Política

Americo II: ¿PRIdestinado a gobernar ?

POR OSCAR DÍAZ SALAZAR

Recién concluí la lectura del libro “El Poder. Los Genios invisibles de la ciudad”, de Guglielmo Ferrero, historiador, periodista y novelista italiano (1871 a 1942).

Fue el azar el que me llevó, de la lectura de una cita a pie de página, a un texto por demás interesante, que me hizo entender algunas decisiones de los políticos y ampliar muchas dudas e incomprensiónes mías, en relación a lo que sucede en la mente de los gobernantes y de los pueblos.

El autor afirma que es el miedo que tienen los gobernantes, lo que los lleva a suprimir libertades, perseguir a los opositores, ofender al pueblo y cancelar la comunicación entre gobernantes y gobernados.

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El otro concepto central del texto es el de la legitimidad que tienen, o no tienen, los gobernantes; legitimidad que viene de abajo, a diferencia del poder que llega de arriba, y que significa la percepción generalizada de que los gobernantes tienen el derecho a gobernar.

Guglielmo Ferrero nos dice también que hay dos corrientes que han estado constantemente en pugna para la conducción de los pueblos y estos son la idea de que la monarquia (un individuo y/o una familia) gobierna por derecho divino y ese derecho a gobernar se transmite por herencia o vínculos de sangre. La otra idea es la que conocemos por democracia representativa y que consiste en que los electores, que históricamente han tenido diversas características, deleguen el poder para decidir a nombre de la mayoría.

En el libro se reseñan varios ejemplos de gobernantes que no cuentan con uno de los elementos más importantes para conseguir la legitimidad, que es el tiempo que han estado, ellos o sus ascendentes, al frente del gobierno. Uno de estos ejemplos es el de Napoleón, un personaje que se hizo del poder derribando una monarquia, contrariando la idea de que solo ciertas familias tenían el derecho legítimo a gobernar. Pero ese mismo personaje que se hizo del poder desconociendo a los monarcas, movido por el miedo y el interés de legitimarse, es decir de ser aceptado por los gobernados, fue el mismo que se rodeó de los viejos miembros de la monarquia, o para decirlo al modo de los historiadores: “del anciano régimen” y también fue el mismo que se hizo nombrar de varias formas, en una sucesión que terminó en el principio del que habían partido, que fue reclamando el título de soberano y el trato de realeza para sí y para los miembros de su familia.

Interesante el texto que recurre a la historia de Europa, particularmente a la revolución francesa, para analizar la pugna entre esas dos ideas que justifican a la monarquia y a la democracia como forma de gobierno.

La lectura de este libro me sirvió, sino para entender, por lo menos para encontrar un ejemplo histórico de algunas de las decisiones que he tenido oportunidad de ver en nuestros gobernantes.

El interés por conseguir legitimidad puede ser la razón por la que fueron llamados al gobierno de Tamaulipas, decenas o tal vez cientos de personajes identificados con el PRI.

La convicción de que tienen la capacidad y el derecho a gobernar, porque así lo hicieron los familiares de la generación anterior, es lo que hay detrás de la intención del senador Américo Villarreal de ser candidato de morena al gobierno de Tamaulipas. Y aquí lo grave no es que Américo Villarreal se sienta predestinado (PRI destinado) a gobernar, lo delicado es que sea el mismo presidente López Obrador quien vea cualidades en el doctor para gobernar, pues estaríamos ante una traición de un político que llegó a la presidencia negando el derecho de las monarquias modernas a perpetuarse en el poder. Cuando digo monarquias modernas, me refiero a las élites de nuestro país, la familia neoliberal mexicana, sucesora de la familia revolucionaria e institucional.

Sería tanto como reivindicar el viejo régimen, renegar de la democracia y restaurar la monarquia en Tamaulipas, si el presidente López Obrador sugiere (ordena) a los directivos de morena que obsequien la candidatura al gobierno de Tamaulipas al señor Américo II.

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