de comunicación, su decisión de integrarse a la fracción parlamentaria del Partido Acción Nacional.

La diputada neopanista que ayer se adhirió al grupo que comanda el diputado y presidente del PAN en Tamaulipas, Luis René «El Cacharro» Cantú, vale su peso en oro, y supongo que así fue como se cotizó. Vale por su voto y su representación, y no porque en el ejercicio del cargo, que ya desempeñó en la anterior legislatura, se haya distinguido por su valía en el debate, por la substancia de sus intervenciones, por la contundencia de su oratoria o por el trabajo en comisiones o en el impulso de leyes o reglamentos, ni por la calidad de sus iniciativas… Si acaso las tuvo.

Injusto es asignar responsabilidades o culpas de ese escurrimiento al diputado Armando Zertuche, líder de la mayoría (hasta las 12 horas del primero de octubre) en el Congreso del Estado. En este tema aplica a la perfección la expresión popular que afirma «no tiene la culpa el indio, sino el que lo hizo compadre» y por eso se debe ubicar al responsable de confiar ese espacio tan importante a una fulana carente de convicciones y compromiso con el partido que la postuló. Responsabilicen a quien cedió al reclamo de la candidatura, sustentado en el argumento de darle oportunidades a las mujeres y de respetar a los que fueron fundadores de morena.

El tema de la otra tránsfuga merece un texto aparte. Pero tampoco se debe adjudicar a los «debe» del diputado Zertuche, porque la representante del distrito de Ciudad Mante es asunto del PT.

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