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Pacientes en agonía por falta de insumos… mientras el personal hace pachanga

Crónicas del Sur | Por José Juan

En el Hospital General Regional Número 6 del Seguro Social se vive una realidad tan cruel como indignante: pacientes en agonía por falta de insumos y medicamentos, mientras parte del personal festeja como si no hubiera dolencias que atender ni vidas que salvar.

Las quejas son constantes. Familiares denuncian que no hay medicinas básicas, que los pacientes pasan horas sin ser revisados, que no hay suficientes especialistas y que los insumos más elementales simplemente no existen. Quienes tienen a un ser querido internado saben que, si no consiguen por fuera lo que el hospital debería proporcionar, la salud del paciente se deteriora rápidamente.

Aun con ese panorama sombrío, en días recientes se vivió una escena que elevó la indignación colectiva: médicos, enfermeras y personal sindicalizado realizaron una gran posada en plena explanada del nosocomio. Pachanga en forma: música, comida, bebida y celebración… a unos metros de pacientes que no cuentan ni con una simple dosis de medicamento para controlar el dolor.

Mientras los familiares no pueden siquiera tomar un café en las escaleras sin ser reprendidos o humillados por guardias que actúan con autoritarismo, el personal interno celebra sin restricciones, sin señalamientos y sin que nadie los limite. Guardias estrictos con los ciudadanos, pero sumisos ante la fiesta interna.

A esto se suma la angustia de ver a pacientes que literalmente agonizan. Personas que dependen de una atención que el hospital no está dando. No por falta de voluntad de algunos trabajadores que sí cumplen, sino por un sistema mal administrado, desordenado y rebasado.

La contradicción es brutal: por un lado, pacientes sin medicamentos, sin atención y sin dignidad… y por el otro, un festejo sindical que parece ignorar la crisis humanitaria que se vive adentro.

El Hospital General Regional No. 6 no solo necesita insumos y medicamentos. Necesita sensibilidad, responsabilidad y un alto inmediato a las prácticas que normalizan el abandono, la indiferencia y el maltrato.

Porque mientras haya pacientes sufriendo por falta de lo básico, cualquier pachanga —por muy sindical o “tradicional” que sea— es un insulto, una burla y una muestra del profundo deterioro institucional.

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