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Puños arriba, señales de silencio e incertidumbre en el colegio Rébsamen

A más de 24 horas del sismo que impactó a la Ciudad de México, en el colegio Enrique Rébsamen se vivieron horas aciagas en la búsqueda de niños atrapados entre los escombros.

Por la mañana, con sol radiante, la ciudadanía se despertaba con la noticia de una niña con vida atrapada en lo que quedó de esa escuela. Todo el esfuerzo se concentró ahí, aunque después se supo que había más personas con ella. Ya por la tarde, el día se nubló, el cielo se tornó gris y con él imperó la incertidumbre.

Sobre la calle Rancho Tamboreo, enclavada en la colonia Nueva Oriental, los momentos de silencio se convirtieron en una mezcla de esperanza, pero también de desolación por los niños que aún están atrapados entre los escombros que dejó el terremoto de 7.2 grados del martes pasado.

A las 16.30 los aplausos se hicieron presentes por el acercamiento con la menor buscada desde la madrugada. Los rostros se iluminaron, pero nada más.

En el resto del día no hubo celebraciones, sólo el sonido de los silbatos que llamaban a silencio absoluto para que los rescatistas, entre voluntarios, marinos y “topos”, pudieran percibir una señal de vida.

Las toneladas de escombros siguen llenando camiones de cascajo, mientras que decenas de voluntarios con carretillas acarrean los restos del edificio de tres pisos, otrora kínder y primaria y secundaria.

Un miembro de la corporación Topos platica a Apro que la situación es muy complicada, que es necesario que los elementos de la Marina evalúen de nueva cuenta los daños para saber qué estructuras mover, de forma que no se derrumben por completo los escombros.

“Parece un sándwich, cayó un techo sobre otro, es muy complicado para nosotros maniobrar así, estamos esperando el dictamen de la Marina. Se tiene la idea de que hay alguien con vida. Se ubica en la zona de las escaleras, aparentemente junto al que era un salón”, sostiene el rescatista al tiempo que toma un descanso, pues desde anoche está laborando.

Luego advierte. “Ahorita está colapsada la estructura, se está partiendo desde ayer y avanzan las placas”.

Nuevamente los puños arriba, señal de silencio, todos a la expectativa. Se escuchan los silbatos, mientras a dos cuadras se hace el silencio. La búsqueda no acaba.

A la “zona cero” no hubo acceso para los medios de comunicación, quienes estaban apostados a una cuadra del colegio. Habría que pasar al menos tres filtros de seguridad de la Policía Federal para llegar a la calle de Rancho Tamboreo. Poco a poco, algunos camarógrafos, fotógrafos y reporteros se fueron colando al área.

Eso sí, el único medio que tuvo acceso hasta el lugar de los hechos fue Televisa, algunos representantes de medios internacionales y nadie más.

Los primeros siempre estuvieron resguardados por elementos de la Marina, quienes coordinan las labores de rescate. Ante las cámaras de televisión, lucían siempre con sus chalecos de las fuerzas armadas.

De hecho, fuera de ahí, no hubo un parte, ni un balance de las autoridades sobre los rescates ante los demás medios que estaban a una cuadra del colegio Enrique Rébsamen.

Así transcurrió el día, siempre con voluntarios rechazados por los federales, quienes decían que ya había suficiente gente ayudando. No faltó comida, herramientas ni medicinas, ni siquiera impermeables que estaban solicitando los rescatistas al caer la lluvia y la noche.

Tampoco faltó el ánimo, ni los inoportunos quienes sobrevolaban la zona de desastre con drones. De hecho, la policía capitalina confiscó uno de esos aparatos y lo entregó a la Marina. En la calle del desastre hasta colocaron una lona pidiendo no utilizar esas cámaras.

Al cierre de esta edición aún no se rescata a la menor, identificada como Frida Sofía, sin embargo, según el “topo” consultado por Apro, “está muy cerca”, aunque con ella se encuentran otras cinco personas, se presume que niños.

Así cayó el día, entre la esperanza y la incertidumbre al sur de la Ciudad de México.

Lo que sí es cierto, según rescatistas consultados, es que para alcanzar a todos los atrapados por las lozas y paredes se llevarán días, sino es que al menos un par de semanas.

JUAN CARLOS CRUZ VARGAS 

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