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25 millones de razones para enfrentar la justicia

Sin Filtros; por Brenda Ramos

Rómulo Garza Martínez no era un funcionario cualquiera. Durante el gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca, ocupó un puesto estratégico como secretario de Bienestar Social, manejando programas que impactaban directamente en la población. Sin embargo, hoy enfrenta un proceso judicial que lo ha dejado solo, sin el respaldo de aquellos que lo impulsaron al poder. En redes sociales leímos que pronunció ante la jueza: «No tengo visa, no tengo pasaporte; tengo una familia que mantener», lo cual es un recordatorio de lo efímera que puede ser la lealtad política.

En los primeros minutos de este domingo, Garza fue vinculado a proceso por presuntamente adjudicar de manera ilícita 474,000 despensas por un monto de 125 millones de pesos. Lo acusan de haber ignorado la obligación de convocar a licitación pública, un acto que, según la Fiscalía Anticorrupción, constituye un delito. Las investigaciones señalan que las despensas, adquiridas a un precio de 250 pesos cada una, no valían ni 100 pesos en el mercado.

El contraste entre el pasado y el presente de Garza es brutal. Como reguero de pólvora, se esparció la información de que en diciembre de 2020, autorizó el contrato bajo una supuesta excepción a la licitación pública, firmando una adjudicación directa el 4 de diciembre de ese año con la empresa Lácteos de Tamaulipas S.A. de C.V. Hoy, enfrenta las consecuencias de esas decisiones. Mientras tanto, el círculo cercano del exgobernador —quienes compartieron poder y responsabilidades con Garza— ha optado por el silencio, y su líder político (el exgobernador Francisco García Cabeza de Vaca) ni siquiera le envió abogados para defenderlo en la audiencia, dejándolo en manos de un defensor público.

El caso de Rómulo no es único. Además de Garza, otro nombre que aparece en esta investigación es el de Jesús Alberto Salazar Anzaldúa, exsecretario de Administración, quien también está vinculado a proceso por su participación en las mismas irregularidades. Ambos casos surgieron de una denuncia presentada por la Unidad de Inteligencia Financiera y Económica de Tamaulipas, que detectó anomalías en el manejo de recursos públicos y adjudicaciones directas.

Rómulo fue capturado en San Luis Potosí por elementos de la Policía de Métodos de Investigación de la Fiscalía de aquella entidad, en colaboración con la Fiscalía de Tamaulipas, tras emitirse una orden de aprehensión por un juez de control. La coordinación interestatal para su detención demuestra que estas investigaciones no se detendrán, y que las piezas del tablero político continúan cayendo.
Esto plantea una pregunta inevitable: ¿cuántas piezas más serán sacrificadas antes de que el tablero quede vacío? Mientras tanto, Cabeza de Vaca, el gran estratega detrás de este juego, parece mantenerse lejos de la tormenta.

La lección aquí no es nueva, pero sigue siendo dolorosa para quienes terminan atrapados en ella. Las lealtades políticas, especialmente en un entorno tan volátil como el de Tamaulipas, son pasajeras. Hoy es Rómulo, mañana podría ser otro. ¿Cuántos más seguirán jurando lealtad a Francisco García Cabeza de Vaca, creyendo en su poder, solo para descubrir, como Garza, que cuando caen, caen solos?
El eco de un gobierno caído resuena en cada nueva vinculación a proceso. Los reflectores se posan en los funcionarios, en los operadores, en los nombres que ejecutaron órdenes. Pero el centro de este sistema, quienes dirigieron las jugadas, parecen ser inalcanzables. ¿Por cuánto tiempo más?

Tamaulipas observa, y también toma nota. La prisión preventiva de Rómulo Garza es solo el inicio de un capítulo en el que, con cada movimiento, queda claro que las promesas de lealtad no aseguran el respaldo en los momentos más oscuros. La política es, al final, un juego de sacrificios. Y en este tablero, las piezas siguen cayendo.

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