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El decálogo de Morena

Sin Filtros; por Brenda Ramos

Los principios son el alma de los movimientos políticos. Sin ellos, cualquier estructura se desmorona como un castillo de naipes al primer viento de poder. Morena, el partido que prometió ser la esperanza de México, nace con un ideal claro: estar del lado del pueblo, luchar contra la corrupción y, sobre todo, gobernar con humildad. Pero, ¿cuántos de los que hoy ondean la bandera guinda pueden afirmar con la frente en alto que han cumplido? ¿Cuántos estarían dispuestos a firmar, sin titubear, el decálogo que define lo que significa ser verdaderamente morenista?

La corrupción no solo es robar dinero público; es también permitir prácticas que benefician a unos cuantos a costa de los muchos. Es heredar el cargo político a un familiar directo, nombrar a un amigo en un cargo importante, darle un contrato al familiar de un aliado, mantener en nómina a quienes solo existen en papel o decidir con base en intereses de grupo en lugar de escuchar al pueblo. No hay transformación posible si estas costumbres siguen siendo parte del gobierno. Morena prometió ser distinto, y para cumplirlo necesita dejar claro que no hay cabida para el nepotismo, el amiguismo, el influyentismo ni el sectarismo. Gobernar con estos vicios no solo traiciona los ideales del movimiento; traiciona al pueblo.

En este contexto, los mecanismos para consolidar el compromiso con los principios de Morena son esenciales. Recientemente, el partido lanzó una nueva estrategia de credencialización, impulsada por Luisa Alcalde y Andrés Manuel López Beltrán. Esta iniciativa busca afiliar a 10 millones de personas y, más que un trámite administrativo, representa una oportunidad de reconectar con la militancia y reforzar los ideales del movimiento. Cada afiliado que porte la credencial no solo tendrá un símbolo de identidad política, sino también un recordatorio de los valores que el partido debe honrar.

Es por eso que, no basta con decir que se está en contra de las prácticas corruptas. Se necesitan mecanismos eficaces para identificarlas, erradicarlas y, sobre todo, castigarlas. Los discursos no son suficientes; hacen falta acciones claras que demuestren que Morena no va a tolerar lo que tanto criticó. Cada cargo, cada peso público, debe responder al interés colectivo, no al interés personal. Porque, al final, la corrupción no se combate con palabras, sino con decisiones firmes y transparentes.

En este sentido, la Presidenta Claudia Sheinbaum ya ha anunciado una propuesta de reforma para evitar el nepotismo en los cargos de elección popular en los Poderes Ejecutivos, buscando erradicar estas prácticas que tanto daño han hecho al país. Estas acciones, combinadas con la credencialización y la firma del decálogo de MORENA, son un esfuerzo tangible para asegurar que el partido se mantenga fiel a sus principios.

Además, los equipos de gobierno deben reflejar no solo paridad, sino inclusión real. Las mujeres y los jóvenes no pueden ser piezas decorativas, sino protagonistas de la transformación. Una administración que excluye o ignora sus aportaciones no está cambiando nada. La igualdad de oportunidades no es un ideal romántico; es una herramienta de justicia que asegura que el poder se distribuya de manera equitativa. Porque, sin igualdad, la transformación se queda a medias.

Y, finalmente, el poder no es un privilegio, es una responsabilidad. Ejercerlo con humildad significa reconocer que no se está ahí para figurar, sino para servir. Significa dejar de lado los reflectores, los discursos vacíos y las pretensiones. El pueblo no necesita líderes que se pongan en un pedestal, necesita servidores públicos que entiendan que el poder pertenece a quienes los eligieron. Gobernar con humildad no es una postura, es un compromiso que debería ser visible en cada acción.

El decálogo de Morena no es un simple listado, es un recordatorio de lo que significa ser parte de este movimiento. Quien lo firma y lo cumple demuestra que realmente está comprometido con la transformación. Quien no lo hace, se expone como alguien que solo utiliza el partido como un medio para sus propios intereses.

En este sentido, es destacable que la senadora por Tamaulipas, Olga Sosa Ruiz, haya sido la primera en el estado que firma el decálogo de principios de Morena, reafirmando su compromiso con el movimiento de transformación y con los valores que este representa.

Morena está a tiempo de recuperar su esencia, de volver a ser ese movimiento que inspiró a millones. Pero para lograrlo, debe empezar por lo básico: cumplir con sus propios principios. Porque el pueblo siempre está observando, y nunca olvida quién cumple y quién traiciona.

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