Opinión con sentidoPolítica

¡¡Por mi madre bohemios que es dulzura!!

Por: Vicente Hernández

“El amor de una madre es paciente, y perdona cuando todos los demás abandonan, no falla o flaquea, incluso cuando el corazón está roto” «Helen Rice»

Para poder entender por qué cada diez de mayo nos levantamos cantando mañanitas a nuestras adoradas madrecitas, o simplemente a prenderle una veladora los que ya no las tenemos, tendremos que acudir a los libros, en el que nos podremos enterar, que en el mundo antiguo empezó la veneración hacia la maternidad como símbolo de vida y fertilidad, ya que esta documentado que en Grecia y Roma, es donde se rendía tributo a las deidades maternas, como Rhea esposa de Cronos, y madre de Hestia, Deméter, Hera, Hades, Poseidón y Zeus, los famosos Dioses del Olimpo, y Cibeles, que en obras de arte solía ser representada en un carro tirado por dos leones, y en la práctica eran consideradas la misma divinidad, y su adoración como madre de los dioses griegos, llego hasta las complejas creencias cosmogónicas de las culturas mesoamericanas, que las integraron y adecuaron a sus culturas.

En México, su origen se remonta al año 1916, cuando el Gobierno del Estado de Yucatán, respaldó a las mujeres en su búsqueda por obtener sus derechos sexuales, así como lograr una maternidad libre y consiente, materializado en el primer Congreso Feminista, aunque ya desde las antiguas civilizaciones prehispánicas, la importancia del rol maternal ha sido una constante indeleble en la sociedad, pero nuestros ancestros la daban un valor casi divino a las madres, a las que consideraban unas verdaderas guerreras, y se les relacionaba a las cuevas y cerros, con la matriz, esto debido a que los tres eran entendidas como un lugar en el que se originaba el todo, y debido a su capacidad para procrear y con ello preservar la existencia del grupo durante el periodo posclásico, el cual corresponde a la última etapa de la historia de la América precolombina, las mujeres daban a luz ayudadas por la hierba cihuapatli, la cual permitía que el bebé saliera de forma natural, sin embargo, si la hierba fallaba, la partera se encargaba de extraer manualmente al bebé, por ello, para los mexicas el mérito de parir, era comparado con el de los hombres que iban a la guerra.

Pero pese a todo lo anterior, en el contexto de sociedades bélicas como la mexica, las mujeres tenían un papel subordinado, siendo los varones los que, educados para ser guerreros, gozaban de mayor prestigio, como lo demuestra su veneración a la deidad de Huitzilopochtli, en este contexto la posición de las mujeres era secundaria, al no estar integradas a esas actividades bélicas, mediante las cuales se conseguía el prestigio, el poder y el reconocimiento social, sin embargo había un reconocimiento de la madre como legitimadora de los linajes gobernantes, mediante la procreación, pero no una valoración igualitaria de las actividades que llevaban a cabo mujeres y hombres, así que el machismo no es nada nuevo, ya que este fue practicado al relegar a las mujeres a las artes culinarias, la educación de los hijos, las labores manuales y, por supuesto, la reproducción biológica, de tal manera que las mujeres infértiles eran vilipendiadas y desdeñadas, porque siendo sociedades agrícolas y guerreras, necesitaban fuerza de trabajo para ampliar el pago de tributos al tlatoani, y tener un ejército numeroso para extender el territorio del imperio tenochca.

Como dato adicional, tenemos que los aztecas le rendían culto a la madre de su dios Huitzilopochtli, la diosa Coyolxauhqui o Maztli, quien era representada por la luna, la mitología cuenta que durante la creación del mundo, fue muerta a manos de las estrellas que, celosas, le quitaron la vida para que no diera a luz a su hijo Huitzilopochtli, quien representaba al Sol; sin embargo, éste nació venciendo a las tinieblas, los indígenas rendían especial tributo a esta diosa, y le dedicaron hermosas esculturas en oro y plata, que no sólo revelan su profundo sentido artístico, sino la gran importancia que le concedían a la maternidad.

En el México actual, y muchos otros países, el festejo a las madres se ha vuelto una devocion, sobre todo en el sentir del mexicano, porque la mencionamos para cualquier cosa: “Esta con madre…que poca madre…chinga tu madre…estoy hasta la madre…ya valió madre…esas madres” y algunos otros epítetos que solemos decir, según nuestro estado de ánimo, a la persona a quien se lo decimos, y con la connotación como lo decimos.

Pero posterior a la fecha establecida por el gobierno yucateco de 1916, la formalización del Día de las Madres tuvo lugar en 1922, derivada de la convocatoria lanzada por el periodista Rafael Alducin, fundador del diario metropolitano Excélsior, con apoyo de José Vasconcelos, en oposición a las ideas de educación y liberación de las mujeres, que se discutían en Yucatán, y propuso la elección de un día especial para rendir homenaje a las madres mexicanas, fijándose el multicitado día, pero la elección del 10 de mayo como la fecha para esta celebración, no fue por mera casualidad, ya que se buscó coincidir con el mes dedicado a la Virgen María, pero también para adaptarse al sistema de pago de la época, subrayando así el significado comercial, cultural y religioso de la festividad, siendo el primero, el mas beneficiado hasta nuestros días, por la enorme promoción, que con toda anticipación se difunde, ahora además de los tradicionales periódicos impresos y la televisión abierta, están las ya benditas, desde el pulpito mañanero redes sociales, siendo estas campañas de publicidad comercial tan penetrantes, que si usted no compra unas simples sandalias, o un ramo de rosas de regalo a su madre, o a su esposa ¡¡No tiene madre!!

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