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Preparando terreno… con moño y boleta

Fuentes fidedignas. Por: Isaías Álvarez

La semana pasada, en Río Bravo, Miguel Ángel Almaraz celebró el Día del Maestro con un evento pocas veces visto. Casi una decena de automóviles rifados —incluido uno de agencia—, además de electrodomésticos, electrónicos y premios para aventar pa’ arriba. Un festejo que, al parecer ningún otro alcalde del estado se aventó a replicar en escala ni en costo.

Claro, los más de 1500 docentes salieron felices. ¿Quién no lo estaría con premios de ese calibre? Pero detrás del show puede que haya algo más profundo: la intención de controlar, o al menos seducir, el voto de los maestros en un futuro. Porque el objetivo no era solo aplaudir el trabajo de los docentes, sino asegurarse de que, llegado el momento, estén listos para alinearse con el candidato en turno o con quien ese grupo político les indique. Es el clientelismo disfrazado de gratitud.

Todo super bien, pero ¿de dónde salió el recurso para semejante pachanga? Porque una cosa es rifar una pantalla y otra muy distinta entregar un carro nuevecito y otros tantos seminuevos, pagar el salón más caro del pueblo y banquete para más de 1000 personas. ¿A qué partida presupuestal se le cargaron estos “premios y estímulos “? ¿A cultura, a educación, a “eventos especiales”? Todo mientras decenas de trabajadores del Ayuntamiento, como los recolectores de basura, denuncian sueldos raquíticos que apenas alcanzan la mitad de lo que deberían estar cobrando.

No es la primera vez que se utiliza al magisterio como músculo político. Ahí está el caso de Rafael Méndez Salas, aquel líder de la Sección 30 que en su momento operó abiertamente a favor de candidatos del PAN, alineando a los maestros como fuerza electoral sin recato alguno. O más recientemente, los movimientos del grupo de Rigoberto Guevara en procesos internos de Morena. El voto magisterial mueve estructuras y eso lo saben bien quienes aspiran al poder.

Y aunque lo que está haciendo Miguel es, por decir lo menos, mal visto, hay algo que salta a la vista: se está adelantando a los tiempos, preparando el terreno para asegurar su futuro político. Cada premio entregado, cada aplauso recibido, parece pensado más como capital electoral que como gesto de reconocimiento. El mensaje parece ser claro: la lealtad también se construye a punta de rifas y festejos efímeros.

Y mientras el magisterio sale con sonrisa y boleto en mano, hay trabajadores del Ayuntamiento que siguen percibiendo sueldos de miseria. No hay carros, ni electrodomésticos, ni rifas para ellos, solo la carga diaria y el olvido institucional. Cuando el festejo huele a campaña anticipada, más vale preguntarse si el aplauso es sincero, o si viene amarrado con moño y urna.

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