El aliado incomodo de la 4T

Fuentes fidedignas. Por Isaías Álvarez
En Tamaulipas hay quienes presumen la camiseta de la 4T en redes, pero en los cabildos votan con la derecha. Les encanta ser aliados cuando hay presupuesto, pero oposición cuando hay línea. Se autonombran “leales al proyecto de nación”, pero operan como franquicias políticas al mejor postor. El Partido del Trabajo —que insiste en proclamarse parte de la Cuarta Transformación— hoy parece más un partido bisagra sin ideología ni disciplina, donde se defienden exalcaldes panistas y se vota por decisiones que van abiertamente contra los principios de la transformación.
En Río Bravo hay una regidora del PT que recientemente votó para que el ayuntamiento —gobernado por el PAN— le dispute la COMAPA al gobierno del Estado. Su justificación fue tajante: “yo no soy de Morena, soy del PT”. Esa frase, más que una aclaración, fue una confesión: cuando le conviene, apoya a Morena; cuando no, hace lo que le da la gana, incluso si eso significa legitimar al adversario político. No mencionaremos su nombre, porque hacerlo sería premiarla con que la conozcan fuera del pueblo.
Este tipo de doble juego político no es un caso aislado ni anecdótico. Es parte de un patrón más amplio donde el PT, aun presumiendo ser parte de la 4T, actúa como operador libre, sin consecuencias ni rendición de cuentas. El membrete dice izquierda, pero los votos huelen a pragmatismo de ocasión.
Días atrás, el comisionado nacional del PT en Tamaulipas, Arsenio Ortega Lozano, hizo declaraciones que causaron intriga. Tras la vinculación a proceso del exalcalde panista de Nuevo Laredo, Enrique Rivas Cuéllar, Ortega exigió que no haya “justicia selectiva” y cuestionó por qué se actúa contra un funcionario local mientras el exgobernador Cabeza de Vaca sigue libre en Estados Unidos. La crítica podría sonar justa, si no estuviera impregnada de una velada defensa al viejo cabecismo. ¿Habla como representante de la 4T o como analista con nostalgia de los tiempos azules?
Ortega, como otros dentro del PT, se ha especializado en el arte del doble mensaje: se abraza el discurso transformador para obtener cuotas, pero se cuestiona al mismo aparato judicial que lo sostiene. Se juega a ser oposición dentro del movimiento del que se dice formar parte. Y eso, en política, se llama simulación.
El PT ha hecho de la conveniencia su doctrina. No construye estructuras territoriales, pero exige posiciones. No tiene disciplina ideológica, pero cobra como si la tuviera. Se ha convertido en ese pasajero incómodo del tren de la transformación: no paga boleto, no respeta las paradas, pero siempre encuentra asiento en primera fila.
Y mientras tanto, la verdadera militancia, la que sí cree en el proyecto de nación, observa cómo se premia a quienes operan con tibieza, ambigüedad y hasta traición. La pregunta es urgente: ¿hasta cuándo Morena y la 4T seguirán permitiendo estos aliados de papel que, en el fondo, no se la juegan por el movimiento, sino por ellos mismos? Esperemos y no sea demasiado tarde para una depuración interna y externa, por el bien del partido.