
Visión Estratégica | Por Gastón Arriaga Lacorte
En teoría, ser diputado es sinónimo de representar, proponer y vigilar. En la práctica tamaulipeca, para muchos es más bien un all inclusive con aire acondicionado, sueldo fijo y cero presión. Hay quienes confunden la curul con un camastro y el pleno con la alberca del hotel.
No todos, claro. Claudio de Leija, Humberto Prieto y Adrián Cruz han demostrado que sí se puede trabajar aun sin pulsera de resort. Se nota quién llega con agenda y quién llega con bloqueador solar.
El resto parece tener la legislatura en “modo avión”: discursos reciclados, ausencias con justificación creativa, selfies estratégicas… y una productividad que hace que los lunes de oficina parezcan Fórmula 1.
Mientras tanto, la ciudadanía sigue esperando leyes, soluciones y respuestas, pero recibe boletines de prensa y fotos sonriendo. Un espectáculo donde el aplauso es opcional, pero el cheque no.
Al final, ser diputado en Tamaulipas no debería ser un premio, ni un paquete turístico pagado con dinero público, sino un trabajo serio. Pero bueno… cada quien entiende “servir al pueblo” a su manera: algunos con proyectos, otros con margaritas en la mano.