Los falsos revolucionarios y los falsos transformadores de cuarta
Por: Vicente Hernández
“Son raros los que, con el poder absoluto, conservan la moderación y no dan rienda suelta a sus pasiones”.
«Francisco I. Madero»
Existen en México más de dos partidos políticos que enarbolan la bandera de la revolución, y se dicen “revolucionarios” cuando la historia oficial registra que fue el 20 de noviembre de 1910 cuando da inicio uno de los más importantes acontecimientos históricos y sociales en México: la revolución mexicana, que nace del descontento por la forma dictatorial en que ejerció el poder el oaxaqueño Porfirio Díaz, situación que se prolongó durante 34 años, hasta que un hombrecito de barba peculiar llamado francisco I. Madero (hoy venerado por el gobierno morenista) recorre el territorio nacional para formar un nuevo partido político, que eligiera a sus candidatos de manera democrática ante la amenaza del dictador de volverse a reelegir, como respuesta, Porfirio Díaz manda arrestar a don Francisco en San Luis Potosí acusado de sedición, logrando Madero escapar, refugiándose en Estados Unidos donde proclama en la fecha señalada al inicio el “Plan de San Luis” en el cual convoca a sus seguidores a tomar las armas en contra de Porfirio Díaz.
Este es por lo menos el inicio de la versión oficial del estallido social, que al pasar de los años tendría gran repercusión en la vida política, social y económica de México. Pero lo curioso en esta tan glorificada revolución, es que al final de cuentas ¿quién gano? Porque Madero, Villa, Zapata, Carranza, Obregón y algunos otros fueron asesinados, y los hacendados, burgueses y el alto clero despojados de riquezas y de poder, volvieron a recuperar gran parte de lo expropiado, por lo que me permití la libertad de reproducir una pequeña parte del primer capítulo del libro “Análisis de los Procesos Revolucionarios” de Fernando Mendoza (Grijalbo 1980).
“¿Qué es la revolución?” responder a esta interrogante, no es una cuestión fácil, ya que las definiciones del concepto se prestan a una amplia gama de confusiones, algunos especialistas razonablemente señalan que la palabra “revolución” es ambigua, porque si bien es cierto que sociológicamente designa un hecho histórico, transformador, que abre un nuevo horizonte a los hombres, el mismo concepto en sentido astronómico designa simplemente el movimiento giratorio y regular de los planetas, las diferencias conceptuales se enfatizan aún más en el ámbito de la literatura popular, en donde con frecuencia se habla de revolución industrial, revolución intelectual, revolución artística, revolución moral, revolución sexual, etc., etc., bajo esta copiosa enumeración se pretende designar el cambio violento, en las costumbres, o en los usos, de nuestras sociedades de consumo.”
El autor del citado libro omitió mencionar a los partidos políticos PRI, PRD y PARM, siendo el primero el que por más años ha esgrimido el concepto, y en su nombre logro gobernar durante 71 años ininterrumpidos (1929-2000) llegándose a convertir en “La Dictadura Perfecta” como bien lo definió el escritor peruano Mario Vargas Llosa, el segundo (hoy también en ruinas) fue el que más traiciono su ideología, porque ni fue revolucionario, ni mucho menos democrático, y el tercero nació y murió sin ser autentico, ni mucho menos revolucionario (1954-2000) debido a que durante sus 46 años de vida subsistió con las migajas que le arrojaba el PRI, al que casi siempre sirvió de comparsa.
A casi 114 años de haber dado inicio la revolución, hoy día se percibe un malestar social ya que la ciudadanía vive en el asombro, él miedo y la desilusión, a casi seis años de haber tomado posesión el actual gobierno morenista de la república, principalmente vive aterrado con las decisiones en materia de seguridad pública, de haber aplicado una política de “abrazos y no balazos” en vez de tomar medidas desde el inicio del sexenio en contra del crimen organizado, convertido hoy día en el quinto jinete del Apocalipsis.
Y el descontento social es igual que en los regímenes anteriores, (la etapa porfiriana) porque el caldo de cultivo es el mismo; la pobreza excesiva en algunos núcleos de la población (a pesar de los tan presumidos programas sociales), contrastando con la riqueza excesiva de unos cuantos, la desigualdad y corrupción en la designación a cargos de elección popular, e imposición de funcionarios de primer nivel que no reúnen el perfil para el cargo, violando todo precepto constitucional, adoctrinamiento y promoción a la candidata oficialista violando las leyes electorales desde el pulpito mañanero, en una red para todo el territorio nacional, con el insano propósito de vengar supuestos fraudes, descalificando a los periodistas que no lo aplauden, no lo alaban, en una desbocada incitación al culto a la personalidad para saciar esa inagotable sed de narcisismo, señalando con dedo flamígero a las personas, instituciones no gubernamentales, empresarios, de estar en contra de él, (sin presentar pruebas de las acusaciones) aunado al ataque sistemático a la candidata de la oposición, repetido pocas horas después por sus focas aplaudidoras e idolatras, así como también por su caja de resonancia en la que se ha convertido su morenista candidata a la presidencia de la república.
En este mismo espacio he condenado el pillaje y oportunismo de personas que con el rostro cubierto durante la marchas de protesta se dedican a delinquir por supuestos o reales “crímenes de estado”, pero tampoco se les puede negar el derecho que tienen los campesinos, las mujeres agredidas, los de Ayotzinapa, las madres buscadoras, que contagiadas por el descontento por esta falsa “cuarta transformación”, condenen todo lo negativo de la clase gobernante, y reclamen con energía el cambio de hombres y sistema de gobierno, y niegue toda efectividad al orden inoperante, pero cuidado si estas inconformidades no están generalizadas al resto del territorio nacional, porque entonces la mecha para producir un estallido social, que venga a convertirse en una verdadera revolución, no habrá de encenderse.
Esperemos que realmente se esté creando conciencia cívica entre la población, y la próxima revolución sea la electoral, y las armas que empuñemos los mexicanos sean nuestras credenciales de elector (si es que el INE sobrevive a este, o al próximo sexenio)