La batalla de Florencia: Un parteaguas en la guerra entre cárteles
El 20 de mayo de 2011 más de 200 sicarios del Cártel del Golfo y de Los Zetas se enfrentaron con armas de alto poder en el pueblo zacatecano de Florencia. Fue una batalla encarnizada que las autoridades minimizaron a pesar de que dejó decenas de muertos y marcó el declive del poder zeta en la región y el surgimiento de una alianza entre los cárteles del Golfo y Sinaloa. Los detalles de esa batalla los cuenta uno de sus participantes: el Comandante F1, jefe del Cártel del Golfo en Zacatecas; lo hace en La guerra de Florencia, libro que Ediciones Proceso presentará esta semana y del cual se adelantan algunos fragmentos.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– En la punta de una alta montaña con una gran densidad de árboles, al lado de otro sinnúmero de montañas similares que cubren el horizonte de la Sierra Madre Occidental, está uno de los búnkers del Comandante F1, también identificado por sus subalternos como “Panchito” o “Francisco Rodríguez”, quien antes de convertirse en el jefe del brazo armado del Cártel del Golfo era integrante activo de su ahora acérrimo grupo rival: Los Zetas.
Es una pequeña cabaña que cuenta con tres habitaciones: una cocina con su mesa y varias sillas, además de cocineta y estufa. Un recibidor con tres sillones con forros de color negro, atrás de los cuales hay dos aparatos grandes de gimnasio y una bicicleta estática. Una habitación con una cama y una pequeña oficina con una mesa de madera que cumple la función de escritorio.
En esa cabaña se dispuso el F1 a responder a las preguntas de la entrevista durante 51 minutos, con una interrupción intermedia, pues recibió una alerta urgente a través de uno de los cinco distintos aparatos –teléfonos celulares satelitales y equipos de radiocomunicación que traía consigo–, mediante el cual uno de sus hombres le avisaba que, muy cerca de ese lugar, tropas del Ejército Mexicano patrullaban.
Antes de formar parte del Cártel del Golfo, durante varios años el Comandante F1 perteneció a la organización de Los Zetas. Con ese grupo criminal “trabajó” varios años, hasta que en octubre de 2010 fue traicionado por algunos “mandos” de los Zetas radicados en Fresnillo, quienes secuestraron a varios integrantes de su familia que vivían en el municipio de Jalpa.
De acuerdo con la versión del Comandante F1, Los Zetas secuestraron a su padre, a quien entre otras cosas le agujerearon ambas rodillas con un taladro eléctrico, a su madre le infligieron quemaduras severas en el cuerpo, a una hermana la golpearon y mancillaron, a un hermano lo torturaron salvajemente y también torturaron a un niño, su sobrino.
Ése habría sido el “castigo” de Los Zetas contra el F1 porque supuestamente se negó a secuestrar a una familia entera. Aparentemente lo habían puesto a prueba: ya había pugnas y recelos al interior de esa organización criminal, pues otros mandos medios presuntamente temían que escalara al interior de la estructura jerárquica (…)
La estrategia de “jalarlos”
La rabia y la indignación lo llevaron a desertar de Los Zetas y desde entonces –ya bajo el cobijo del Cártel del Golfo– el F1 comenzó a fraguar su venganza y se convirtió en némesis de sus antiguos compañeros.
Así pues, con audiograbadora de por medio, respondió a todas las preguntas que se le plantearon:
–¿Por qué se dio la batalla de Florencia? ¿Hubo un acuerdo previo entre ustedes y Los Zetas para “toparse”? Pareciera que ambos grupos estaban listos para el choque en aquel día…
–No, lo que pasa es que ahí fue, primero que nada, porque ya venía la ruptura desde la frontera. Ya era una guerra de cárteles por la ruptura que hubo entre Los Zetas y el Golfo. Pero aquí nos apoyamos nosotros, hubo una unión entre varios cárteles, que se hizo llamar “Cárteles Unidos”, pero no fue una casualidad ni una coincidencia: fue una guerra que ya estaba destinada y se anunció cuando entré yo a la cabecera municipal de Jalpa, Zacatecas, el 12 de enero de 2011, solamente con un comando armado de 27 elementos.
“Entré como entre 11:30 y 12 de la noche. Lo primero que hicimos fue ir sobre los policías municipales, que eran los halcones, los ojos y los oídos de Los Zetas. Incluso servían como sicarios. ¿Por qué? Porque yo trabajé para esa gente (Los Zetas) y yo sabía por dónde pegarles y cómo estaban organizados y quiénes eran las corporaciones que los apoyaban.