Cabeza de Vaca y la Columna Armada

Sin Filtros;por Brenda Ramos
En 2016, Francisco García Cabeza de Vaca recorría el estado con una estructura que le respondía más allá de las siglas del PAN. En municipios como Hidalgo, Mainero y Villagrán, su campaña contaba con el respaldo operativo de la Columna Armada Pedro J. Méndez, una organización que, lejos de mantenerse al margen, se involucró activamente en su proyecto político.
El acompañamiento fue evidente, César “el Truko” Verástegui, su principal operador, también estuvo presente en actos donde se desplegaban lonas, caravanas y eventos coordinados con miembros de la Columna. Las fotos no han desaparecido, tampoco los nombres. Aquella campaña avanzó de la mano con actores no institucionales que jugaron un papel clave en el territorio.
Durante ese proceso electoral, el PRI presentó una denuncia ante la Fepade, en la que se señalaban posibles vínculos entre la Columna y la campaña panista. Entre los elementos, incluyeron una fotografía tomada de redes sociales que, con el tiempo, se comprobó que correspondía a un grupo armado en Michoacán, no en Tamaulipas.
Ese desliz técnico fue suficiente para desatar la contraofensiva. Ricardo Anaya, entonces presidente nacional del PAN, acusó al PRI de fabricar pruebas falsas. “Todavía tienen el cinismo de querer involucrar a nuestro candidato”, declaró en entrevista, mientras advertía que se trataba de una estrategia de desesperación por parte del priismo, que en ese momento cargaba con el peso de sus propios fantasmas: Eugenio y Yarrington.
Y aunque el debate mediático giró en torno a la autenticidad de una imagen, lo que nunca se discutió —ni se desmintió— fue la relación directa entre la campaña de Cabeza de Vaca y la Columna. Esa relación existió, fue visible, fue útil.
La versión de los panistas sobre la Columna, en ese entonces, era clara: no se trataba de un grupo criminal ni de un riesgo para el estado, sino de una organización que apelaba al patriotismo, a la defensa autónoma de sus comunidades y al derecho legítimo de los pueblos a organizarse frente al olvido institucional. Así lo sostenían, y bajo ese argumento se defendía Cabeza de Vaca y todos los suyos. Aquella estructura no era vista como un problema: era parte de la solución electoral.
En paralelo, el PRI también cargaba con su historia. Como ya mencionamos, los nombres de Eugenio Hernández y Tomás Yarrington, ambos exgobernadores, aparecían en las conversaciones públicas debido a las investigaciones que pesaban sobre ellos desde Estados Unidos. Era, como se dice en política, un empate técnico en el lodo.
Pero los años pasaron. El PAN y el PRI, que en su momento se acusaban mutuamente de pactos y excesos, hoy caminan juntos en alianza electoral. La política todo lo recicla, incluso los discursos.
Y Francisco, ahora desde el extranjero, ha cambiado el tono y ataca con todo a la columna, ahora son malos y criminales, pero cuando caminaron a su lado eran legítimos, amigos, aliados y los que lo llevaron a la victoria en 2016.
No se trata de justificar a nadie. Tampoco de limpiar culpas. Solo de narrar con precisión lo que otros prefieren olvidar. Porque si alguien se benefició de ese respaldo, no puede hoy pretender que la historia comenzó cuando lo dejaron de apoyar.
Bien dicen que, “No hay peor puta que la arrepentida”