Política

Salvador Cienfuegos: poderoso militar mexicano marcado por Ayotzinapa y, ahora, la DEA

En 2012, Salvador Cienfuegos fue nombrado titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, que ocupó hasta el fin del mandato con un historial aparentemente perfecto

El general retirado Salvador Cienfuegos, exsectetario de la Defensa Nacional (Sedena) entre 2012 y 2018, era considerado uno de los militares más reputados del Ejército mexicano y muy estimado entre las tropas, una carrera empañada por la tragedia de Ayotzinapa y, ahora, la detención el pasado jueves en Estados Unidos a petición de la DEA.

Nacido el 14 de junio de 1948 en Ciudad de México, Cienfuegos Zepeda ingresó en el Ejército a comienzos de 1964, con apenas 15 años, y estuvo más de cinco décadas en activo. Se licenció en Administración Militar y obtuvo una maestría en Administración Militar para la Seguridad y Defensa Nacionales.

A lo largo de su larga carrera fue comandante de varios batallones y regiones militares, además de director del Heroico Colegio Militar.

En 2012, con la llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República, Cienfuegos fue nombrado titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, que ocupó hasta el fin del mandato con un historial aparentemente perfecto, pese a algunas polémicas.

Ustedes deben estar convencidos y orgullosos de que han realizado una labor fundamental, única amplia y de gran importancia, y gracias a ello somos la institución que más resultados aporta al esfuerzo nacional en materia de seguridad. Y gracias a ustedes, hemos disminuido considerablemente las quejas de derechos humanos”, dijo el 12 de noviembre de 2018, en su último evento público antes de dejar el cargo y rodeado de centenares de efectivos.

Duro, popular, polémico

De semblante duro y aparentemente imperturbable, Cienfuegos Zepeda era considerado uno de los militares más influyentes del Ejército, aunque sus seis años a la cabeza de la institución lo pusieron en el centro de varias polémicas.

Las que quedarán en el imaginario colectivo son la tragedia de Ayotzinapa y la matanza de Tlatlaya.

Aunque según la primera versión oficial de los hechos, hoy defenestrada, el Ejército nunca tuvo participación en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la sombra del delito siempre persiguió a esta institución.

En un primer momento, Salvador Cienfuegos mostró su predisposición a que los militares del 27 Batallón de Infantería, con sede en Iguala, prestaran declaración. Pero en sus años en el cargo ni un militar fue imputado pese a reiteradas peticiones de familiares y los expertos independientes de la CIDH.

En octubre de 2010, Cienfuegos dijo que los soldados que estuvieron en la zona no tenía “por qué declarar” ante el grupo de expertos de la CIDH que investigaba los hechos, porque solo responden ante “las autoridades mexicanas”.

No fue hasta este septiembre, cuando se cumplieron seis años de la tragedia y bajo la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, que se anunciaron ordenes de captura contra militares por el caso.

Bajo el paraguas de Cienfuegos también se cometió la matanza de Tlatlaya.

En la madrugada del 30 de junio de 2014, 22 personas fueron asesinadas por soldados en una bodega ubicada en el municipio de Tlatlaya, en el Estado de México, colindante con la capital mexicana.

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