Cómplice de Carlos Peña y Maki Ortiz, busca ser secretario de Gobernación

Fuentes fidedignas. Por Isaias Alvarez
Mario Delgado Carrillo, secretario de Educación busca a toda costa llegar a Gobernación para proteger a los Peña Ortiz y el botín de Reynosa
En política las lealtades no se regalan, se compran y caro. Mario Delgado lo aprendió bien, en 2021 pagó con candidaturas en Tamaulipas y hoy cobra ese respaldo con complicidades que lo impulsan hacia la Secretaría de Gobernación. Carlos Peña Ortiz y Gabriela Jiménez Godoy son prueba viva de que su estrategia no empezó ayer, es un pacto de años que hoy queda expuesto.
Cuando dirigía Morena, Delgado se empeñó en imponer a Carlos Peña Ortiz como candidato a la alcaldía de Reynosa por Morena, pese a reclamos internos y evidentes resistencias. No fue casualidad: al parecer, detrás estaba el acuerdo con la familia Peña Ortiz. El dirigente garantizaba la candidatura y, a cambio, recibía control sobre una de las plazas más estratégicas del país, con todo lo que eso implica en recursos, contratos y poder político.
Al mismo tiempo, Gabriela Jiménez Godoy ingresaba a Morena bajo su cobijo. No pasó desapercibido que su registro como candidata tuviera el sello directo de Delgado. Hoy encabeza Que Siga la Democracia, un movimiento que avanza para convertirse en partido político. Se vende como proyecto ciudadano, pero en realidad funcionaría como un satélite del partido guinda, diseñado para operar cuando más convenga a sus padrinos.
Mientras tanto, Delgado acumulaba un expediente personal difícil de defender, departamentos de lujo en Reforma 222 declarados a precios de ganga y vacaciones en Portugal en plena narrativa de austeridad. Dos episodios que lo pintan de cuerpo entero: el hombre que predica sacrificios al pueblo, mientras disfruta privilegios reservados a unos cuantos.
Pero su blindaje no está en los discursos, sino en el territorio. Carlos Peña Ortiz y Gabriela Jiménez han sido vistos juntos en escenarios que ningún morenista auténtico se atrevería a pisar, primero en la cena de la American Society of Mexico, con Larry Rubin y Grupo Salinas; y previamente en una fiesta privada con Grupo Firme. Dos postales diferentes, pero un mismo mensaje: no están fuera de lugar, están cumpliendo un papel.
Esa red de alianzas es la que Mario Delgado necesita para sostener su proyecto personal. Con Maki Ortiz operando desde el Verde, su hijo Carlos moviendo estructuras en Reynosa y Gabriela armando un partido paralelo en la Ciudad de México, Delgado amarra un blindaje que le da oxígeno político en la antesala de Bucareli.
El objetivo es cerrar el camino a Omar García Harfuch. Si el secretario de Seguridad llega a Gobernación, el poder real se alineará con Claudia Sheinbaum. Delgado lo sabe y por eso activa a sus peones. Peña y Jiménez no son improvisados, son piezas sacrificables, lanzadas para manchar y desgastar el entorno de Harfuch.
Porque nada es casualidad, las fotos de Makito y Gabriela en cenas elitistas y fiestas privadas son parte de la misma trama. El tablero lo mueve Mario Delgado: un político que convirtió las candidaturas en moneda de cambio, los movimientos ciudadanos en satélites de conveniencia y las lealtades en inversiones a futuro.
Delgado no juega para Morena ni para Claudia, juega para sí mismo y para los Peña Ortiz. Su ruta a Gobernación no se pavimenta con convicciones, sino con botín, favores y cómplices. Y en esa ruta, los Peña Ortiz y Gabriela Jiménez Godoy son sus soldados de lujo