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Democracia costosa

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Raúl Hernández Moreno

De 1997 a la fecha, del Instituto Nacional Electoral ha entregado 62 mil 153 millones, 699 mil 788 pesos a los partidos políticos, para sus gastos de operación y para las campañas electorales.

En ese lapso han perdido el registro alrededor de 25 partidos, entre ellos el Partido Alternativa Social, Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, el Partido Humanista.

El Humanista hizo su aparición en el 2014, cuando buscaba el registro y le entregaron 33 millones 185 mil 595 pesos con 58 centavos, misma cantidad que se entregó al Partido Encuentro Social y a Morena que cumplieron con los requisitos para obtener su registro condicionado.

Al año siguiente, a los tres partidos se le entregaron 105 millones 165 mil 782 pesos con 10 centavos para participar en la elección federal. El Humanista no alcanzó el 3 por ciento de la votación total y perdió el registro, en cambio Morena y el PES si obtuvieron su registro definitivo y para el 2016 el INE le autorizó 381 millones 820 mil 920 pesos a Morena y 230 millones 942 mil 399 pesos al PES.

Este año los nueve partidos con registro recibirán tres mil 953 millones 658 mil 321 pesos.

La democracia mexicana es muy costosa, con el agregado de que somos un país pobre, por más que los políticos pretendan compararnos con las grandes potencias económicas.

Cada año, el gobierno federal y el estatal gastan muchísimo dinero para que los partidos políticos puedan operar y en algunos casos esos recursos son utilizados por los directivos para darse la gran vida. El PT, el Verde y el MC, tienen varias décadas de ser manejados por dirigentes que se han eternizado en el poder: Alberto Anaya, Jorge Emilio González y Dante Delgado. No solo controlan las posiciones, también los recursos que les entrega el Estado.

En el PRD, Jesús Ortega y Jesús Zambrano, controlan el partido desde hace un par de décadas y designan las senadurías y diputaciones federales plurinominales para sus familiares y cuates.

Algo similar pasa en el PRI, donde las familias Beltrones, Gamboa y Camacho han sido beneficiarios del control ejercido en el partido.

Nuestra endeble democracia es demasiado costosa y los recursos públicos terminan siendo manejados como recursos propios por bandidos que se ostentan como los campeones de la democracia.

La ciudadanía pide y exige adelgazar el presupuesto de los partidos, pero lograrlo es imposible, mientras se ejerza una partidocracia en México. ¿Cómo esperar que los partidos decidan ponerse un freno así mismos?

Estamos condenados a padecer una democracia costosa, a tener procesos electorales dispendiosos, a tener partido, directivos ricos y electores pobres.

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