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Van 19 mil quemados en territorios del ‘huachicol’

Puebla e Hidalgo. De 2016 a la fecha se ha multiplicado la atención a personas ligadas al robo de combustible y víctimas colaterales; MILENIO recupera sus historias.

SELENE FLORES

¿Cómo se sobrevive a una explosión derivada del huachicol? ¿Cómo se explica lo que el fuego puede hacerle a una persona? Desde que comenzó a tomar fuerza el robo de combustible en el país, hace ya 10 años, el número de víctimas vinculadas es tan alto que es prácticamente imposible de calcular: solo en lo que va de 2019 han fallecido más de 150 personas y otras tantas han resultado heridas. Pero por tratarse de un incidente que involucra a autoridades de distintos niveles no existe una estadística confiable.

Los quemados no están siendo contados ni están contando su historia. Por ejemplo, dentro de las cifras oficiales del sistema epidemiológico se contabilizan entre 2016 y este año 19 mil personas atendidas en el sector salud por quemaduras solo en Puebla e Hidalgo, dos de las entidades más afectadas por huachicoleo. Pero dentro de ese universo es prácticamente imposible determinar quiénes sufrieron heridas por incidentes vinculados al robo de combustible, ilícito que, según datos del propio gobierno federal, tiene su origen y sus más finos hilos en las entrañas de Pemex.

Lo que hay son testimonios, tanto de expertos en el sector salud como de sobrevivientes. Según especialistas, la temperatura que puede alcanzar el combustible supera los 1000 grados centígrados. Si la ropa de una persona se impregna de gasolina, el calor se incrementa al extremo de producir la carbonización. Son heridas difíciles de tratar pues se ha perdido no solo la piel, sino el músculo, el hueso, los ligamentos y los tendones. Es entonces cuando ya no hay marcha atrás: hay que amputar.

Entre las llamas que provocan las explosiones en los ductos clandestinos han perdido y marcado su vida huachicoleros, pero también ladrones de ocasión, de oportunidad y hasta curiosos.

También hay héroes. En el cumplimiento de su deber, integrantes de diversos cuerpos de bomberos y de Protección Civil han arriesgado su vida al cerrar las tomas ilegales. Al tiempo que han salvado vidas, estos elementos han cargado entre sus brazos los restos calcinados de decenas de víctimas. El recuerdo, dicen, no se va… siempre regresa cuando observan sus equipos de trabajo carbonizados y sus cascos de protección retorcidos por el fuego.

MILENIO buscó a sobrevivientes de distintos accidentes vinculados al huachicol para entender las historias de aquellos que de una u otra forma han sido marcados por el fuego. Historias de personas que, ante una fuga del combustible, vieron la oportunidad y llenaron bidones, como en El Zapotal, Tabasco.

Este acto de rapiña, ocurrido el 26 de marzo de 2015, marcó la vida de dos niños, que al verse al espejo ya no se reconocen porque fueron mutilados por dentro y por fuera, que perdieron a sus seres queridos y que siguen viviendo en una comunidad que poco o nada aprendió de la desgracia. En El Zapotal sigue desprendiéndose un penetrante olor a gasolina. La zona no ha cambiado pese a los distintos accidentes que han ocurrido en los últimos años. Forma parte del centro de operaciones de grupos criminales que constantemente perforan la red de ductos de Pemex que atraviesan los tres municipios petroleros de la Chontalpa: Cárdenas, Cunduacán y Huimanguillo.

También hay víctimas colaterales. Entre estas, decenas de familias de la comunidad de San Martín Texmelucan, en Puebla, donde 29 personas murieron el 19 de diciembre de 2010, cuando una fuga de gasolina proveniente de un ducto ilegal literalmente hizo volar el pueblo. Ellos no la debían, pero también quedaron marcados de por vida.

El 15 de enero pasado, la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, informó que hasta esa fecha había más de mil 700 carpetas de investigación abiertas en torno al robo de combustible en el país.

De esas carpetas poco se conoce, pero contienen decenas de historias detrás de un delito, que tuvo su mayor tragedia el 18 de enero pasado en Tlahuelilpan, Hidalgo, con 135 vidas consumidas entre las llamas.

Algunos sobrevivieron para contarlo, porque las marcas en sus cuerpos y en sus memorias hacen que sea difícil olvidar. Presentamos algunos de los rostros detrás de la ordeña de combustible, sus víctimas y sus sobrevivientes.

Esta es la vida después del huachicol.

ALICIA DE LA CRUZ, 17 AÑOS.

«ES DOLOROSO, SE ME JALA LA PIEL, COMO QUE SE ME ROMPE»

Avisaron que había chocado una pipa y pues fuimos. Vimos a la gente que estaba sacando gasolina. Mi mamá estaba allá y pues yo fui. Me dijeron que ayudara a llenar una garrafa y les ayudé. También a mi tío. Yo lo que quería es que mi mamá se saliera de ahí rápido, por eso le ayudé. Le decía: “Ya sálgase, mamá. Ahorita yo le saco la gasolina”.

Se quemaron mi tío, la hermana de mi mamá, mis dos primas y un conocido… Ni Dios quiera que le hubiera pasado a mi mamá. Yo no hubiera querido vivir sin ella. Fue muy doloroso saber que tu familia ha fallecido de esa manera. Aquí no tocamos ese tema porque sí duele.

Me hicieron muchas cirugías y de mi mismo cuerpo me sacaban injertos para la espalda y todo eso. Me hacen falta varias cirugías, pero no tengo dinero y pues ya así me quedo.

Es doloroso. A veces se me jala la piel, como que se me rompe, pero me sirven los masajes. No puedo estar más de dos horas bajo el sol por las heridas.

Algunos aprenden, pero otros aquí parece como si no les importara la vida porque lo siguen haciendo.

Claro que me arrepiento, pero qué le voy a hacer a lo que me pasó. Ni modo que eche el tiempo pa’ atrás. A seguir adelante como estoy. Lo que te queda es una cicatriz por el resto de tu vida. Solo queda superar la cosas.

Tuvo quemaduras en 90% del cuerpo luego de extraer combustible de una pipa que volcó en Huimanguillo, Tabasco, el 12 de marzo de 2013.

Fuente: Milenio

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