Canoa y Taxco dos analogías de la barbarie en México
Por: Vicente Hernández
“¿Quién mato al Comendador? ¡¡Fuente Ovejuna señor!!
«Lope de Vega»
En México nos hemos acostumbrado tanto a la violencia cotidiana, que ya casi hemos perdido la cualidad del asombro ante hechos sangrientos como los presentados diariamente por los noticieros televisivos, radiofónicos y redes sociales, que solo nos limitamos a preguntar ¿Dónde fue, cuantos muertos, porque los mataron? Pero tan solo hace pocos días, todos nos indignamos por dos sucesos que acontecieron en Taxco Guerrero, municipio el cual ya estaba asfixiado por la violencia y las extorsiones por parte de la organización criminal La familia Michoacana, sucesos donde en el primero es secuestrada una niña de tan solo 8 años de edad, quien fue a casa de una amiga para una tarde de juegos, esa fue la última vez que fue vista con vida, a partir de ese momento dio inicio una ola de sangrientos eventos en la citada comunidad, horas más tarde tras la desaparición de Camila, su familia recibe llamadas de extorsión, exigiéndoles 250,000 pesos por liberarla, pero antes de que la familia pudiese juntar algo de dinero para cumplir sus exigencias, el cuerpo de la menor Camila fue encontrado en horas de la madrugada en una carretera en las afueras de la ciudad.
El segundo suceso, es cuando este hallazgo del cuerpo enardece los ánimos de los familiares y vecinos, que a esas horas todavía continuaban su búsqueda, para ese entonces ya tenían las imágenes de cámaras de seguridad, donde parecían mostrar a una mujer y un hombre, cargando un bulto, que podría haber sido el cuerpo de la niña y que metieron en un taxi, una vez identificadas los presuntos autores del crimen, una gran cantidad de gente rodea la casa de la mujer sospechosa del secuestro, y la gente comienza a amenazarla con sacarla a rastras del domicilio, y aunque ya muy retrasados llegaron los cuerpos de seguridad pública, que sacaron primeramente a la mujer para meterla a la camioneta, pero en ese preciso momento, decenas de personas, algunos con las caras cubiertas, se montan a la camioneta policial y toman a la mujer sospechosa, arrastrándola al pavimento, allí la pisotean, la patean y la golpean hasta que queda tirada en la calle, parcialmente desnuda, ensangrentada e inerte, y es trasladada a un hospital donde al poco tiempo fallece, a consecuencia de la despiadada golpiza que sufrió a manos de sus propios vecinos, los mismos pobladores también arrastraron a dos hombres, presuntamente involucrados en el caso, ambos permanecen hospitalizados.
Este desafortunado “Linchamiento” se asemeja a la obra de teatro escrita por el español Lope de Vega, en donde el pueblo cansado ya de los arbitrarios abusos del Comendador, lo linchan, y cuando llega la autoridad y pregunta ¿Quien mato al Comendador? Todos responden ¡¡Fuente Ovejuna señor!! Que era el nombre del pueblo donde acontecieron los hechos, pero en si, la idea de hacer justicia por mano propia, tiene su etimología que refiere a Charles Lynch, juez del estado estadounidense de Virginia en el siglo XVIII, quien, en 1780 ordenó la ejecución de una banda de lealistas, sin dar lugar a juicio, y desde entonces se aplica este termino para los asesinatos colectivos por razones de justicia propia.
Otro famoso caso de linchamiento, fue el que ocurrió hace casi 56 años en el llamado “Pueblo de las bocinas” el cual fue contado cinematográficamente por el Director Felipe Casals, en su icónica película “Canoa” (1976) pero la historia real fue el 14 de septiembre de 1968, previo al estallido estudiantil del dos de octubre, en el pueblo de San Miguel Canoa en el estado de Puebla, donde se escenifico una noche de horror, en el que se conjugaron el miedo al comunismo, y el fanatismo religioso, explosiva mezcla que provoco el linchamiento de cuatro trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla, los cuales llegaron a Canoa cerca de las seis de la tarde, aun cuando esta parada no estaba programada, ya que la finalidad era escalar la montaña “La Malinche” pero la intensa lluvia los obligo a refugiarse en una tienda del lugar.
Los nombres de los trabajadores de la Universidad eran: Ramón Gutiérrez Calvario, Jesús Carrillo Sánchez, Miguel Flores Cruz, Roberto Rojano Aguirre, y Julián González quien organizo la excursión, al caer la tarde pidieron posada en algunas de las casas, el cual les fue negado, acudieron también a la iglesia custodiada por varios hombres armados pero también fue rechazada su solicitud de alojamiento, en su desesperación por la lluvia, y que la noche caía, Julián se acercó a dos jovencitas que caminaban por el lugar, mismas que iban acompañadas de Odilón García, quien era su hermano y venía desde la Ciudad de México a visitar a sus hermanas, mismos que al escuchar lo que les sucedía a los trabajadores, los invitaron a su vivienda a pasar la noche, en la confianza que al día siguiente saliendo el sol, reanudarían su excursión a la Malinche.
Pero a tan solo un poco mas de cuarenta minutos, los pobladores de la comunidad indígena comenzaron a apostarse frente a la casa gritando “ya llegaron los asesinos” y ladrones” al tiempo que empezaron a repicar de las campanas de la iglesia, en tanto por las bocinas que se encontraban instaladas por todo el pueblo, incitaban a echar violentamente a los “comunistas” fuera del poblado, esto de parte del sacerdote del lugar, de nombre Enrique Meza, quien continuo azuzando a la turba para que entraran a la casa, y sacaran a los aterrorizados jóvenes que no entendían lo que pasaba, a quien habían ofendido, o de que los acusaban, mientras el padre seguía afirmado que los jóvenes habían llegado para “arrancarles” su religión, pues eran «comunistas», por lo que la población molesta tocó a la puerta del domicilio, abriendo la puerta Lucas, hermano de Odilón y dueño de la vivienda, tratando de defender a los jóvenes, pero fue asesinado de un machetazo en el cuello, y un disparo frente a su familia, con lo que la pesadilla comenzó.
Los siguientes en ser asesinados a machetazos fueron, Ramón y Jesús, mientras que Miguel, Roberto y Julián fueron amarrados con un lazo para ser llevados a la plaza del pueblo, mientas escuchaban opiniones encontradas, desde quienes exigían que fueran rematados, hasta quienes pedían que los dejaran, pues no tenía caso agredirlos más. Esta es una analogía de dos barbaries, de las cientos o miles que se han cometido a través de la historia del México bronco, que realiza este tipo de procedimientos para presuntamente aplicar la sentencia bíblica del “Ojo por ojo” por no tener confianza en las autoridades, ya que nunca responden al clamor de justicia, y que en algunos casos, al poco tiempo sueltan a los culpables, por estar mal estructurado el expediente, o por algún otro recoveco legal, ojala que a estos linchamientos no nos acostumbremos, y su practica sea erradicada de los llamados “usos y costumbres” tanto en los pueblos, como en las ciudades.