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Se arrepiente Casandra de votar en contra

Fuentes fidedignas. Por Isaias Alvarez

La diputada federal del Partido Verde Casandra de los Santos Flores, quien horas antes se había erigido como férrea defensora del campo tamaulipeco, terminó doblando las manos al momento de la votación de la nueva Ley General de Aguas. Con ello, dicen en los pasillos políticos, ella misma martilló el último clavo en su ataúd político. Le comentaré por qué.

La nutrióloga de profesión aseguró públicamente —en video— que existían contradicciones entre los artículos 22 y 49 del dictamen, y que votarlo “con prisa” podría perjudicar a los agricultores del Distrito 03 que dice representar. Prometió que su voto sería en contra si la iniciativa llegaba al Pleno. Pero bastaron unas horas para que todo cambiara: cuando llegó el momento de votar, se alineó dócilmente con la Ley que minutos antes consideraba riesgosa. ¿Qué pasó diputada?

Cabe mencionar que la voz que ahora se levanta contra Morena es la misma que llegó al Congreso gracias al impulso lopezobradorista. En la 4T no faltará quien ya la tachó de malagradecida y de buscar reflectores a costa del movimiento. Pues sí, qué rápido olvidan algunos quién los subió al escenario y gracias a quien ahora tiene el uso del micrófono.

Y aquí entra en escena la familia Villafranca. Porque la indignación tan difundida de Casandra no nació de la nada: posiblemente detrás están quienes han hecho del agua un negocio de élite en Tamaulipas durante dos décadas. Los Villafranca Jasso poseen una concesión millonaria que controla buena parte del recurso en el centro del estado. Y no son ningunos desconocidos: su figura más visible, Jorge Villafranca hijo, asumió en marzo pasado como director general del Centro SICT en Nuevo León, donde está, dicen, gracias al respaldo directo de José Ramón Gómez Leal.

Su padre, Jorge Villafranca Jasso, panista de toda la vida, lleva años atrincherado en la Asociación Ganadera de Soto La Marina. Y no cualquiera tiene esos vecinos políticos: sus ranchos colindan con los de Francisco García Cabeza de Vaca y con los de Eugenio Hernández Flores. Un bonito triángulo donde el agua corre para los mismos, y para los campesinos nunca llega.

Así que cuando Casandra se paró frente a la cámara para “defender al campo”, tal vez lo que estaba defendiendo era la nómina política de siempre. Esa que se cruza entre panistas de antaño, caciques ganaderos y aliados estratégicos del senador. Esa que no conoce color de partido, pero sí flujo constante de agua y de dinero.

Porque mientras daba cátedra sobre dictámenes y artículos, los agricultores ya la veían como aliada. Hoy sienten que los utilizó de comparsa. Si tanto presumió que “no había prisa” por votar y exigió que se estudiara más a fondo ¿qué recibió o que la impulsó para cambiar de opinión tan rápido?

Está de más aclarar que Casandra pertenece al grupo político de JR, Claudia Hernández, la pandilla de los Makitos y los panistas de Rio bravo al mando de Miguel Almaraz, por eso entraron al tema los Villafranca; y muy posiblemente haya uno que otro amigo de la diputada quien como los ya mencionados, disfruten de agua prácticamente ilimitada.

Ahora Casandra Prisilla tiene un problema: ganó enemigos en ambas orillas. Los productores que confiaron en ella ya ven su voto como una puñalada. Y en Morena muy seguramente la ven como malagradecida e incongruente en su actuar.

Los campesinos que dice defender merecen una explicación. Si no sale a aclarar por qué votó a favor —después de hacer campaña pública diciendo que estaba en contra— sólo quedará la versión más incómoda de todas: hubo trato en lo oscurito con las cúpulas. A lo mejor y hasta con dedicatoria.

Casandra dijo una cosa frente a los campesinos y votó exactamente lo contrario frente a los caciques del agua. Y en política, traicionar al mismo tiempo a quienes te pusieron en el cargo y a quienes juras defender es una jugada maestra, para enterrarte tú solita.

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