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Tamaulipas, generador de gobernadores criminales.

Por: Mauricio Fernández Díaz

También Eugenio Hernández se burló de la ley y los tamaulipecos

Ciudad Victoria.- Un día de 2009 la vida dio un giro completo a los habitantes de Victoria, Mante, Altamira, Madero y Tampico. Nada volvería a ser como antes.

Los comerciantes fueron presionados a pagar extorsiones, “cobros de piso” y amenazas de muerte; los males de la frontera, aparentemente encerrados en esa región, se extendían a todo el estado.

Y el peor de todos fue el secuestro. La Ley de la Selva favorecía a los criminales: dos ex alcaldes de Tampico fueron plagiados, y Ciudad Victoria, un municipio que nadie identificaba como empresarial o de alto desarrollo capitalista, era uno de los más castigados por este delito.

La gente clamaba seguridad al Gobierno del Estado, pero ahí no había un líder sino Eugenio Hernández Flores o el Geño, como lo llama el populacho.

Por aquel entonces, cierto empresario tampiqueño, a quien le habían secuestrado un hermano, viajó a la capital a entrevistarse con Eugenio. Lo recibió en su despacho.

–Gobernador, tienen a mi hermano.

–¿Y qué te dicen?

–Que les pague 10 millones.

–¡Ahí está! –dijo Geño–, pues paga.

La inteligencia de Hernández Flores llegaba hasta ahí, a lo trivial, a lo simple, a lo banal, sin importar la gravedad de las circunstancias. Algunos sospechaban que era cómplice de los perpetradores debido al cinismo de su tranquilidad. Todos los tamaulipecos tenían miedo, menos él.

Y así, con su gesto inofensivo, su carácter blando y su sonrisa anodina, Eugenio Fernández Flores fue uno de los peores gobernadores de Tamaulipas, donde abunda esta clase de mandatarios. El cabecismo le giró una orden de aprehensión por un delito poco convincente (la venta de 1,600 hectáreas de terrenos industriales en Altamira) y desde el 6 de octubre de 2017 está en la cárcel.

Pero si ese delito se le puede resbalar, hay otros que trae bien adheridos. Estados Unidos ha solicitado tres veces su captura: en marzo de 2014, en junio de 2015 y en febrero de 2017. Un fiscal federal, Kenneth Magidson, acusa a Geño y a Oscar Gómez Guerra, su cuñado, de recibir30 millones de dólares del crimen organizado, según el expediente C-14-178-S, del 27 de mayo de 2015.

Entonces, más allá de su sonrisa socarrona, hay indicios, documentos, pruebas y hasta una riqueza faraónica que lo hacen sospechoso. La entonces PGR le abrió la averiguación PGR/SIEDO/UEIDCS/012/2009 por los delitos de delincuencia organizada, lavado de dinero y otros.

¿Cómo puede alguien, con esos antecedentes, pedir clemencia a los jueces? No decimos que sea culpable, pero no merece perdón sino juicio justo, apegado a derecho. Hay en prisión miles de personas, separados de sus familias, de sus hijos, que esperan una sentencia desde hace años; son pobres y a nadie le importan. En cambio, el fin de semana se alzó un coro de internautas que pedía, desde Ciudad Victoria, la liberación de Eugenio Hernández Flores como si fuera una blanca paloma o una víctima inocente.

Salvo la familia del exgobernador, que por lazos de sangre le gustaría sacarlo de prisión, mucha gente se sumó a la solicitud de excarcelar a Eugenio por intereses personales o mezquinos. ¿Mezquinos? Sí, porque recibieron un favor, una plaza de trabajo o dinero regalado. No se trata de corregir una injustica ni de reparar la confianza en las instituciones, sino de sacar al “padrino” del penal, aunque haya sido un sinvergüenza impenitente.

Porque Eugenio pudo haber ayudado a unos cientos de personas, a un círculo grande aunque limitado, pero a cientos de miles las condenó a la desigualdad y marginación. Su peor fracaso fue el asesinato de Rodolfo Torre Cantú, que no supo prevenir. Y desde su labor como alcalde de Ciudad Victoria ya utilizaba el poder para beneficiar a su familia y a sí mismo. Creó el Zoológico Tamatán pero convirtió la mitad de una reserva de acceso gratuito a una de paga; entregó un contrato de 30 millones de pesos a Constructora del Noreste, propiedad de su tío, Antonio Carlos Valdez Balboa, e invirtió 68 millones de pesos en un plan de infraestructura del que salió el Museo de Historia Natural El Tamux, uno de los centros culturales más espantosos de México, sin museografía ni curadores profesionales, como afirmó el escritor Nicolás Alvarado cuando lo recorrió.

No, a Eugenio lo adora un puñado de victorenses, no todo Ciudad Victoria, y fuera de la capital definitivamente nadie quiere volver a saber de él, especialmente las familias que sufrieron secuestros en Mante, Aldama, Altamira, González, Madero y Tampico, donde los ricos huyeron a Monterrey, el Distrito Federal y Estados Unidos.

¿Creerán que el regreso de un victorense al Gobierno del Estado pone de nuevo a Eugenio Hernández en la calle, limpio de culpa, al lado de sus amigos o, peor aún, de vuelta en la política? Rechazamos la idea de que la lucha del doctor Américo Villarreal, después de tantos peligros y amarguras, sea esta pobre maniobra. Todo lo contrario: ha llegado al poder por haber derrotado a la corrupción de Francisco García Cabeza de Vaca, y no puede precipitarse ahora a meter las manos al fuego por un político señalado como Hernández Flores, aunque sean paisanos de Ciudad Victoria.

Existe el temor fundado de que la escoria que mal gobernó a Tamaulipas de 2004 a 2010 regrese a ocupar cargos en la administración estatal, ahora encabezada por Villarreal Anaya. Siendo un hombre de formación humanista y científica, no vemos esa posibilidad. Pero debe estar alerta de que no se infiltren a través de sus cercanos. La gente no olvida los agravios y, cuando se siente defraudada, manifiesta su descontento en la boleta electoral.

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