HOMERO HINOJOSA.
Hablar de “nueva normalidad” es simplemente un eufemismo, una manera de ponerle nombre a un eventual retorno a la vida cotidiana con un aprendizaje obtenido en este tiempo de confinamiento.
Es también un buen deseo de que las cosas sean mejores para todos, que las enseñanzas y reflexiones de la Cuarentena se traduzcan en una visión diferente, fincada en esperanzas y en una nueva fe.
Cuando todo pase, cuando ya tiremos a la basura los cubre-bocas descoloridos y los guantes incómodos, nos enfrentaremos a una nueva realidad y no precisamente a una nueva normalidad.
Circula por ahí un meme-video (no se ha comprobado su autenticidad) en donde la periodista Carmen Aristegui pregunta al Dr. Hugo López Gatell:
“¿Cuándo vamos a volver a la normalidad, a la vida que teníamos antes?”.
Firme, serio y contundente como siempre, el subsecretario de Salud responde: “Yo contestaría que lo más probable es que NUNCA”.
Legítimo o no el video lo cierto es que encierra una verdad: la vida post-virus no será una de “nueva normalidad”, será simplemente otra realidad. Punto.
Para empezar, lo normal era llevar una vida en donde el cuidado de la higiene y la salud las teníamos en mente pero no lo considerábamos como algo de extrema atención. Si algo nos ha dejado esta experiencia pandémica es generar nuevos hábitos y costumbres. Seguramente, estimado lector, ya no volverá usted a empujar las puertas del Oxxo como lo hacía antes.
Esto es una lección positiva: tener un mayor cuidado de la higiene y la salud. Por mucho tiempo anuncios en la televisión nos advertían de la importancia de lavarnos bien las manos, pero simplemente quedaba ahí, en un consejo mediático. Ahora, sin embargo, nos lavaremos las manos al despertar y al irnos a la cama; limpiaremos más nuestras zonas de trabajo, comida y entretenimiento. El Lysol estará ya siempre en la lista del supermercado.
Quizá el sector de la Salud tendrá también una transformación radical, no solo en la forma en que cuidamos de ella los ciudadanos, sino también en la visión que tienen Gobierno e iniciativa privada de ella. Si algo ha demostrado el Covid-19 es la posibilidad inmediata de que cualquier “bicho” pueda trastocar de nuevo al mundo entero.
El Coronavirus nos dejará como legado una nueva cultura de atención a la salud. Empezaremos en nuestros teléfonos a bajar aplicaciones que estarán monitoreando nuestro cuerpo y que anticipen enfermedades. Surgirá una nueva industria de “pruebas”, vacunas y protocolos para anticipar enfermedades. La nueva realidad será una de intensa prevención.
El ser humano tiene una gran capacidad de adaptación. Lo ha demostrado a través de la historia, primero dejando las cavernas y su estado sedentario para practicar el nomadismo, la exploración y la conquista de territorios. Hoy lo demuestra regresando a las cavernas modernas —claro, equipadas con Netflix y refrigerador a la mano— ajustándose a esta realidad temporal de encierro en tanto se disipe el virus.
Pronto cerraremos un ciclo más, uno histórico y radical. La invitación es tomar el presente por el mango, valorar el pasado como una experiencia de aprendizaje y mirar al futuro con ánimo. La vida finalmente tiene que continuar. Esa es la nueva realidad.